Historiografía
Germán Carrera Damas (1930) posee una basta bibliografía entre las que nos interesa muy especialmente: Boves, aspectos socioeconómicos de la guerra de independencia (1972), en la que realiza una crítica a las tesis marxistas principalmente (e incluso a la historiografía positivista) referidas al papel supuestamente revolucionario (objetivos igualitarios y de rechazo a la propiedad, o su redistribución) de algunos caudillos, en especial en el caso de José Tomás Boves. El autor señala que el examen y crítica de estas tesis históricas se debe basar en un estudio riguroso de las fuentes, y por medio del uso de la historiografía y la metodología adecuada; aspectos que ha seguido en su investigación. Carrera Damas sostiene que la “cuestión agraria” (esclavitud, concentración de la propiedad, mayorazgos, crédito agrícola, extinción de la propiedad comunal, tierras baldías, etc) es fundamental para comprender la guerra de independencia, y en esto no estaría en contra de los marxistas. La diferencia está en las conclusiones a las cuales llega: Boves actuó adaptado a las condiciones económicas y hacendarias de la guerra, igual que lo hicieron el resto de los jefes militares sin importar del bando que fueran; su Boves buscó supuestamente “redistribuir la propiedad” fue por simple estrategia militar; y en todo caso, concluye el autor, existen muy pocas fuentes que nos permitan adelantar las tesis que lo catalogan como un “agrarista” (esto no es más que un prejuicio “modernista”) (Op. Cit.; 247-251). En Carrera Damas el caudillo es jefe militar perfectamente adaptado a su tiempo y a las condiciones de la violencia que caracterizó la “guerra a muerte” en Venezuela; la ruptura con el mundo tradicional de la colonia y las condiciones socioeconómicas que esta había generado, posibiltaron el caudillaje como forma de acción política.
Diego Bautista Urbaneja (1947) abogado e historiador (en especial de las ideas políticas y el sistema político venezolano), publicó en 1975 un artículo llamado Caudillismo y pluralismo en el siglo XIX venezolano; y en 1988 La idea política de Venezuela: 1830 – 1870. En ambos escritos, pero en el primero especialmente, define un “tipo ideal” del caudillismo como un sistema político el cual llama “caudillismo piramidal” (primer intento que se realiza en Venezuela de definir nuestro tipo de caudillismo), con una serie de características, tales como: ausencia de integración nacional (Estado incapaz de imponer sus decisiones a todo el territorio y población bajo su “dominio”), el orden social está en manos de una pluralidad de centros de poder, los centros de poder tienen carácter individual y reciben el nombre de caudillos, el poder del caudillo tiende a cosificarse e la tierra y esto no significa que sea un sistema feudal porque las lealtades son fácticas y no jurídicas (crítica a Carlos Irazabal), el orden social de la unidad estatal resulta de la suma de las distintas parcelas o centros de poder de los caudillos (la llamada “pirámide de caudillos” o “red de caudillos” la cual es intransitiva; cada caudillo manda sobre el que está inmediatamente debajo de él) (URBANEJA, D.; 1975; 135-137). El hecho que el caudillo pertenezca a la llamada “pirámide” de poder lo hace menos despótico de lo que siempre se ha dicho a lo largo de la historiografía, debido a que sus decisiones debe tomar en cuenta los intereses de los componentes de la red caudillesca nacional para que no se de en ella la anarquía (Op. Cit.; 140-141). Esta característica le da al caudillismo su relativo pluralismo y consensualidad.
Urbaneja se refiere también a las características del caudillo, en especial sus “intereses” como son: el conservar el dominio sobre una porción de tierras y de hombres, y sobretodo su poder discrecional en una determinada zona sobre la riqueza, la fuerza humana, la distribución (Ibid). El pluralismo no sólo se refiere a la diversidad de centros de poder y de decisión, sino también que el caudillo influye e interviene de algún modo en las decisiones de la totalidad (Op. Cit.; 143). Las causas del caudillismo están en la ausencia de clases sociales poderosas y conscientes que intentan ordenar la sociedad de acuerdo a sus intereses (nueva crítica al marxismo), era una sociedad fuertemente atomizada, incluyendo a los propios caudillos que nunca forman una clase (Op. Cit.; 144). En lo que respecta al caudillo de origen popular no desarrolla una definición, pero si apoya las visiones que ven a estos personajes como una expresión de las ambiciones personales y nunca, como diría la historiografía marxista, una expresión de clase o de reivindicación social. Si resalta que existieron caudillos que no poseían tierras (Zamora por ejemplo), pero que lo normal era obtenerlas para conservar su poder como caudillo. Al final, Urbaneja, afirma que este sistema piramidal no se dio en todo el siglo XIX de manera perfecta.
Diego Bautista Urbaneja (1947) abogado e historiador (en especial de las ideas políticas y el sistema político venezolano), publicó en 1975 un artículo llamado Caudillismo y pluralismo en el siglo XIX venezolano; y en 1988 La idea política de Venezuela: 1830 – 1870. En ambos escritos, pero en el primero especialmente, define un “tipo ideal” del caudillismo como un sistema político el cual llama “caudillismo piramidal” (primer intento que se realiza en Venezuela de definir nuestro tipo de caudillismo), con una serie de características, tales como: ausencia de integración nacional (Estado incapaz de imponer sus decisiones a todo el territorio y población bajo su “dominio”), el orden social está en manos de una pluralidad de centros de poder, los centros de poder tienen carácter individual y reciben el nombre de caudillos, el poder del caudillo tiende a cosificarse e la tierra y esto no significa que sea un sistema feudal porque las lealtades son fácticas y no jurídicas (crítica a Carlos Irazabal), el orden social de la unidad estatal resulta de la suma de las distintas parcelas o centros de poder de los caudillos (la llamada “pirámide de caudillos” o “red de caudillos” la cual es intransitiva; cada caudillo manda sobre el que está inmediatamente debajo de él) (URBANEJA, D.; 1975; 135-137). El hecho que el caudillo pertenezca a la llamada “pirámide” de poder lo hace menos despótico de lo que siempre se ha dicho a lo largo de la historiografía, debido a que sus decisiones debe tomar en cuenta los intereses de los componentes de la red caudillesca nacional para que no se de en ella la anarquía (Op. Cit.; 140-141). Esta característica le da al caudillismo su relativo pluralismo y consensualidad.
Urbaneja se refiere también a las características del caudillo, en especial sus “intereses” como son: el conservar el dominio sobre una porción de tierras y de hombres, y sobretodo su poder discrecional en una determinada zona sobre la riqueza, la fuerza humana, la distribución (Ibid). El pluralismo no sólo se refiere a la diversidad de centros de poder y de decisión, sino también que el caudillo influye e interviene de algún modo en las decisiones de la totalidad (Op. Cit.; 143). Las causas del caudillismo están en la ausencia de clases sociales poderosas y conscientes que intentan ordenar la sociedad de acuerdo a sus intereses (nueva crítica al marxismo), era una sociedad fuertemente atomizada, incluyendo a los propios caudillos que nunca forman una clase (Op. Cit.; 144). En lo que respecta al caudillo de origen popular no desarrolla una definición, pero si apoya las visiones que ven a estos personajes como una expresión de las ambiciones personales y nunca, como diría la historiografía marxista, una expresión de clase o de reivindicación social. Si resalta que existieron caudillos que no poseían tierras (Zamora por ejemplo), pero que lo normal era obtenerlas para conservar su poder como caudillo. Al final, Urbaneja, afirma que este sistema piramidal no se dio en todo el siglo XIX de manera perfecta.