La celebración del Bicentenario de la Independencia ha sido aprovechada por el gobierno de Hugo Chávez para realizar una masiva propaganda de su tradicional discurso legitimador. Dicho discurso se centra en la visión de un proceso de Independencia inconcluso. Los próceres iniciaron nuestra Edad de Oro, pero “la oligarquía apátrida” aliada al “imperialismo yanqui” detuvo su avance; hasta que “los hijos de Bolívar” (realmente serían tataranietos) retomaron el camino señalado para completarlo y darnos a todos los venezolanos (e incluso a la humanidad entera) “la mayor suma de felicidad posible”. Esta visión mantiene al pueblo (las mayorías) inmerso en una perspectiva infantil de nuestra historia, y reduce el valor que tuvo el período en sí. La Emancipación solo tiene valor como constructor de ese futuro que es el presente, hay unpresentismo que termina convirtiéndola en el pretexto para la propaganda. En el fondo no hay ningún interés para el estudio histórico o el fortalecimiento de la memoria.
Los tiempos bicentenarios que vivimos deben buscar precisamente lo contrario: adentrarnos en el largo proceso independentista y conocer los seres humanos que la vivieron, junto a sus ideas y realidades. Lograr esta tarea nos permite ir más allá de la Independencia (ruptura con España), y afirmar que fue una Revolución (cambio radical de una sociedad). Aunque la historia oficial señale que fue un tiempo de frustraciones para las “clases oprimidas”, en los que las oligarquías conservaron su poder “asesinando” a Bolívar, y con él: los sueños del pueblo; no podemos limitar este tiempo a un momento profético como si de una religión se tratara. Incluso para los sectores más bajos representó un avance.
El mejor ejemplo para comprobar esta tesis es la comparación de la situación de los pardos, esclavos e indígenas al inicio y al final del proceso. El régimen hispano poseía una estructura social de castas en donde las élites conservaban un conjunto de privilegios jurídicos, los cuales fueron desmontados por medio de la Constitución de 1811. Las mismas personas que disfrutaban de estas ventajas (los mantuanos) en relación a las mayorías, fueron las que establecieron su superación. Y si la realidad de la segregación se conservó por un tiempo en las costumbres, y estos tres grupos que hemos señalado estuvieron un tiempo del lado del Rey; al final terminarían en el bando republicano al descubrir que eran los más sinceros en lo que se refiere al reconocimiento del mérito, y no el origen étnico o social como elemento para valorar a las personas.
Si miramos más allá de lo social, y pensamos en toda la labor de construcción republicana, los cambios son de una magnitud nunca inmaginada para la sociedad tradicional hispanoamericana de principios del siglo XIX. Es la primera vez que se llevan a cabo elecciones libres (democracia, principio de la soberanía popular), la redacción de varias Constituciones (¡Siendo la de 1811 la cuarta del mundo!), la creación de nuevas poderes (ejecutivos, legislativo y judicial) en los que se luchó por mantener el principio del equilibrio de poderes y el respeto al principio de legalidad, el reconocimiento de los derechos humanos (la vida, la propiedad, la inviolabilidad del hogar, y las libertades civiles), las primeras experiencias de federalismo, la discusión de las ideas y la formación de ejércitos.
La Independencia fue una verdadera Revolución, y no necesita la falsa idea de ser el primer paso del socialismo para ser valorada.
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