Luces y sombras de una aventura
El mito romántico
Toda epopeya es, por definición, brillante. De hecho, están concebidas con un propósito enaltecedor y, si los dioses lo permiten, para que duren la eternidad de los tiempos. Al cumplir, como pretenden hacerlo, con un fin edificante, las epopeyas se definen a sí mismas en función del carácter sobrehumano de sus protagonistas y, al mismo tiempo, por la bajeza y sordidez de sus contrarios. En ese sentido, la epopeya de la antigüedad clásica, o de la gesta bolivariana, pretenden –y consiguen– responder más o menos al mismo propósito. Y si se trata ya, de manera particular, del carácter sobrehumano del héroe venezolano, bastaría consultar los versos de Eduardo Blanco o los frescos de Tito Salas, en cuyos casos la epopeya cobra el punto máximo de paroxismo. Allí, entre los héroes, todo luce en orden, y el caos apenas se vislumbra como el eje necesario de un discurso que le permite al protagonista de la gesta erigirse para dominarlo y, a fin de cuentas, someterlo a su portentosa voluntad. Lo mismo se aplica viendo a Bolívar arengar (en la imaginación de Salas) sobre los restos demolidos de la esquina de San Jacinto en 1812, o contemplarlo (de nuevo según la imaginación de Salas) retirado en segundo plano mientras no pierde detalle del combate que se libra ante su mirada en el cuadro La expedición de los Cayos. Además, con timbales de un heroísmo semejante discurre sin el menor parpadeo toda la iconografía republicana concebida por los grandes maestros de la pintura venezolana entre el último tercio del siglo XIX y la primera década del XX, desde Martín Tovar y Tovar hasta Antonio Herrera Toro.
De modo que frente a una tradición como esta, que aún anida con fuerza en el fondo de nuestra psique colectiva (basta verlo expresado en la iconografía popular o en los murales oficialistas para confirmarlo), hablar de uno de los lados «oscuros» de la epopeya independentista, más que una contradicción en sí, podría sonar como algo cercano al sacrilegio y la herejía.
Lo que me atrevo a calificar como ese lado «oscuro» (y que podría terminar siéndolo de otros costados de la epopeya bolivariana si se les examina con cierto cuidado) se contrae, en este caso, a un contexto y unas fechas muy precisas como se dijo al comienzo: las expediciones británicas que, entre 1817 y 1819, acudieron en apoyo de la causa insurgente atraídas por el señuelo de unas promesas gaseosas y de casi imposible cumplimiento ante el precario estado de las arcas rebeldes.
Con todo, muchos de esos efectivos continuaron participando, más allá de aquellas fechas iniciales y sus tempranas desilusiones, en los entreveros de la contienda emancipadora. Además, la presencia de estas unidades británicas, que hicieron pie a través de Margarita y el valle del Orinoco, se diseminó al cabo sobre el resto de los territorios en los que la acción militar del elemento monárquico comenzó a retroceder, independientemente de que tal elemento fuese español o, en muchos casos, propia y genuinamente americano.
Existe una lista, tal vez no muy larga, pero sí lo suficientemente significativa a fin de cuentas, de títulos referidos a esos legionarios británicos. Se trata, las más de las veces, de libros clásicos que –por ello mismo– resultan difíciles de conseguir o que son, incluso, de infrecuente consulta en las bibliotecas. Pero cuando no son clásicos por la pátina que les confiere el tiempo, o por su condición de libros olvidados, lo son por la forma en que el tema se ve clásicamente tratado por algunos autores que pretendieron incursionar de vuelta sobre el asunto durante las últimas décadas del siglo XX. Pero en uno y otro caso, salvo por muy contadas excepciones, se cumple la misma premisa y ambos tipos de literatura pecan del mismo defecto. Son obras que fundamentalmente recogen y registran, en clave romántica y heroica, lo que significó aquella arriesgada participación en una guerra ajena. Eso en cuanto a la intención que los motiva. Y, desde luego, por tratarse del anverso y reverso de una misma moneda, su contenido tampoco se disocia de ese espíritu, puesto que, en general, lo que allí se registra, muchas veces con un formidable y autorizado grado de detalle, son las campañas en las cuales se vieron involucrados los contingentes británicos que acudieron en apoyo de Bolívar y de la causa insurgente.
