Autor: José Alberto Olivar
Publicado en: Analitica.com
Santos Michelena
Culmina la sexta etapa de la Biblioteca Biográfica Venezolana, proyecto
editorial de El Nacional y la Fundación Bancaribe, que ofrece a sus lectores el
volumen 150 que recoge la vida y obra de Santos Michelena, uno de los primeros
estadistas venezolanos.
Después de leer la biografía de Michelena escrita por la fina prosa de Simón
Alberto Consalvi, no podemos más que refrendar lo afirmado por Mariano Picón
Salas: "Además de los libertadores hay algunos rostros que frente a la
gran tragedia y el azaroso vivir al día de la política venezolana,
representaron la previsión, la prudencia, la búsqueda de un pensamiento
nacional afincado en la realidad de nuestra existencia histórica y servidor de
ella". (Suma de Venezuela , 2007, p. 115). A esa cohorte civil perteneció
Santos Michelena. Fue un fervoroso creyente de la libre creación y distribución
de la riqueza, acompañada de una resoluta defensa de la propiedad de los
individuos.
No era Michelena un advenedizo ni menos un figurín complaciente. Cuando el
general Páez lo llama a ocupar la cartera de Hacienda, en 1831, sabía muy bien
que tendría frente a él a un hombre de Estado.
Tras la desintegración de Colombia la Grande en 1830, una de las prioridades
que ocuparon la atención de los gobernantes venezolanos fue el asegurar el
cabal desenvolvimiento de las finanzas públicas, para darle viabilidad
económica y política al nuevo Estado. Después de superada la etapa bélica de la
independencia, resultaba imprescindible resolver graves problemas como la
escasez de circulante, la falta de crédito externo y las obligaciones fiscales
que mantenían ahogadas las arcas del Tesoro. El desafío consistiría en revertir
la organización fiscal heredada de la colonia, regularizar los ingresos y
estabilizar el presupuesto nacional.
Viendo a la distancia la titánica labor emprendida durante la primera centuria
republicana, podemos afirmar que José Rafael Revenga, Santos Michelena y Román
Cárdenas representan las figuras más sobresalientes en el ámbito de las
finanzas públicas de Venezuela. Al primero le correspondió efectuar, en tiempos
del Libertador (1827-1829), un crudo diagnóstico del sombrío escenario dejado
tras la guerra de emancipación. A Michelena le tocaría hacer frente a aquellos
retos entre los años de 1830 y 1839, y para ello no dudó en abrazar como modelo
el que en su opinión garantizaba la prosperidad de las naciones civilizadas, y
dejar al arbitrio de las fuerzas reguladoras del mercado la capacidad de
generar riqueza sin la intervención del Estado. Cárdenas, por su parte, tuvo en
sus hombros la pesada tarea de imponer el orden en la recaudación y manejo de
la renta interna entre 1913 y 1922.
Así lo describe con lujo de detalles, Consalvi a lo largo de la biografìa de
Michelena: "Es difícil encontrar en los anales venezolanos del siglo,
alguien que lo supere en el arte complejo de la negociación diplomática y en el
dominio de las finanzas públicas" (p. 124). En efecto, no fue poca cosa el
aporte de Michelena a la "arquitectura del Estado". Imprimió la
disciplina, el orden y la transparencia que se ameritaba en aquellos momentos.
En su calidad de diplomático, llegó a desarrollar un conjunto de aptitudes que
dejaron muy en alto el nombre de Venezuela. Tres fueron sus principios
cardinales: respeto a la integridad de los pueblos, no injerencia en los
asuntos domésticos y arreglo amigable y definitivo de sus intereses recíprocos.
Dos de sus mayores éxitos lo constituyeron el arreglo de la deuda de la Gran
Colombia y el primer esbozo de un tratado de amistad, alianza, comercio,
navegación y límites entre Venezuela y Colombia.
A Michelena se le debe el título de defensor del poder civil. Consideraba que
todos los que se rebelasen contra el imperio de la Constitución "deberían
ser juzgados y sentenciados". Esta postura de carácter principista
resultaba para él innegociable. La preeminencia del poder civil sobre el
militar debía ser el norte de todo orden político.
Así lo refrendó una y otra vez en los principales cargos que ocupó, desde
ministro hasta vicepresidente de la República. En el cenit de su carrera
política llegó a gozar del respeto de propios y contrarios. Su absurda muerte,
acaecida tras los sucesos del 24 de enero de 1848, causó honda consternación,
salvo en aquellos que nunca le perdonaron su fama de antimilitarista.
La selección de Santos Michelena para cerrar el ciclo de la BBV fue por demás
acertada. Es además una invitación a seguir reflexionando con mayor claridad
sobre pasado, presente y futuro de Venezuela.
* Historiador, UCAB.
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