Humboldt y la esperanza venezolana (a 250
años de su nacimiento)
Carlos Balladares Castillo
Publicado en El Nacional
El viernes
14 de septiembre se cumplirán 250 años del nacimiento de Alexander von Humboldt
(1769-1859). Un hombre de ciencias que nos visitó de 1799 a 1800, y se quedó en
la memoria colectiva de los venezolanos. Son muchas las instituciones y lugares
que llevan su nombre en nuestro país, pero me pregunto: ¿cuántos nacionales lo
han leído? Todas las bibliotecas que he visitado a lo largo de mi vida en
Venezuela contienen su obra Viaje a las
Regiones Equinocciales del Nuevo Continente, en especial la maravillosa
edición popular que hizo Monte Ávila Editores en 1985, basada en la de 1956 del
Ministerio de Educación que reproduce la traducción de nuestro Lisandro
Alvarado. En mi biblioteca personal tengo sus cinco tomos, gracias a que esta
edición era sumamente barata; pero también la biografía que pertenece a la
colección Grandes Biografías de la editorial Salvat y la recopilación epistolar
de la Biblioteca Ayacucho: Cartas
Americanas (1980). Sirva esta artículo para animar, especialmente a mis
compatriotas, a leer a nuestro querido Humboldt el cual seguramente nos
transmitirá esperanzas en estos tiempos oscuros que padecemos. Porque su obra muestra
el enorme potencial (no riqueza) que tiene esta tierra y su gente.
Los
grandes aportes de Humbolt al conocimiento de Venezuela sería imposible
resumirlos en nuestro pequeño espacio. Por ello solo ofreceremos un breve
contacto con sus hermosas palabras, las cuales a su vez nos permiten llenarnos
de esperanza. Es por ello que me gusta - ¡y más cuando la tristeza colectiva
nos embarga! – leérselo a mis alumnos, en especial las frases que le dirige a
su hermano Guillermo desde Cumaná el 17 de octubre de 1800:
No sabría repetirte
suficientemente lo feliz que me encuentro en esta parte del mundo, a cuyo clima
me he habituado de tal manera que parecería que nunca hubiera habitado Europa.
Quizás no exista en todo el universo un país donde se puede vivir de modo más
agradable y más tranquilo (…). El clima es muy saludable, el calor comienza a
ser intenso solo por la mañana a las 9 horas y no dura más que hasta las 7
horas de la tarde. Por la noche y por la mañana, hace mucho más fresco que en
Europa. La naturaleza es rica, variada, inmensa y majestuosa por encima de toda
expresión. Los habitantes son dulces, buenos y conversadores, en verdad
despreocupados e ignorantes, pero sencillos y sin pretensión.
(…) Entre los colonos
(originarios
de Europa) se ha conservado toda la
simplicidad de las costumbres españolas del siglo quince; se encuentran a
menudo entre ellos rasgos de humanidad y principios de una verdadera filosofía,
que a veces se buscan inútilmente entre las naciones que conceptuamos
cultivadas.
No negamos
que en las siguientes líneas el propio Humboldt habla de cómo algunos de esos
mismos que se dicen ilustrados maltratan a sus esclavos. Por otro lado, algunos
dirán que han pasado 220 años, que ya no somos el mismo pueblo y que la guerra
que vendría lo destruiría todo. Pero pensemos en los tiempos de los pueblos y
no tanto de nuestras vidas. En ese caso somos parte tanto de la semilla como de
la tradición que pudo identificar Humboldt en nosotros y en nuestra geografía.
La realidad, la REALIDAD, no se reduce al horror que hoy vivimos y que incluso
padecimos para lograr construir el proyecto republicano.
Humboldt
en Caracas, en lo que respecta a los datos que podríamos llamar “sociológicos”,
percibió que nosotros (junto a la Habana) tendíamos a
tener “más luces sobre las relaciones políticas de las naciones, miras más
extensas sobre los estados de las colonias y de las metrópolis” y “además, en
ninguna parte de la América española ha tomado la civilización una fisionomía
más europea” (Viajes a las Regiones
Equinocciales del Nuevo Continente). Sirva estas dos afirmaciones para
despejar alguna duda sobre percepciones relativas a nuestro pueblo como apático
o con nulas disposiciones hacia el republicanismo. Por no hablar de algún
rechazo a nuestra condición de occidentales.
Si el
“conocimiento es poder”, sobran las palabras al señalar los grandes aportes de
Humboldt a nuestra tierra en geografía, cartografía, espeleología,
clasificación de nuevas especies en fauna y flora, etc. No sé por qué Venezuela
no le ofreció la ciudadanía tal como hizo México una vez que logró su
independencia, pero no importa, así como todos los venezolanos saben que el
doctor José Gregorio Hernández es santo aunque todavía no haya sido canonizado
¿a quién le cabe duda? ¡Humboldt era venezolano! Y desde acá siempre le diremos
a su espíritu, siempre vivo en toda mente científica y humanista: ¡gracias
catire! Danke!
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