Artículos de opinión de los historiadores venezolanos
Les dejo acá el artículo semanal del historiador Manuel Caballero que publica todos los domingos en El Universal.
Aprovechamos para dar nuestro apoyo solidario al profesor Sonntag ante el atropello del que fue víctima por el sólo hecho de pensar diferente. Al cual escuché en 1996 que Chávez llegaría al poder de mano de los mendigos, y que el comandante golpista representaba un peligro totalitario; luego señalaría que no se iría de Venezuela porque él era poseía alma mulata.
Conciudadano Sonntag
Más que un simple compatriota, Heinz Sonntag es nuestro conciudadano
Tenía la intención de titular esta nota "Compatriota Sonntag", pero me di cuenta de que Heinz Rudolf Sonntag es mucho más que eso. Yo nací en Venezuela como pude haber nacido en Ubekistán: esa circunstancia me hace compatriota de gente tan poco recomendable como la que hoy manda en Venezuela. Por eso, no tengo ningún inconveniente en llamar a Venezuela "mi pobre patria accidental". Las comillas van porque la frase no es mía, sino del general en jefe Francisco de Miranda para quien su primera fidelidad, decía una carta a Petión que contenía aquella frase, era hacia la Francia revolucionaria... "como un miembro legítimo de la Nación y un servidor fiel de la república a la cual he prestado mi juramento inviolable".
Sonntag nació en Alemania, un país cuyo pasaporte es uno de los más buscados del mundo; hace cuarenta años, se vino a Venezuela y hace veinticinco juró la bandera como venezolano.
Un doctorado alemán Cuando llegó a nuestro país ya traía en su bolsillo uno de esos doctorados alemanes que también despiertan la envidia de todos los académicos del universo mundo. No era pues, poca cosa lo que dejaba atrás: si Alemania era "su patria accidental", era bastante difícil que se la pudiese llamar "pobre". No era pues ni un emigrado económico, ni político, ni académico.
El lapso transcurrido entre su llegada a nuestras costas y su naturalización venezolana es de quince años. Pero eso no quiere decir que pasó esos primeros años siendo un alemán que trataba de aclimatarse a este país: entre bromas y veras, Adriano González León decía de él "que era el alemán que más rápido se había adaptado a Venezuela desde Ambrosio Alfinger". Pero eso no era enteramente cierto. En primer lugar, porque Sonntag al revés del Belzar, no vino a este país atraído por el oro. Dos, no se puede olvidar aquel "hannoveriano Uslar" de la independencia que jamás aprendió a hablar un buen español : lo hizo por él su descendiente Arturo Uslar Pietri. No se puede olvidar tampoco al sabio Adolfo Ernst, nacido en Prusia.
Al pisar esta tierra Desde el momento en que pisó tierra venezolana, Heinz Sonntag se compenetró tan hondamente con este país que se volvió uno de los teóricos de la reforma universitaria, que entonces se llamó "renovación". A nadie se le ocurrió recordarle sus orígenes nacionales, y eso es raro en un país donde es tan corriente el insulto genético. Ese es uno de los más bellos rasgos de la idiosincrasia venezolana: Rómulo Betancourt recordó cierta vez que en su larga y muy polémica vida política había recibido toda clase de insultos, pero a nadie se le había ocurrido jamás reprocharle que fuese hijo de un inmigrante llegado a estas tierras "con una madre viuda y un morral de ropa vieja". A partir de su llegada, Sonntag nunca ha dejado de preocuparse por los problemas venezolanos, de opinar sobre ellos, de pensar en soluciones constructivas. Pero no con la mirada del europeo que viene a darnos lecciones de comportamiento, sino siempre desde una perspectiva tan venezolana que no sin sorna (con su punta de racismo al revés) no ha faltado quien lo tilde de "mulato ideológico".
Por qué "conciudadano" Es por todas esas razones que prefiero llamarlo "conciudadano" antes que "compatriota" pese a serlo, esto último, por propia escogencia y no por un interés subalterno. Y tal vez sea conveniente dedicar la próxima cuartilla a aclararlo.
Se es nacional de un país (y compatriota de sus habitantes) por casualidad; se es ciudadano por voluntad. Maquiavelo sostiene, en El Príncipe, que comandamos la mitad de nuestras acciones, mientras que la otra mitad la comanda la fortuna. Sobre esa base, podríamos decir que la fortuna decidió que fuésemos venezolanos "de nacimiento"; pero que sólo nuestra voluntad nos hace venezolanos "de nación". Muchos piensan que ambos términos son sinónimos perfectos, y el último un arcaísmo o un coloquialismo de raíz campesina. Pero hay una diferencia, y no es pequeña. Uno es venezolano "de nación" cuando se compromete, alma, vida y corazón en la formación de la nación venezolana, en la pelea cotidiana porque dejemos de ser apenas "un gentío" para volvernos una nación digna de tal nombre. El habitante de un país que participa en esa tarea y lo hace a conciencia, se vuelve un ciudadano.
Ciudad y polis Ahora bien, en la raíz de la palabra "ciudadano" encontramos otra : ciudad. Y no se necesita ser ningún erudito para saber que ella no es sino la traducción de la palabra griega polis. Del hilo a la aguja, nos topamos con su derivado en política. El ciudadano es pues aquel que se ocupa y se preocupa de los asuntos de la ciudad, de la polis. Es decir de la política. Que es la argamasa que sirve para unir y solidificar las piedras de que está hecha una nación.
De esos asuntos se viene ocupando nuestro conciudadano Heinz Rudolf Sonntag (con una pasión que el viejo lugar común quiere que sea sólo de los pueblos latinos). Pero aquí esa es hoy una actitud peligrosa. Lo acaban de demostrar esos zascandiles que, sin ninguna ley que avale semejante abuso, le han anulado su pasaporte. Que equivale a anular su nacionalidad. Este acto no es sólo una muestra de intolerancia política ni de desprecio de la Constitución y las leyes. Es también una manifestación de xenofobia: Heinz tiene el nombre que le dieron sus padres y abuelos alemanes, junto con su cabello rubio y sus ojos azules.
Eso hace fácil señalarlo como "extranjero", sobre todo si se opone a quienes están convirtiendo a Venezuela en la vergüenza de América, que termina despreciando a un país cuya fachada viene a ser la de un nuevo rico botarate y fanfarrón, incapaz de controlarse.
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