Venezuela y la
pandemia del coronavirus
Carlos Balladares
Castillo
Publicado en el WSJ Magazine
El viernes 13 de
marzo de 2020, los que tienen el poder en Venezuela (el chavismo), declararon
la suspensión de clases en todos los niveles a partir del lunes siguiente. Ese mismo
día ya la prensa y las redes sociales, las cuales venían hablando de posibles
casos infectados en el país, confirmaron el primero y que después la
vicepresidenta de Nicolás Maduro también aceptaría su existencia junto a otros,
en cadena nacional de medios de comunicación. Nos había tocado, era inevitable.
El domingo, Maduro establecería definitivamente la cuarentena para 6 estados
dejando solo la actividad de abastos de comida y
servicios considerados esenciales; y en los días siguientes sumaría el resto de
los estados. De inmediato surgen dos grandes preocupaciones: ¡¿cómo resistirá
nuestro pueblo esta pandemia si carece de lo esencial para vivir y muy
especialmente de la higiene que es fundamental para evitar la propagación?! ¡¿cómo
vamos a comer las mayorías empobrecidas si vivimos de actividades económicas
informales que se realizan cada día y debemos encerrarnos en nuestras casas?!
Al observar la
cuarentena desde la perspectiva venezolana con el cúmulo de problemas y
peligros que puede generar, es inevitable pensar en la trágica normalidad de
los tiempos del chavismo. Es decir, desde hace 21 años cada cierto tiempo, Hugo
Chávez primero y ahora Maduro junto a su oligarquía bautizada como “los
enchufados”, han sometido a la gente a sobresaltos (crisis de alta
conflictividad) de todo tipo. Los científicos sociales los han considerado como
ciclos que claramente han logrado la consolidación de un sistema político con
visos de “Estado policial”. La población ha ido perdiendo gradualmente cada una
de las bases de lo que se considera una vida digna dentro de una democracia
liberal: haciendo primero que toda actividad política sea de alto riesgo
(puedes terminar desde herido, exiliado, desaparecido, preso, torturado o
muerto); para luego hacer que las actividades con que se sustenten la vida sean
una verdadera proeza (trabajar no te garantiza ni siquiera alimentarte). El
venezolano se ha convertido en una persona que todos los días debe salir a la
calle a resolver cómo comerá él y su familia, cómo tendrá techo, luz, agua y
mantener en funcionamiento los aparatos con lo que se vive. Solo pensemos que
hace un año exactamente se sufría un mega-apagón de la luz junto a otros
servicios que duró varias semanas ¡y que no se ha resuelto del todo al día de
hoy!
Nadie puede negar que
la declaración de cuarentena – a partir de los datos que se conocen del país –
se hizo con tiempo, aprendiendo de los casos que se agravaron por no actuar de
forma rápida (China, Irán, Italia, España, etc.). En eso hubo un cambio en lo
que caracteriza a su gestión de gobierno en todos estos años, nos referimos a la
permanente negación y ocultamiento de los problemas. Ocultamiento y opacidad
que muchas veces se ejerce y estimula con fuerte represión. A pesar de ello, es
inevitable la desconfianza ¡son 21 años! Pero algo se hace y llamamos a
colaborar sin perder la capacidad de crítica por el bien de todos. Ojalá esto
sea el inicio de un cambio en el chavismo el cual permita a su vez el cambio
urgente que requiere Venezuela. Que la crisis traiga buenos aprendizajes y no
un mayor avance del autoritarismo.
