lunes, agosto 27, 2018

Breve entrevista al joven historiador venezolano (23): Javier Blanco (primera parte)

La imagen puede contener: Javier Blanco, de pie y traje1. Foto. 

2. Breve resumen vida (publicaciones al final de la entrevista). 

Nací en Caracas el 7 de agosto de 1984 y actualmente vivo en la ciudad de Buenos Aires. Hice mi pregrado en la Escuela de Estudios Políticos y Administrativos en la Universidad Central de Venezuela (2007) y el Doctorado en Ciencias Políticas en la misma casa de estudios y facultad (2013). Desde 2007 hasta 2013 impartí clases en la Escuela de Estudios Políticos y Administrativos de la UCV, durante algunos semestres también en la Escuela de Comunicación social. Desde mediados de 2013 me desempeño como profesor agregado en la Universidad Simón Bolívar, donde también trabajo como investigador en el Instituto de Investigaciones Históricas “Bolivarium”. Actualmente realizo estudios posdoctorales en el Centro de Historia Intelectual de la Universidad Nacional de Quilmes. He participado en varios congresos nacionales e internacionales, donde destacan las Jornadas de Historia y Religión de la UCAB, el Congreso mundial anual de Historia conceptual y los congresos internacionales de Iberconceptos.

3. ¿Cuándo y cómo nació su vocación como historiador?  

Creo que siempre me llamó la atención la historia, no obstante, no puedo decir que en algún momento haya desarrollado una vocación por la historia. Mi vocación es el conocimiento, sin importar las barreras disciplinarias, no obstante, por cosas de la vida he ingresado al mundo académico por las puertas de la historia. En realidad mi desempeño en el ámbito de la historia (la historia intelectual, para ser específico) tiene que ver en parte con hechos fortuitos y en otra con factores institucionales, donde ambos vinieron al final del día a forjar mi perfil intelectual. Desde el punto de vista institucional cabe destacar que en la EEPA (Escuela de Estudios Políticos y Administrativos) las materias de historia tienen un peso preponderante en el currículum, por lo que desde muy temprano aprendí que la historia es imprescindible para el conjunto de las ciencias sociales. Pero el momento en el que propiamente comienzo a realizar investigaciones históricas fue durante el 7mo semestre de la mención de Relaciones Internacionales con el profesor Fernando Falcón. Para aquel entonces comenzaba el proyecto de Iberconceptos y Javier Fernández Sebastián llegaba al país con el interés de armar un equipo de investigadores para escribir la historia de conceptos fundamentales en el país en el periodo que cubre un siglo, entre 1750 y 1850. Los investigadores venezolanos deciden reclutar estudiantes para llevar a cabo la tarea de acarrear la información; y fue así como me inicié en el estudio de la historia de Venezuela. Comencé acopiando materiales para el profesor Ezio Serrano, quien redactaba el concepto de pueblo y al final del semestre presenté un pequeño escrito sobre el tema. Mi trabajo gustó y de pronto fui enrolado para viajar a La Rioja a participar en la escuela de Historia Conceptual. Desde allí mis pasos en la historia han estado marcados por la historia conceptual de Reinhart Koselleck y la Escuela de Cambridge, al tiempo que han estado enfocados en el estudio del periodo emancipatorio.

4. ¿Qué lectura, persona, película-serie o viaje fortaleció dicha vocación? ¿Fue “discípulo” de algún historiador? ¿Cuál es su historiador preferido y por qué? ¿Qué libro de Historia recomienda y por qué?

