Autor: Carlos Balladares Castillo
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Para Rafael Urdaneta la enfermedad no fue un pretexto (BBV, 133)
16 Agosto, 2011
Me ha causado una grata impresión la biografía número 133 dedicada a Rafael Urdaneta, y escrita por la historiadora Arlene Urdaneta Quintero, la cual es profesora Titular de la Universidad del Zulia con múltiples publicaciones sobre Maracaibo y toda la región zuliana.
Sobre el general Urdaneta, yo conocía su gran fidelidad a Bolívar pero no: su impecable carrera militar, su capacidad para organizar ejércitos y cuerpos de espías, el ser un excelente pacificador de las constantes peleas entre los republicanos, un hombre apasionado por el orden y la paz, y lo que me pareció más admirable de su vida: el hecho que nunca salió del territorio venezolano y neogranadino a pesar de las derrotas militares. Y además, todo esto lo hizo con una salud muy precaria (calenturas, dolores de pecho, y problemas hepáticos, urológicos y reumáticos), que no usó de pretexto para retirarse al extranjero o evadir sus responsabilidades.
Rafael Urdaneta nace en Maracaibo en 1788, siempre considerará el puerto como su patria porque acá creció y se hizo adulto. Su familia era parte de los notables de la región, lo que le permitió obtener una buena educación y el acercamiento a las ideas de la Ilustración. Es por ello que su adhesión a los ideales republicanos se dio desde el mismo momento que se iniciaron los movimientos emancipadoras. En su caso, era parte de la administración del virreinato de Nueva Granada en Bogotá cuando se da el 20 de julio de 1810; aunque se incorporará a los ejércitos republicanos al año siguiente.
La lucha interna entre los independentistas neogranadinos, y quizás su experiencia dentro de la administración hispana; le harán asumir un pensamiento centralista (y de apego al orden) que será reforzado al conocer a Bolívar. En 1813, totalmente identificado con el liderazgo del caraqueño, lo acompañará en la “Campaña Admirable”; momento desde el cual mantendrá una lealtad indeclinable a su persona y a sus proyectos.
Desde la “Campaña Admirable”, Urdaneta desarrollará sus tácticas de engaño, espionaje o negociación con el enemigo. En las batallas va logrando un conjunto de victorias que le permitirán un rápido ascenso hasta lograr ser General de División en 1814 y General en Jefe en 1815.
A pesar de que buena parte de la oficialidad republicana escapará del territorio, en los momentos que se pierdan las dos primeras repúblicas o en importantes derrotas; Urdaneta nunca lo hará. En la caída de la Segunda República atravesará el territorio desde San Carlos hasta Cúcuta para salvar lo que quedaba del ejército republicano; y en 1815 cuando el Ejército Expedicionario español de Morillo domine Nueva Granada, escapará hasta los llanos para unirse las fuerzas del caudillo Páez.
En muchas ocasiones tuvo que enfrentarse a los líderes personalistas como Páez o Arismendi, siendo ejemplo de institucionalidad. Para 1820 su capacidad negociadora volverá a brillar al llevar a cabo los contactos iniciales del Armisticio entre Morillo y Bolívar, y su organización conspirativa al lograr que Maracaibo y Coro se unieran a la República en 1821.
En 1824 será nombrado intendente del Zulia, y cuando se inicien los movimientos separatistas en el departamento de Venezuela, Urdaneta será nombrado para negociar el mantenimiento de la unión.
Este objetivo lo logrará pero temporalmente, porque la República de Colombia era un sueño imposible de concretar. Ante todos estos problemas, es uno de los que proponen la conversión en Monarquía Constitucional ofreciéndole la corona a Bolívar. Su último esfuerzo por salvar a Colombia será cuando asuma la Presidencia de la misma entre 1830 y 1831.
Al final, deberá huir de la misma para salvar su vida y tendrá que esperar un año para poder entrar a Venezuela en donde asumirá un perfil bajo aunque siempre será un servidor del orden. Páez le dará cargos donde su habilidad de negociación es requerida. Cuando la memoria de Bolívar sea reconocida con la llegada de sus restos a Caracas en 1842, Urdaneta será uno de los principales impulsores de su culto, organizando la parada militar durante las honras fúnebres y la creación de la “Gran Sociedad Boliviana de Caracas”.
Su última misión fue ir a Madrid en 1845 para poner punto final al proceso de Independencia con el tratado de reconocimiento de Venezuela por parte de España, pero murió en el viaje. Sus restos fueron repatriados en 1876 y reposan en el Panteón Nacional de Caracas.
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