sábado, agosto 30, 2014

El "Papel Literario" de "El Nacional" le dedica un merecido homenaje al maestro Domingo Irwin (1947-2014)



Es por ello que transcribiremos acá los tres artículos de dicho homenaje a razón de uno por día de los como dice la presentación de la revista: "Tres eminentes discípulos suyos, José Alberto Olivar, Luis Alberto Buttó y Carlos Alarico Gómez." Empezamos con el del amigo y colega historiador: José Alberto Olivar. Esperamos que se sigan multiplicando estas iniciativas en honor al maestro.

Profeballa

Domingo Irwin / ARCHIVO
Domingo Irwin Gaffaro: una obra, un legado

José Alberto Olivar

Por años el tema militar constituyó una especie de tabú en la historiografía venezolana. Apenas algunos, muy contados, autores extranjeros se atrevieron a pesquisar aspectos coyunturales de las relaciones de poder que siempre ha existido entre el sector castrense y el resto de la sociedad.

Llama la atención que el abordaje de la temática como objeto de investigación había sido asumido por sociólogos, politólogos y sobre todo analistas políticos de nuevo cuño, pero escasamente por historiadores de oficio. Así las cosas, un medianamente joven profesor egresado de las aulas del Instituto Universitario Pedagógico de Caracas, donde había echado raíces como docente e investigador, comenzó a inmiscuirse en aquel arrabal signado la más de las veces por la crónica guerrera de los movimientos armados del siglo XIX y los testimonios de los golpes de estado de lo que iba del siglo XX.

Como una suerte de voz en el desierto, el profesor Domingo Irwin debutó publicando en 1985 un modesto ensayo intitulado Reflexiones sobre el caudillismo y el pretorianismo en Venezuela en el que siembra la piedra fundacional de lo que sería su mayor obra: la línea de investigación sobre relaciones civiles y militares en Venezuela.

A partir de allí, una de sus pasiones más recurrentes sería la revisión sistemática y acuciosa de textos publicados más allá de nuestras fronteras en torno a los militares y el poder político. Consultando clásicos y estudios recientes, desde Alfred Vagts, pasando por Samuel P. Huntington, siguiendo por S. E. Finer, Robert L. Gilmore, Amos Perlmutter, Samuel J. Fitch, Peter D. Feaver y tantos otros especialistas que hasta el final de sus días devoró sin cesar, Irwin procuró comprender a ciencia cierta el fenómeno del Pretorianismo como categoría de análisis, para estudiar la realidad venezolana.

Mucho antes que la dinámica política diera un giro de 180º a partir de las insurrecciones golpistas de 1992 y junto a esta la aparición de diversos libros sobre los militares y la política en Venezuela, ya Irwin había culminado su tesis doctoral en donde plasmó la evolución de la realidad castrense venezolana. Una de sus conclusiones más notables, consistió en señalar la manifiesta incapacidad del sector dirigente civil y civilista para ejercer un control efectivo sobre la estructura militar. De allí la existencia de brotes pretorianos que en conjunto aspiraban dominar políticamente el país.

Los hechos le dieron la razón y su motivación académica pasó a constituirse en una convicción de ciudadano convencido de la necesidad de hacer frente a la arremetida del pretorianismo, por medio del estudio científico de civiles especialistas, capaces no solo de diagnosticar la problemática planteada sino preparados para colaborar en el diseño de políticas públicas tendentes a institucionalizar de manera definitiva el Control Civil en Venezuela.

En adelante, Domingo Irwin entregó lo mejor de sí, a formar en cursos de pregrado y postgrado contingentes de profesionales diestros en el tema castrense, a preparar textos didácticos, ponencias, artículos científicos que en suma representaban una “opinión alternativa” frente a la falacia histórica llena de lugares comunes y juicios distorsionados.

Año tras año, desde 1996 hasta el momento en de su partida física (agosto 2014), no menos de veinticinco libros y setenta ponencias presentadas en eventos nacionales y extranjeros, dan cuenta de la febril labor pedagógica de un maestro, preocupado por el futuro del país, que en vida nunca buscó reconocimientos ni distinciones, sino la consolidación de la civilidad democrática.
 

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