El 80 aniversario de la Invasión a Francia (I)
Carlos
Balladares Castillo
El próximo
domingo 10 de mayo se cumplirán 80 años de la invasión a Holanda, Bélgica,
Luxemburgo y Francia por parte del Tercer Reich. Es el
hecho más importante del principio de la Segunda Guerra Mundial porque marcó de
manera determinante el resto de esta contienda y con ella nuestra historia
presente. Por esta razón considero que no se le puede dedicar un solo artículo,
por lo que espero ofrecer en las próximas entregas las diversas perspectivas
sobre el acontecimiento. En los primeros trataré las memorias, diarios y
análisis de los actores alemanes; después los relativos a los franceses y
británicos principalmente y por último su estudio historiográfico. En cada uno
de estos ensayos siempre estará presente – como lo hemos estado haciendo en la
serie sobre el 80 aniversario que venimos escribiendo desde el primero de
septiembre pasado – la relación del relato histórico con el cinematográfico.
Francia
era la primera potencia en lo militar de la Primera Guerra Mundial y para la
década de los treinta lo seguía siendo, por lo menos en lo que a ejércitos de
tierra (infantería y blindados) se refiere. Es por ello que su derrota fue algo
que ni los mismos alemanes se creían. Por no hablar del impacto que generó en
el resto de las potencias y como símbolo de la democracia y los derechos
humanos. Nacía el gran mito de un Hitler invencible, genio militar al estilo
Napoleón con su famosa Blitzkrieg, tanto a lo interno como a lo externo. Si la
oposición alemana al dictador tenía algún plan de derrocarlo (atentado u otro
medio) ahora se hacía casi imposible; y si los generales consideraban intentar
convencerlo de mantener cierta cordura y precaución en sus futuros planes de
conquista, ya no serían escuchados.
El resto
de Europa no dominada por Alemania se lo pensaría dos veces antes de rechazar
su influencia. Es por ello que van a proliferar los países neutrales pero que
abastecen de recursos a la Wermacht (ejército alemán), por no hablar de
permitir su presencia “protectora”. En Estados Unidos el aislacionismo tenía
nuevos argumentos a su favor aunque gracias a Dios no fueron escuchados por el
gobierno de Franklin Delano Roosevelt, gobierno que le echaría una mano en
recursos al único que resistía: el Reino Unido liderizado por Winston Churchill.
Resistencia que Hitler pensó podría ser doblegada y llevada a la mesa de
negociación que le dejara manos libres en Europa, y de no lograrlo invadiría Gran
Bretaña o la aislaría. En todo caso haría del continente una Fortaleza, y cualquiera
que pensara en invasiones se lo pensaría dos veces.
El mito de
la Blitzkrieg fue tan grande que animaría a Hitler a llevar a cabo su plan de
conquista de la zona europea dominada por la Unión Soviética (URSS). Pensó que
podría hacer lo mismo que hizo, cambiando lo cambiable, en Francia. Es decir,
dominar la zona industrial (y en el caso de la URSS: la zona agrícola de
Ucrania también) y dejar el resto del país (Siberia) en manos de un gobierno
títere y/o colaboracionista como lo fue la Francia de Vichy. Al tener Europa en
sus manos gracias a la derrota de Francia; tenía todos los recursos
industriales, de materia prima y de fuerza laboral esclava, por no hablar de
soldados que se unirían a “su causa”; podía de esa forma llevar a cabo la
colosal empresa de llegar hasta los Urales.
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