Como he dicho, no tengo propiamente una vocación de historiador –al menos no del estereotipo común del historiador–, por lo que le daré un giro a la pregunta y hablaré de cómo la historia amplió mis horizontes intelectuales. Es importante subrayar que el contexto intelectual en el que me he desenvuelto es muy rico en conexiones con otros campos del saber, tales como la filosofía, la lingüística, la sociología del conocimiento, entre otros, y a la vez se destaca por su marcado carácter teórico. Por ende, mis lecturas de Quentin Skinner, J.G.A. Pocock y Luis Castro Leiva muy pronto me llevaron a querer explorar la filosofía del lenguaje de la mano de L. Wittgenstein y J. L. Austin y la filosofía hermenéutica de manos de H. G. Gadamer. Poco después me interesé por R. Koselleck (justo en el momento en que me embarcaba en Iberconceptos) y desde allí me he obsesionado con el estudio de los enfoques teórico-metodológicos para el estudio de la historia intelectual –camino que me ha llevado de la historia a la filosofía, la cibernética, la teoría de los sistemas, la antropología, la teoría política, entre otras disciplinas– en cuyo decurso me he apoyado extensivamente en la teoría de sistemas de Niklas Luhmann. Discípulo he sido de Fernando Falcón y del legado de Luis Castro Leiva, aunque mis intereses y estilo me hayan llevado por otros caminos. Ciertamente, sin la guía y amistad de Fernando Falcón esta historia personal habría sido muy distinta. Mi historiador venezolano preferido es Luis Castro Leiva. Creo que sus lecturas me marcaron. Yo recomendaría la lectura de Luis Castro Leiva, quien en cierta forma también es un espécimen híbrido, entre historiador y filósofo; y aunque su lectura no es fácil, es con mucho altamente estimulante. República, revolución y terror, La Gran Colombia: una ilusión ilustrada, ¿Qué hacer y cómo hacer filosofía política en Venezuela?, Insinuaciones deshonestas; esos entre otros textos me parecen sumamente importantes para el que quiera comprender nuestra historia. Aunque, visto en retrospectiva, Diego Bautista Urbaneja también comparte este carácter híbrido, pues como politólogo siempre buscó servirse de las categorías de la ciencia política para el análisis histórico. Su libro Bolívar, el poder y el pueblo no puede ser ignorado. ¿Por qué estas obras? Porque en ellas destaca la profundidad de sus categorías analíticas para la comprensión de los más acuciantes problemas políticos, económicos y sociales de Venezuela.

5. ¿Cuáles son sus líneas de investigación y por qué? ¿Cuál escuela historiográfica sigue y por qué? ¿En qué proyectos sobre historia está ahora?

Tengo una línea de investigación principal y muy general que se ramifica en múltiples proyectos: investigo sobre los vínculos teóricos entre la semántica y la estructura social y exploro estas relaciones en casos históricos concretos. Tal fue el caso de mi tesis doctoral. En aquella ocasión, aunque enfocándome más en lo semántico, discutía cómo el léxico político durante la independencia estaba enmarcado en un discurso reformista, el cual configuró la forma en que se diagnosticaban los problemas y se proponían soluciones a los problemas políticos que se enfrentaban, en este sentido, sostengo el discurso reformista engendró una teoría política de la emancipación (lamentablemente, por una serie de infortunios envueltos en el contexto de la situación país y el cerco presupuestario a nuestras universidades, mi trabajo no ha podido ver la luz pública en Venezuela). Mis intereses me han llevado también a explorar la historia de las civilizaciones partiendo de una teoría sistémica de los medios de comunicación (entendiendo este concepto en términos muy amplios, por lo que no se refiere exclusivamente a los medios de masas). Parto de la hipótesis de que la teoría de los medios de comunicación simbólicamente generalizados podría ofrecer un marco teórico a partir de cual se pueda estudiar la historia de las civilizaciones desde un punto de vista comparado. También he escrito sobre la historia del concepto de totalitarismo y sobre el sistema político totalitario, enfocándome en este  último caso en las particularidades del caso venezolano (de nuevo el infortunio ha impedido que el libro resultado de este proyecto, que fue concluido en 2015, vea la luz pública). Actualmente investigo sobre las condiciones históricas que hacen posible la emergencia de espacios públicos o publicidades. En cuanto a las escuelas historiográficas, me identifico con la historia conceptual, no obstante, más que seguir alguna escuela historiográfica tengo la ambición de desarrollar la propia. Abogo por una historia teóricamente informada y pienso que el supuesto divorcio entre teoría e historia descansa sobre una falacia, pues se equipara teoría con ideología, especulación y ausencia de contacto con la realidad. Me impresiona el hecho que muchos historiadores en realidad no entienden qué es una teoría y carecen de una adecuada formación en la filosofía de la ciencia (aunque, en descargo de los historiadores, se trata de un tema ampliamente debatido). Hacer historia es mucho más que enhebrar en una narrativa un conjunto de acontecimientos; significa también comprender y/o explicar, para lo cual se necesitan teorías (políticas, económicas, antropológicas, psicológicas, sociales…), más que categorías de análisis ad hoc. 

(continúa mañana). 

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