Saturday, November 29, 2008

Historiador venezolano (Elías Pino Iturrieta) opina sobre las elecciones regionales del 23 de noviembre de 2008 en Venezuela

Artículos de opinión de los historiadores

Les dejo acá el artículo semanal del historiador Elías Pino Iturrieta que publica todos los sábados en El Universal. El subrayado es nuestro.

Reivindicación de la clase media

Con el caudal de la clase media se fortaleció el clamor popular contra el mal gobierno

En las elecciones del domingo la oposición obtuvo 5.041.717 votos, frente a 5.564.442 sufragios contados a favor del oficialismo, de lo cual se desprende la manifestación de una voluntad que traspasa la barrera de las clases sociales. En el caso de la decisión de enfrentarse al Gobierno nadie puede hablar de una conducta confinada a los intereses de determinado sector de la sociedad, sino de una conjunción de pareceres que arraigó en diversas ubicaciones dentro de la escala colectiva y en el seno de diferentes posiciones económicas. Para quedar apenas a una distancia de 522.725 votos frente a la prepotencia y a las ventajas del chavismo hizo falta una concertación cuya fuerza no se podía producir en el aprieto de un solo tipo de venezolanos, sino en el calor de una sensibilidad más explayada y determinante. Sin embargo, las conclusiones del mandón han preferido el camino de la simplificación para afirmar el hecho de que el retroceso de su proyecto de hegemonía obedeció a una confabulación de los multimillonarios contra el proletariado.
La simplificación prueba la magnitud del porrazo que recibió, no en balde le produjo una miopía capaz de conducirlo a tergiversar la realidad hasta extremos grotescos. Abrumado por los escrutinios de Petare, que le fueron adversos sin reservas, transformó a Palo Verde en una urbanización opulenta, fabricó una red de piscinas en las Terrazas del Ávila, sembró campos de golf en El Marqués, fundó una cadena de clubes y restaurantes de postín en La Urbina y abarrotó de automóviles de lujo los estacionamientos de los edificios de El Cafetal y Caurimare, a cuyos habitantes vio servidos por choferes y mucamas como si se tratara de los monifatos que exhibe la revista Hola. ¿Cuál maroma transformó en latitudes de la alta nobleza a zonas pobladas hasta ayer por gente que pasaba por normal? ¿De dónde salió este jet-set? ¿Cómo se convirtieron nuestros vecinos en sucesores de Nelson Rockefeller y la duquesa de Alba sin avisarnos su advenimiento, sin darnos la ocasión de ofrecerles nuestra cordial amistad y nuestra oportuna mesa, o de proponerles un negocio? Quién sabe, porque sus nombres no aparecen en la guía telefónica, ni sus hijos estudian en las escuelas de nuestros hijos ni se ven sus autos dorados en las avenidas de costumbre.
No aparecen por ninguna parte, pero en su lugar topa cualquiera, hasta el más estúpido de los observadores, con un género de individuos laboriosos que deben a su esfuerzo una propiedad razonable, la posibilidad de diversiones accesibles y algún lujo de cuando en cuando. Con criaturas aclimatadas en un conglomerado generoso en oportunidades que aprovecharon para asentarse en espacios vinculados a su actividad y a su talento. Con hombres y mujeres educados para armar el rompecabezas del ambiente inmediato y para mirar el futuro con previsión. Con ciudadanos capaces de distinguir el grano de la paja cuando es menester, y para trasmitir habilidades y alternativas a sus descendientes. Con portadores de un conjunto de valores que vienen de un entendimiento liberal de la vida y de unas inquietudes que adquirieron en el ambiente de la democracia representativa. También topa cualquiera con sujetos frívolos e indiferentes, la verdad sea dicha, sin que puedan juzgarse como la representación de sus padres y sus abuelos. La mayoría permanecía en el escudo de sus viviendas cavilando excesivamente, contemplando los escombros de su comodidad, pasando en silencio las hojas del almanaque, guarecida en temores y en reproches estériles o en espera de un Mesías proveedor. Sin embargo, adquirieron conciencia del reto que les concernía y el 23 de noviembre abandonaron su exilio interior. Se habían alejado de marchas y manifestaciones públicas, pero dieron la cara en el momento oportuno. Por fin sintieron que requerían un reclamo enfático de sus derechos y tomaron la decisión de salir a votar.
Con el caudal de la clase media creció el torrente de la oposición, se fortaleció el clamor popular contra el mal gobierno y se llegó a un resultado capaz de cambiar el rumbo de las cosas en Venezuela. En buena hora se incorporaron sus miembros a un trabajo verdaderamente republicano. En buena hora expulsaron del mapa político el escollo de la abstención. En buena hora habitan de nuevo entre nosotros. Aterrorizado y perplejo, el mandón los vio salir y teme por su permanencia. De allí el reforzamiento de un mensaje colmado de odio y patrañas que no puedo criticar con más detalle ahora, porque salgo raudo a la inauguración de un casino cinco estrellas en Palo Verde rodeado de unos amigos popof que llegaron de Mónaco. Se tratará de un viaje hacia una maliciosa invención, pero rebuscaré en la realidad circundante materiales para mi próximo artículo. eliaspinoitu@hotmail.com

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