Se repite al hablar de las elecciones de ayer: “¡Qué maravilla, una hora de cierre de los centro de votación y ya tienen los resultados en cambio nosotros pasamos horas y horas!”. Existe además la envidia de saber que los colombianos se pueden expresar libremente, y el proceso es transparente. Acá las dudas son grandes y razonables, por la parcialidad de todos los funcionarios electorales, o por lo menos de su inmensa mayoría. En las mesas que he estado, recuerdo que los testigos chavistas son más amables con la oposición que los miembros del Consejo Nacional Electoral. ¿Qué sucede en las mesas donde no hay testigos? Es evidente que todo partido debe cuidar sus votos, pero… En todo caso, hoy es un día para alegrarnos por los colombianos pero para recordar nuestra tragedia: perdimos la democracia, pero vamos a reconstruirla y mucho mejor.
lunes, mayo 31, 2010
Elecciones en Colombia ¡Qué envidia!. Crónicas politológicas (XI).
Se repite al hablar de las elecciones de ayer: “¡Qué maravilla, una hora de cierre de los centro de votación y ya tienen los resultados en cambio nosotros pasamos horas y horas!”. Existe además la envidia de saber que los colombianos se pueden expresar libremente, y el proceso es transparente. Acá las dudas son grandes y razonables, por la parcialidad de todos los funcionarios electorales, o por lo menos de su inmensa mayoría. En las mesas que he estado, recuerdo que los testigos chavistas son más amables con la oposición que los miembros del Consejo Nacional Electoral. ¿Qué sucede en las mesas donde no hay testigos? Es evidente que todo partido debe cuidar sus votos, pero… En todo caso, hoy es un día para alegrarnos por los colombianos pero para recordar nuestra tragedia: perdimos la democracia, pero vamos a reconstruirla y mucho mejor.
domingo, mayo 30, 2010
¡Bienvenida la educadora Jimena Leizaola a la blogósfera!
miércoles, mayo 26, 2010
¿Cuál es el apuro?. Crónicas politológicas (X).
Ya dijimos que son tantas cosas que pasan en política que no se pueden comprender con facilidad. Sin duda una estrategia para estimular la apatía, pero también un apresuramiento antes del “despertar del pueblo”. Esta palabra la usa el régimen, pero sin duda el despertar será cuando se cansen de tanto engaño, sufrimiento por inseguridad, y caos.
Algunas hipótesis del apuro: ¿Será para aprovechar mientras hay recursos? ¿Es un saqueo y ya se está acabando el fruto del mismo? ¿Es la construcción de una nueva burguesía que tendrá el poder económico como pasó en la transición Unión Soviética-Rusia en los noventa? ¿Las encuestas cada día le muestran un creciente rechazo popular? ¿Crisis a lo interno del movimiento? ¿La táctica de la radicalización es la única que le ha dado frutos en las elecciones? ¿Asusta que algo queda? ¿El gobierno del terror y la inestabilidad?.
martes, mayo 25, 2010
Tenemos varias semanas de mayor crispación, expropiaciones y locura monetaria. Crónicas politológicas (IX).
Paralelo a esta locura la realidad sigue inmutable: incremento de la inseguridad, violencia por cualquier motivo, emigración acelerada de lo mejor del país, ausencia de viviendas y consecuente ranchificación, pesimismo.
¿Qué ha pasado estas semanas con la acción del gobierno? - Pregunto tímidamente a una ama de casa –, “seguir destruyendo al país”, me responde con rabia y tristeza. No hay una capacidad descriptiva de la forma en que se destruye, sino una certeza: no se está haciendo alguno bueno porque las consecuencias del mal se ven día a día. Mi vida no mejora, al contrario, sigue empeorando, dice el ciudadano de a pie.
Una nueva realidad: si antes había formas de sacar nuestro dinero del país, ahora no las hay. O por lo menos se han hecho de mayor costo y riesgo. Pareciera que poco a poco se hace más difícil irse.
lunes, mayo 24, 2010
Ultimas películas que vi: "Furia de Titanes", "Alicia en el país de las maravillas", "Por ella" y el "Doctor Muerte"
Alice in woderland/Alicia en el país de las maravillas (Tim Burton)
Me encantaron los efectos, y una Alicia adulta; pero me dejó mucho que desear. Me quedo con la de Disney. No dio la talla el gran Tim Burton.
Pour elle/Por ella (Fred Cavayé)
Con Diane Kurger. Una película francesa de escape de la cárcel. Con gran manejo del suspenso. Me mantuvo en tension.
