En defensa de la vida sencilla
Carlos Balladares Castillo
Publicado en El Nacional
En defensa de la vida
sencilla o contra la sifrinería
venezolana sería el título largo pero más comprensivo del presente artículo,
con el que cierro una serie de escritos para estos tiempos decembrinos (que los
cristiano-católicos llamamos de Adviento y después Navidad) por medio de los
cuales ofrecía algunas ideas y experiencias espirituales aplicables también a
toda la vida. Sifrinería venezolana porque considero la vanidad como uno de los
peores vicios de nuestro gentilicio, el cual nos ha llevado al materialismo y
clasismo e incluso cualquier otra forma de segregación contra todo aquel que
viva de manera sencilla. Después de haber defendido la necesidad del silencio y
la soledad, considero que debo hablar de una forma de vida que comprenda estas
virtudes pero especialmente tenga la capacidad de adoptar todo lo bueno, y creo
ver la respuesta en la humildad. Este tipo de conducta no solo es la más humana
y fraterna sino la más acorde con la ecología, y para los venezolanos nos
permitiría saber sobrellevar la mayor crisis de nuestra historia siendo a la
vez un pilar para la superación de nuestro rentismo-populismo.
¿Qué es la vida sencilla?
Al revisar el diccionario nos dice que lo sencillo es lo simple (un solo
elemento), pero no me gusta la palabra simple porque pareciera referirse al
tratar las cualidades de las personas como los que son conformistas o los que
parecen más animales que humanos. Básicos, pues (“simplones”). Eso no es la
sencillez porque esta requiere una filosofía de vida, una jerarquía de valores
que ponen en primer lugar las virtudes de la humildad, la paciencia, la
mansedumbre, pero también la reciedumbre que nos permita con disciplina y
fortaleza evitar todo lo que nos “jala” (tienta) a abandonar lo sencillo. Ser
sencillo en Venezuela es ser “desenrollado” porque no anda haciendo de las
cosas una complicación y ve todo con gran naturalidad. De ella hay diversas expresiones:
lo primero siempre será rechazar la soberbia (la autosuficiencia, la ínfulas de
superioridad), de modo que no se considera un ser humano sin defectos que “se
hizo solito” o “que no le debe nada a nadie”, porque no somos islas y
necesitamos la ayuda de los demás y por esto retribuir los favores siempre que
sea posible porque siempre estaremos en deuda. Una persona sencilla tiende a
ser agradecida (en actos y palabras) con todos por apoyarnos y por soportar
nuestros defectos, en especial con los más “pequeños” que son aquellos que no
nos pueden pagar como nosotros tampoco podremos hacerlo con tantos.
Una segunda expresión
podemos decir que es la sencillez de lo material, de los bienes que necesitamos
para vivir. Si eres sencillo no necesitas mucho e incluso buscas vivir cada día
con menos, tienes la austeridad como una gran meta y un principio permanente. E
incluso haces sacrificios si así lo exigiera la caridad con los demás. No es
exaltar la pobreza sino el desprendimiento por la constante atención al
necesitado. Si acumulas más de lo necesario para vivir todo se complica,
requieres más espacio y entonces debes gastar más y te angustiarás más porque
el cuidado de todo ello requiere seguridad. Si tienes poco tienes menos de qué
preocuparte. Pienso en la estúpida idea esa que sostiene que a más ingresos más
gastos tienes, porque la verdad es que a más ingresos más ahorro (que permitirá
la inversión y el progreso) y solidaridad (que permitirá la justicia social y
que vuelva al poder un populista). Si de algo hemos pecado los venezolanos es
de ser unos grandes despilfarradores, porque siempre la ostentación, la
echonería, las apariencias, nos desviven. Por ello nunca ahorramos en los
“tiempos de las vacas gordas” y ahora padecemos hambre y miseria. Ojalá la
pobreza de hoy nos vacune contra esa peste que ha sido la sifrinería.
Y una tercera y
última expresión es la sencillez de la vida cotidiana, de las conductas en
general. Ser sencillo es no hablar en exceso como si siempre tenemos el derecho
de ser escuchados y no escuchar, opinar de todo, siempre tener la razón, y al
final estar matando el silencio que nos da paz. Y lo peor es que en las últimas
décadas el teléfono y las redes sociales las han potenciado de manera
aterradora. Hablar demasiado agota al que habla y al que lo escucha, y como se
les acaban los temas terminan siendo “tóxicos” y no paran de criticarlo todo y
pronosticar lo peor. Tenía razón el Rey Juan Carlos de España al decirle a
aquel charlatán: “¡¿por qué no te callas?!”, que era más un mandato ante su
cháchara resentida e inútil. El sencillo habla lo necesario y valora la
contemplación que le ofrece la ausencia de palabras y ruido, y si no va a decir
algo bueno o que ayude prefiere callar. También están las gentes que no pueden
estar quietas y se dispersan en un constante movimiento y actividades. Nunca
parecieran concentrarse en una sola por lo que se distraen de manera
permanente. Un ejemplo son aquellas que no paran de procrastinar o no pueden
quedarse en sus casas y deben vivir en la calle, siempre metidos en internet, o
saltando de acá para allá. Se puede decir que no creen en la sencillez de la
soledad, de la vida hogareña, de las actividades constantes y enfocadas que
anhelan el perfeccionamiento de un arte.
Y para concluir
podemos decir que la Navidad, aunque muchos la reduzcan a lo contrario, es el
mejor ejemplo de sencillez. Dios se hace humano: se encarna y nace en una
región secundaria en la Tierra en medio de una familia humilde y en una
situación de total simplicidad (ahora sí se puede usar la palabra). No fue un
hecho baladí, tiene un sentido Absoluto, y por ello no podemos ser indiferentes
al mismo.
A pesar de ser el día
después del 25 de diciembre cuando se publicará el presente artículo podemos
seguir dando un saludo de ¡Feliz Navidad! porque la tradición cristiano-católica
así lo establece hasta el día de Reyes (6 de enero). En este sentidos les deseo
a todos (con gran deferencia a la comunicadora Patricia Molina), especialmente
a los que hacen posible que El Nacional siga
brindándonos el mejor periodismo, unas alegres Navidades junto a sus seres
queridos con la esperanza que el año que viene el Niño Jesús nos permita comernos
las hallacas, el pan de jamón, la ensalada de gallina, el pernil y el dulce de
lechosa en libertad y prosperidad.
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