Autor: Carlos Balladares
La Iglesia Católica: ejemplo de una Venezuela distinta
Todas las encuestas serias del país lo afirman: es la institución más valorada
El desapego a las leyes e instituciones por parte del venezolano, es una realidad que podemos comprobar a diario. El ejemplo más cercano lo tenemos en el tráfico automotor, donde el “vivo” siempre hace de las suyas y genera terribles tragedias, por no decir grandes colas y disgustos. Nuestra historia es el desarrollo en el tiempo de la imposición de la voluntad personal por encima de las normas. Es así como muchas de las instituciones que se crearon para generar un bien, terminan siendo “cascarones vacíos” incapaces de hacer realidad sus metas; al final, se convierte en cotos privados de sus dirigentes. Hay un ejemplo distinto en nuestro país: la Iglesia Católica. Sirvan los tiempos de Cuaresma y Semana Santa para hacerle un pequeño reconocimiento.
La Iglesia llegó a estas tierras junto a los conquistadores europeos hace 500 años; y aunque poseía una alianza con el Estado, los objetivos de ambos no eran los mismos. Esto fue algo evidente para los indígenas, al ver el trato amable de los misioneros, en contraste las formas agresivas del conquistador. De no ser por los religiosos muchas lenguas aborígenes de América se habrían perdido para siempre. Por otro lado, en muchas regiones donde el Estado era inexistente allí llegaba la Iglesia (Misiones), es por ello que gran parte de los pueblos fueron fundados por esta. En los lugares donde la Corona tenía que apoyarse en los conquistadores (voluntad personal privada), la Iglesia estaba presente con su carácter institucional, representando un muro civilizatorio y de paz frente a la “ley de la guerra”.
Al nacer el Estado-Nación venezolano, ya la Iglesia tenía 300 años establecida, y su cultura se había anidado en todos. Los venezolanos éramos, sin distinción, más o menos católicos. A pesar de ello, nunca fue una organización poderosa en nuestro país (a diferencia de Colombia, Perú y México), lo que no quiere decir que poseía un espíritu institucional débil. En los tiempos que padeció fuertes ataques de los gobernantes (tiempos de Independencia, Guzmán Blanco, entre otros), la presencia de un pequeño clero con pocos recursos y el pueblo fiel, la ayudó a sobrevivir.
La Iglesia nunca ha dejado de crecer, de fundar nuevas parroquias y diócesis, de formar a sus miembros (tanto laicos como consagrados), y llevar a cabo una tarea de ayuda a todos los pobres (espirituales y materiales). Todo esto, lo ha hecho sin desvirtuar el cumplimiento de sus normas internas, de manera desinteresada, y promoviendo los valores cristianos. El personalismo ha sido algo extraño en sus decisiones y en su gobierno. Con esto no se quiere decir que todos sean santos dentro de ella, pero sin duda que han generado las condiciones para cultivar y transmitir el bien. Al mirar su historia de más de 5 siglos, podemos decir con orgullo: en Venezuela es posible conservar una tradición, lograr una conciencia institucional; incluso con las metas más desinteresadas y generosas, como es el caso de la fe cristiana.
Todas las encuestas serias del país lo afirman: es la institución más valorada. Porque, a pesar de que hay una tendencia histórica al caos en nuestra cultura, también contamos con buenos ejemplos. Siendo la Iglesia Católica el más resaltante, duradero e inspirador. Debemos estarle agradecidos como sociedad.
Autor: Carlos Balladares
La Iglesia Católica: ejemplo de una Venezuela distinta
Todas las encuestas serias del país lo afirman: es la institución más valorada
El desapego a las leyes e instituciones por parte del venezolano, es una realidad que podemos comprobar a diario. El ejemplo más cercano lo tenemos en el tráfico automotor, donde el “vivo” siempre hace de las suyas y genera terribles tragedias, por no decir grandes colas y disgustos. Nuestra historia es el desarrollo en el tiempo de la imposición de la voluntad personal por encima de las normas. Es así como muchas de las instituciones que se crearon para generar un bien, terminan siendo “cascarones vacíos” incapaces de hacer realidad sus metas; al final, se convierte en cotos privados de sus dirigentes. Hay un ejemplo distinto en nuestro país: la Iglesia Católica. Sirvan los tiempos de Cuaresma y Semana Santa para hacerle un pequeño reconocimiento.
La Iglesia llegó a estas tierras junto a los conquistadores europeos hace 500 años; y aunque poseía una alianza con el Estado, los objetivos de ambos no eran los mismos. Esto fue algo evidente para los indígenas, al ver el trato amable de los misioneros, en contraste las formas agresivas del conquistador. De no ser por los religiosos muchas lenguas aborígenes de América se habrían perdido para siempre. Por otro lado, en muchas regiones donde el Estado era inexistente allí llegaba la Iglesia (Misiones), es por ello que gran parte de los pueblos fueron fundados por esta. En los lugares donde la Corona tenía que apoyarse en los conquistadores (voluntad personal privada), la Iglesia estaba presente con su carácter institucional, representando un muro civilizatorio y de paz frente a la “ley de la guerra”.
Al nacer el Estado-Nación venezolano, ya la Iglesia tenía 300 años establecida, y su cultura se había anidado en todos. Los venezolanos éramos, sin distinción, más o menos católicos. A pesar de ello, nunca fue una organización poderosa en nuestro país (a diferencia de Colombia, Perú y México), lo que no quiere decir que poseía un espíritu institucional débil. En los tiempos que padeció fuertes ataques de los gobernantes (tiempos de Independencia, Guzmán Blanco, entre otros), la presencia de un pequeño clero con pocos recursos y el pueblo fiel, la ayudó a sobrevivir.
La Iglesia nunca ha dejado de crecer, de fundar nuevas parroquias y diócesis, de formar a sus miembros (tanto laicos como consagrados), y llevar a cabo una tarea de ayuda a todos los pobres (espirituales y materiales). Todo esto, lo ha hecho sin desvirtuar el cumplimiento de sus normas internas, de manera desinteresada, y promoviendo los valores cristianos. El personalismo ha sido algo extraño en sus decisiones y en su gobierno. Con esto no se quiere decir que todos sean santos dentro de ella, pero sin duda que han generado las condiciones para cultivar y transmitir el bien. Al mirar su historia de más de 5 siglos, podemos decir con orgullo: en Venezuela es posible conservar una tradición, lograr una conciencia institucional; incluso con las metas más desinteresadas y generosas, como es el caso de la fe cristiana.
Todas las encuestas serias del país lo afirman: es la institución más valorada. Porque, a pesar de que hay una tendencia histórica al caos en nuestra cultura, también contamos con buenos ejemplos. Siendo la Iglesia Católica el más resaltante, duradero e inspirador. Debemos estarle agradecidos como sociedad.
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