Publicado en: Código Venezuela
¿Y si gana Chávez?
Todos hablan del 2012 como un año histórico, quizás se puede decir que cada año que nos jugamos las libertades es un tiempo para la historia. A pesar de esta verdad, estos días parecen mucho más decisivos para la democracia venezolana que los vividos en los últimos 14 años.
Nunca antes la oposición había estado en mejor forma, debido a la convicción que se tiene en la necesaria UNIDAD y en la decadencia del régimen (el cansancio). A pesar de esto, Chávez cuenta con varios recursos que lo pueden hacer vencedor: la renta petrolera, el carisma, una maquinaria electoral con todo el poder del Estado, una parte importante (aunque no mayoritaria) de los votantes y por último: el control del organismo electoral y la Fuerza Armada. Es por eso ello que la pregunta en torno a la posible victoria del Presidente es un escenario que los demócratas debemos considerar seriamente.
La posible victoria del régimen que desgobierna Venezuela no es un hecho normal en una democracia común y corriente. Algunos consideran que sería el impulso que falta para cruzar ciertos límites: desmontar de una vez la propiedad privada y el sistema comercial de tendencia capitalista, las elecciones representativas e igualitarias, y las libertades que todavía quedan. Además de la toma de las instituciones que no han sido controladas, como buena parte del sistema educativo, entre otros. Este sería el modelo cubano. Otros no son tan extremistas y plantean que el sistema que se establecería pueda parecerse al vivido en México en lo político: la hegemonía del partido oficialista (tal como vivió el PRI por más de 70 años) por medio de fraudes y otros métodos que permitan porcentajes de más del 60%; y manteniendo la economía tal cual como estos momentos: el capitalismo rentista con un Estado controlando la mayor parte de los sectores. Lo que si es cierto es que una derrota de la Mesa de la Unidad podría traer un tiempo de depresión colectiva como la vivida en el 2004, el cual llevaría a una difícil y larga recuperación.
Los demócratas debemos exigir a nuestro candidato (una vez electo el 12 de febrero) y a los partidos políticos, las medidas que tomarán para cualquiera de los dos escenarios, en especial la derrota; o incluso un tercer escenario: desconocimiento de los resultados. La UNIDAD no puede debilitarse, el espíritu de resistencia debe prevalecer. No podemos aceptar que por falta de confianza se genere un nuevo tiempo de pesimismo que fortalezca una mayor emigración de nuestros jóvenes. Un conformismo que lleve a la indiferencia y a la reclusión de las personas en el ámbito privado, dejándole el espacio público a los autoritarios. Sea cual sea los resultados debe existir la convicción de que es el país y sus libertades lo que está en juego.
En estos días leí las memorias del historiador alemán Joachim Fest (2006) “Yo no. El rechazo del nazismo como actitud moral”, el cual escribió el texto en que se basó la excelente película sobre los últimos días de Hitler: “El hundimiento”. Fest vivió su niñez y juventud en la Alemania Nazi, y su padre le dio el mayor ejemplo moral al NO colaborar con el régimen, a pesar de todo lo que esto significaba: desempleo, hambre, acoso, persecución y el constante peligro de terminar asesinado o en un campo de concentración. Pero no solo eso hizo su padre, sino que creó un ambiente en su casa que los protegía de la gran hipocresía que toda dictadura le impone a la población. Para ello estableció un horario de discusión con sus hijos mayores sobre las políticas que aplicaba el régimen, contrarrestando toda la basura ideológica con la que eran bombardeados a diario. Todo esto me hace pensar que si nuestras mayorías caen en la locura y gana de nuevo el camino al suicidio nacional, este será el proceder que nos queda a los que amamos la libertad. Tendremos que repetir, tal como le enseñó su padre – inspirado en el Evangelio – al pequeño Joachim: “Aunque todos participen, yo no”.
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