Humberto Njaim fue mi
maestro
Carlos Balladares
Castillo
Publicado en El Nacional el mismo día.
Y
por ello le estoy inmensamente agradecido, al igual que lo están todos los que
fueron de algún modo sus discípulos y tuvieron el privilegio de aprender de su
ejemplo, sus conocimientos, y el profundo amor que sentía por su familia y por
Venezuela. Su vida entera estuvo dedicada a la academia, especialmente en la
Universidad Central de Venezuela y desde hace más de diez años en la
Universidad Metropolitana hasta su fallecimiento el pasado jueves 5 de abril en
la cual era el Decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas.
Haciendo un rápido recuento de algunos aspectos de su vida profesional, podemos
comenzar con su entrada - al año siguiente de obtener su título de abogado en
la Universidad Católica Andrés Bello (1964) - al Instituto de Estudios
Políticos de la UCV el cual era dirigido por su fundador Manuel García-Pelayo.
De esta forma será parte del cuerpo de profesores que crearán la Escuela de
Estudios Políticos (1973), y por ello un politólogo no solo por su docencia e
investigación, sino también por sus estudios en la Freie Universitat de Berlín,
la Escuela John F. Kennedy de Gobierno de la Universidad de Harvard, y su
doctorado en Ciencias Política de la UCV. En 1990 ejercía la dirección del
Instituto de Estudios Políticos y yo cursaba mi primer año de pregrado en
politología, y fue allí donde lo conocí al comenzar a trabajar como su auxiliar
de investigación.
Recuerdo
que al inicio de la carrera todos comenzamos a admirar a los pioneros de
nuestra ciencia en Venezuela, entre ellos estaba el doctor Njaim al cual
podíamos ver por los pasillos de nuestra universidad. En medio de este ambiente
el Instituto solicitaba pasantes, y yo me ofrecí teniendo la suerte de trabajar
con su director. En la primera entrevista me intimidó por su extrema seriedad y
por el hecho que trabajaría en una mesa que quedaba diagonal a la suya. Yo
hacía un trabajo clasificatorio de la prensa nacional en lo relativo al tema de
su tesis doctoral: la corrupción como política pública, pero también resúmenes
de algunos textos que me daba. Al revisar mis tareas era muy exigente y crítico,
tanto que una vez se le salió una grosería ante un error que cometí, y me dijo:
“venga acá, que le voy a enseñar cómo se hace un resumen en la universidad”. Nunca
dejó de responder cualquier pregunta que le planteaba, enseñándome cómo
desarrollar una fructífera labor de investigación. Desde mi puesto pude
observar sus rutinas, lecturas y conversas con sus colegas. Nunca olvidaré lo
disciplinado que era al tener cronometrado sus horas de trabajo sin que se
distrajera por nada. Sonaba una alarma cada cierto tiempo, descansaba unos
minutos dándole la espalda al escritorio y mirando por la ventana, para después
seguir con igual impulso. Más adelante me daría a leer su tesis explicándome
muchos aspectos, enamorándome de las políticas públicas por lo que al obtener
mi título yo estudiaría un postgrado en dicha área, y nunca olvidaría una de
sus principales lecciones: el vínculo inseparable entre democracia y ética.
Algo
debí haber hecho bien porque a los pocos años de graduarme el Dr. Njaim me llamaría
para trabajar en el Área de Reformas Políticas de la Comisión Presidencial para
la Reforma del Estado (COPRE) que estaba bajo su coordinación. Allí trabajaría
con el abogado Carlos Romero Mendoza y desde ese entonces siempre hemos
conservado la amistad. Fueron tiempos en que mi conciencia democrática se
fortalecería al estudiar sus mecanismos participativos, en especial el
referendo; pero también el Dr. Njaim me enseñaría a ser un funcionario público
que debe hacer un uso racional de los recursos de la nación, porque los bienes
que se nos daba para realizar el trabajo del Estado era de todos y jamás podríamos
darle una finalidad privada o simplemente despilfarrarlos.
En
la COPRE muchas veces escuchaba los análisis de la situación política nacional
que realizaban varios comisionados, y el Dr. Njaim nos transmitía un espíritu
de cruzada republicana ante las amenazas autoritarias que ya se cernían sobre
nuestro país. Dicho espíritu lo percibí con mucha más fuerza cuando ejerció la
dirección del Centro de Estudios de Postgrado de la Facultad de Ciencias
Jurídicas y Políticas de la UCV, donde una vez más, apenas llegué de mis
estudios en el extranjero, me invitó a trabajar a su lado. Ya eran tiempos de
chavismo y pude aprender de sus esfuerzos para hacer de dicha institución una
organización eficiente. Tal como nos dijo una vez: “La UCV es una familia, pero
también puede ser un monstruo”, como haciéndonos saber que la amamos pero que
tenía un problema burocrático que la anquilosaban. Contra eso luchó con fuerza
y nos hizo ser parte de esa gran misión.
Después
de esa experiencia no trabajé más con él, aunque me volvería a llamar para
ofrecerme la oportunidad de ser profesor en la Universidad Metropolitana, pero yo
ya estaba comprometido con otros proyectos en especial en la Monteávila. He
lamentado no mantener un mayor contacto, y fue por eso que hace un año
aproximadamente al descubrir sus maravillosos tweets (@hnjaim), le escribí
dándole las gracias por todas sus enseñanzas y que lo consideraba uno de mis
maestros. Él se sintió muy halagado y me lo agradeció con cariño. Por último
quiero concluir con una de sus mayores lecciones: su resiliencia, y que en
parte transmite en estos dos tweets que publicó hace unos meses: ¡Qué fácil es echarse a morir porque Maduro
hace lo que le da la gana o porque nos agobian los problemas! Creo que ese nos
el impulso humano fundamental sino producto de la educación. Creo que por
naturaleza somos luchadores. (…) Mi
memoria está llena de actos de otros que en algún momento me dieron una lección
perdurable. A todas ellas rindo homenaje. El homenaje ahora se lo rendimos
a usted querido maestro, siempre estará en nuestra memoria animándonos a ser
mejores personas construyendo una Venezuela democrática y próspera.
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