Reivindicando a los vencidos (II)
“En un mundo de conflictos, de víctimas y verdugos, es
trabajo de la gente pensante el no estar de parte de los verdugos”, sostuvo
Albert Camus. Ahora bien, las víctimas y los verdugos muchas veces se
intercambian, y no es fácil mantener la coherencia acerca de una historia como
hazaña de la libertad y del bien humano.
Por eso Borges ironizó acerca de la filantropía de Bartolomé
de las Casas en el año 1517 al señalar la mucha lástima que le tuvo el padre
dominico a los indios extenuados por una esclavitud oprobiosa para sustituirla
con la importación de negros con una humanidad disminuida.
Con todo, y que la justicia es imperfecta, con todo y
que el clamor de los pobres “no siempre es justo” hay que ponerse de parte de
estos. “Bienaventurados los que lloran: porque Dios los consolará” aparece en
el Sermón de la Montaña.
Desde los centros académicos donde se puede practicar
un pensamiento libre, independiente y crítico, es necesaria la asunción de un
movimiento revisionista de la historia más allá de las estructuras estadales
hegemónicas y el imperio que ejercen sobre los recuerdos. Aún así, este
movimiento contracultural de intelectuales comprometidos con la verdad y la
justicia poco puede hacer; siempre será marginal e incomprendido, y en algunas
circunstancias, hasta perseguido. Por otro lado, ésta especie de excepcionalidad,
de exorcismo desde la heterodoxia, no es más que el deber ser de una ciencia
siempre inconforme con los saberes establecidos. Los herejes son los grandes
innovadores de la ciencia.
“La Visión de los Vencidos” (1959) del mejicano Miguel
León Portilla nos ofrece el testimonio de los indígenas mesoamericanos ante el
drama de la conquista hispánica en el siglo XVI. Otro tanto lleva a cabo Deep
Brown en “Enterrad mi corazón en Wounded Knee” (1971) cuando le confiere
protagonismo a los líderes de las naciones indígenas del Oeste americano
durante las décadas 1860-1890.
“Las Cruzadas vistas por los árabes” (1983) del
libanés Amin Maalouf hace el énfasis en las fuentes árabes y contrasta el hecho
de que los europeos aún perdiendo en las Cruzadas terminaron ganándolas a nivel
de los recuerdos.
Carlos Marx, Salvador de Madariaga y Evelio Rosero
sitúan la biografía de Simón Bolívar a unos niveles controversiales aunque
requeridos para desmontar su mitología. Howard Zinn es otro ejemplo más de
militancia a favor de una historia de los vencidos y olvidados en su célebre:
“La Otra Historia de los Estados Unidos” (1980).
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