Yon don't know Jack/Doctor Muerte (Barry Levinson)
Excelentes actores como son la Sarandon y Al Pacino para este film de HBO. La vida de Jack Kevorkian con toda su carga de polémica en torno a la eutanasia. Es visto desde la perspectiva del Doctor Muerte, y nos hace pensar. Desde nuestras creencias cristianas rechazamos la eutanasia, pero no dejamos de meditar en sus argumentos, y en una realidad: ¿Acaso no se practica hoy en día con formas relativamente ocultas? Esto no quiere decir que la aprobemos, sólo consideramos que la sociedad debe pensar y actuar en lo relativo a las políticas para el cuidado (y afecto que le damos) a los enfermos, en especial los terminales o de mayor sufrimiento.
¿Hay tiempo y ganas para comprender los problemas políticos?. Crónicas politológicas (VIII)
Ser docente exige leer la prensa diaria o por lo menos escuchar los noticieros. Es así como la falta de tiempo para leer periódicos lo lleno con las páginas de noticias en internet, y la escucha de la radio (noticias y opinión) entre cola y cola. No es suficiente para lograr comprender la complejidad de nuestra realidad política. Por eso cuando llega el fin de semana veo con otros ojos lo que la semana no me dejó percibir. Despierto a la gravedad de los tiempos que vivimos. ¿Será que el acelerado ritmo que este régimen ha introducido en nuestra política diaria es una forma de estimular el aborrecimiento de la política? A mí no me cabe la menor duda. Los autoritarismos son especialistas en reducir la participación ciudadana por dos vías que son las dos caras de una misma moneda: impedir el procesamiento de los hechos por sobresaturación lo cual lleva al abandono, y esta sobresaturación a su vez hace que todo sea ideología por lo que no hay forma de vivir sino es aceptando el lenguaje, la conducta y las ideas que nos impone el Estado.
domingo, mayo 23, 2010
En un año asesinan a tres de mis exalumnos. Crónicas politológicas (VII).
Una joven de 20 años arrollada después de robarle el blackberry a las tres de la tarde en una urbanización. No les bastó con robarla y golpearla, deben atropellarla. ¿Qué nos ha pasado que nos hemos hecho tan violentos? ¿Por qué ha despertado en nosotros todo lo malo que habíamos logrado superar en el siglo XX? ¿Por qué este horror?. Y lo peor es que pareciera que nos hemos acostumbrado. No protestamos, sólo una temporal indignación que pasa al rato o días.
¡¿Cuándo entenderemos que esto es intolerable y debemos actuar en consecuencia para que no ocurra más nunca, o para que se reduzca al mínimo?!.
Todo esto pasa simultáneamente a la ratificación en tiempo record de la sentencia a los comisarios Simonovis, Forero, y Vivas. La justicia hoy sólo es eficiente para reprimir la oposición política, para cuidar a la población el retardo es eterno. ¿Qué siento? Una gran tristeza, una gran impotencia.
Mi esperanza: sustentada en mi fe, en el conocimiento de la existencia de mujeres y hombres venezolanos que repudian todo esto, del aprendizaje político de los demócratas, y de los miles de ejemplos que demuestran que acá se pueden hacer las cosas bien.
Las palabras de ayer del escritor Juan Carlos Méndez Guédez en El Nacional (que el historiador Consalvi puso en twitter), expresión de una literatura que se niega a aceptar estos tiempos oscuros, lo expresan y explican todo.
(…) La oscuridad de las almas que se van degradando y envileciendo frente a un poder absoluto. Las autocracias no sólo roban, saquean, matan, torturan cierran medios; también se meten en el alma de las personas y las devoran. Un país puede ser una enfermedad crónica, una herida, una fractura. Venezuela lo es.
(…) El país cambió porque sus grandes enfermedades y miserias regresaron: el militarismo, la intolerancia y la mediocridad absoluta.
“Intolerancia”: obra monumental del gran Griffith. Viendo los clásicos (III). Crónica cinéfilas (XXV)
Lo más seguro es que no comportamos su visión del mundo, en especial su racismo y su uso abusivo de la figura de Jesús, pero sin duda que nos admiramos por su maestría cinematográfica. Su final en el climax de la persecución en las cuatro historias que cuenta (montaje alterno), similar pero mucho mejor que el Nacimiento de una nación, es una maravilla. Vemos la lógica de las películas americanas de siempre.
Pensar en lo real que son todos los escenarios en un tiempo en que el cine estaba dando sus primeros pasos. Debió ser un deleite para los que anhelaban recrear lo que sólo habían leido en los libros de historia. Por todo esto, no se puede dejar de verla. Lamentablemente el publico no estaba acostumbrado a este tipo de cine, y tuvo poca aceptación.