La heroicidad es, por tanto, la nota que domina esa literatura y, en el fondo, aunque no haya nada de malo, ni mucho menos de despreciable en que ello sea así, no es el aspecto que interesa o complace rescatar ahora. No solo porque sería redundante volver sobre los aspectos militares de tales campañas (algo acerca de lo cual, de paso, el autor entiende poco) sino porque no se justificaría ofrecer, como pretende hacerse ahora, un entendimiento ligeramente distinto del asunto.
Además, y conviene subrayarlo con toda la fuerza del caso, el mito o la visión romántica que ofrece el tema de los voluntarios ha funcionado, y así se adelantó a precisarlo en fechas más o menos recientes el historiador inglés Matthew Brown, como una suerte de «prisión historiográfica» de la cual ha resultado difícil escapar en muchos casos. Dicho de otro modo, esto significa que existe un cerco muy trabajoso de trasponer a la hora de intentar hablar de nuevo acerca de aquellas brigadas de voluntarios y, en general, sobre las expediciones intercontinentales que tuvieron lugar, como se ha dicho, a partir de 1817.
El problema, por tanto, no se limita a que la leva de voluntarios extranjeros fuese convenientemente poetizada por sus propios contemporáneos cuando, en muchos casos, esa realidad estuvo lejos de ser lo que sus apologistas quisieron, o pretendieron, que fuera. En realidad, el asunto se complica aún más cuando esa idealizada versión de lo ocurrido se enlaza con una tradición en la cual ha privado con fuerza una historiografía de tipo militar centrada en poner de relieve la participación de aquellos efectivos en las distintas campañas de la gesta bolivariana. Esto ha llevado a que el historiador moderno se haya detenido raras veces, o que no le prestara mayor atención a otros aspectos relacionados con el alistamiento de reclutas extranjeros. O para resumirlo de la forma como lo hace el ya citado Matthew Brown, que en ese sentido se vean subestimadas las implicaciones sociales y culturales de lo que, para sus protagonistas, debió significar aquella extraña aventura militar en la América española (Brown, 2006: 1). En este sentido, la dimensión social o humana de los voluntarios británicos se halla notablemente ausente de los análisis que existen hasta ahora, en franco contraste con la abundancia de datos de carácter militar con que, en ciertos momentos, se llevó a cabo el estudio de las distintas unidades de combate de las cuales estos reclutas formaron parte y su desempeño en el marco de la contienda emancipadora.
De modo que, aunque suene obvio afirmarlo, este libro pretende alejarse, en la mayor medida de lo posible, del olor a pólvora que se desprende de la bibliografía conocida, por muy respetable que esta sea desde el punto de vista documental. De allí que el propósito se contraiga más bien al afán de explorar otros costados que tienen que ver con la identidad de los combatientes, o con el contexto en que ocurrió el llamado a integrar tales expediciones, y menos con sus aptitudes y destrezas en el campo de batalla. Al mismo tiempo, interesaba conocer el carácter clandestino que cobró la actividad reclutadora en Londres; pero también el esfuerzo que se emprendió para contrarrestar tales levas y disuadir a quienes pretendieron integrarlas. Y resumiendo a fin de cuentas ambos puntos, la intención ha sido entonces la de revisar las opiniones divergentes que suscitó este tema en Inglaterra, sobre todo a través de la prensa.
De allí, pues, que si bien la causa insurgente y el enrolamiento de los voluntarios suscitó simpatías y encontró apoyos en ciertos sectores de la prensa británica, también halló en otros abiertos cuestionamientos y resistencias.
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El lado oscuro de una epopeya:
Los legionarios británicos en Venezuela
Edgardo Mondolfi Gudat
Editorial Alfa
3 comments:
Muy bueno ese libro, como todo lo que escribe Edgardo. Me lo leí de una sentada.
El régimen quiere una historia selectiva, y más de una vez...engañosa. Lo que no sqaben es que la historia está allí y no la van a poder cambiar.
En cuanto a Edgardo, sé que es un tremendo escritor pues lo comprobé en su biografía acerca de Boves en la colección de El Nacional, que por cierto, te recomiendo
Gracias por la visita a ambos! De verdad que debo retomar ya mi blog.
Sí, Alí, leí su biografía de Boves como la de López Méndez.
Un abrazo a ambos!.
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