Pero nada de lo dicho
resuelve los dos grandes problemas que advertimos inicialmente. Y muy
probablemente fue por eso que el régimen hizo una pausa en su viejísima y
reiterada retórica contra el Fondo Monetario Internacional (FMI) y le solicitó
una ayuda. Este hecho me parece que es una muestra evidente del “despertar”
ante la gravedad de la situación, la cual incluso (y esto es lo que más les
preocupa con total seguridad) por su alto impacto en la economía más débil del
mundo generaría cambios políticos. Los programas chavistas (y no tanto las
sanciones porque estas solo tienen poco más de dos años) han generado la destrucción
de la economía lo cual ha llevado que en 7 años ésta decrezca más del 60% y la
pobreza pase del 30% a más del 90%. La informalidad de la economía es lo
dominante, y las mayorías se dedican a lo que llaman el “resuelve” QUE SE
REALIZA GENERALMENTE EN LA CALLE para complementar los sueldos que nunca
alcanzan para comer porque la canasta básica alimentaria ya ronda por los 61
salarios mínimos (uno solo representa menos de 6$ mensuales). Ante esta
realidad me pregunto con angustia: ¡¿Qué comerán en los días que se mantenga la
cuarentena?! ¡y muy especialmente entre aquellos que mantienen con ese trabajo
a niños y ancianos! ¡¿Qué va a ser de ellos?!
Los países
desarrollados tienen ahorros para estas contingencias, pero los que tienen el
poder desde 1999 en Venezuela se encargaron de despilfarrar y robar (dicho por
ellos mismos) los ingresos que recibimos por el segundo mayor boom petrolero de
nuestra historia. El Estado es incapaz hoy de ayudar a la gente. Las personas
en los países normales tienen reservas (¡y créditos!) para los tiempos en que no
reciben ingresos: desempleo, enfermedad o accidentes; pero en Venezuela los
ahorros de la gente se han pulverizado desde el 2012 debido a la crisis de la
economía que ya explicamos. El crédito es inexistente y los pocos ahorros de
cada familia se consumieron en comida y otros servicios. De esta forma la
cuarentena nos toma en las peores condiciones y con la posibilidad que se
agrave la crisis humanitaria compleja que padecemos. Ni hablar del sistema de
salud que no tiene la capacidad para resolver los problemas diarios de la
población tal como explicó en detalle el “Informe de la Alta Comisionada de las
Naciones Unidas para los Derechos Humanos sobre la situación de los derechos
humanos en la República Bolivariana de Venezuela” del 2019 y que tal como ha señalado
este año las condiciones han empeorado. Este sistema se caracteriza por carecer
de los insumos necesarios y mantener un alto estado de insalubridad, por no
hablar de la falta de agua y luz. Todo ello ha llevado a muertes que se
pudieron haber evitados.
La
conclusión es simple pero trágica: ¡Las mayorías en Venezuela están ante un
grave peligro! ¡Si no nos mata el coronavirus nos puede matar el hambre por no
hablar de cualquier otra enfermedad! ¿Qué hacer? La cuarentena que ya se está
haciendo, pero considero que ahora lo primero es incrementar las ayudas que se
dan a los más necesitados (hoy se llaman CLAP y bonos por el carnet de la
Patria) e incorporar otros apoyos, y muy especialmente lleguen a todos y sin filtros
de lealtades partidistas. Lo segundo es la solidaridad de la comunidad
internacional, de la diáspora y de todos los que sobrevivimos acá. Ya lo
dijimos: afuera están en mejores condiciones para enfrentar la pandemia, y hay
gente en el país que soporta mejor la crisis debido a que tiene un mayor
“músculo económico”. Esas personas deben ser generosas. Y por último y no menos
importante, y esto atañe muy especialmente a los que tienen el poder, asuman
las reformas económicas que permitan una mayor productividad ¡y que tenemos
años esperando! Piensen seriamente el hecho de la necesidad que tiene la gente
de la economía informal de salir a la calle para lograr sobrevivir. Busquen
formulas que combinen esta necesidad junto a la prevención. No tengo todas las
respuestas pero creo que lo peor es caer en una distopía al mejor estilo
“1984”. No niego la prevención para nada y soy obediente de las medidas que se
implementan en nuestro país, pero llamo a la necesaria reflexión antes que sea
tarde.
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