Les dejo una escena.
sábado, mayo 22, 2010
Se inicia el debate historiográfico entre historiadores oficialistas y no oficialistas con la respuesta de Elías Pino Iturrieta(ANH) a Luis Pellicer
El historiador no oficialista Elías Pino Iturrieta ha respondido algunos aspectos planteados en el debate que se inició hace una semana, debate que podemos ver explicado y desarrollado primero acá y luego aquí, donde el historiador oficialista Pellicer responde a las acusaciones de reescritura de la historia.
El chavismo se ha empeñado en negar las realizaciones de nuestro siglo XX
¿Y tú no te vas?. Crónicas politológicas (VI).
Al encontrarme con un viejo amigo, al hablar con las personas que tienen entre 16 y 40 años, siempre me hacen la misma pregunta al referirse al futuro cercano. Pareciera que emigrar del país es algo ya inevitable. Mi hermano que vive en Estados Unidos, siempre me lo decía y me lo dice: “la salida de la crisis es por Maiquetía”.
Mi generación y la que le sigue serán de emigrantes mayoritariamente. Muchos hablan de la crisis económica como principal causa, otros de la inseguridad, pero los más dicen con sinceridad: “con ese carajo y los que le siguen no se puede vivir”. En más de 11 años han destruido toda esperanza. Hasta los chavistas light se quieren ir, aprovechan la situación para ahorrar y preparar el viaje.
¿Se repetirá, cambiando lo cambiable, el caso cubano?.
viernes, mayo 21, 2010
“Cimarron” o la apologia del buen Americano. Viendo los clásicos del cine (II). Crónicas cinéfilas (XXIV)
Me ha gustado, a pesar de lo simple y cursi de sus parlamentos. Aunque parezca chocante la vision del hombre blanco emprendedor, trabajador, justo y civilizador que construyó los Estados Unidos (y la mujer siempre fiel "esposa y madre sola"); y su claro racismo, no tanto sobre los indios como sobre el negro. El tímido papel que le dan al único afroamericano en la película, es francamente patético y odioso. Es evidente, que no se puede juzgar a la cultura de 1931 con la del 2010. Una vez que aceptamos esta realidad, podemos sentirnos admirados que los Estados Unidos, a pesar de los pesares, a lo interno de su sociedad buscaban una mayor justicia que cualquier otra sociedad de su tiempo. Esta película es una expresión de ello, y de la gran ambición de sus ciudadanos por transformarse en la nación que guiara al resto de los pueblos del mundo. En pocas palabras: estaban claros.
jueves, mayo 20, 2010
¿Todo es política?. Crónicas politológicas (VI).
Desde Aristóteles hasta hoy, la política tiene un protagonismo en nuestras vidas. Somos seres sociales que debemos ordenar la acción mancomunada. Unos más otros menos, pero todos en algún momento del día son afectados por la construcción del destino común. Por la irremediable necesidad de tratar la convivencia. En los tiempos que corren, los venezolanos tenemos esta angustia permanente: ¿Qué pasará en el país? ¿Cómo resolveremos la crisis? ¿Seguiremos perdiendo las libertades? ¿Hasta cuándo esta pesadilla? ¿Qué pasará en las próximas elecciones? ¿Pasará lo peor? ¿Cuándo se irá?.
La política ciertamente es una preocupación por el futuro.
miércoles, mayo 19, 2010
La diáspora venezolana, un testimonio personal. Crónicas politológicas (V)
Gracias a facebook puedo saber de los que estudiaron conmigo en mi niñez y adolescencia. De todos ellos, la mitad se ha ido del país. ¡La mitad!. Mi padre tiene un hermano, un hijo, y dos nietos fuera.
No los critico, uno no debe ser de donde nace sino de donde se es feliz; y Venezuela es un lugar donde la felicidad se esconde. Pueden preguntarle a las madres, hermanas, esposas e hijas de tanto asesinado.
La diáspora venezolana, no lo dudo un segundo, ayudará a la reconstrucción del país.
Profeballa
martes, mayo 18, 2010
¿Se inicia el debate historiográfico entre historiadores oficialistas y no oficialistas con la respuesta de Luis Pellicer (CNH) a Carrera Damas? (II)
Revolución y memoria histórica
martes, 18 de mayo de 2010
Luis Felipe Pellicer
Desde el taller de costura del rancho de Josefina
Que unos historiadores tengan la legítima intención de reescribir la historia; que lo asuman, además, como su obligación de funcionarios públicos de un Ministerio del Poder Popular en un Estado cuyo gobierno es revolucionario, no debería crispar a otros colegas (con la venia de sus mercedes) que no sólo la han reescrito, sino que ahora pretenden borrar lo que escribieron y lo hacen, también, desde una o varias instancias del Estado.
Lo que les estremece, en el fondo, es haber perdido el privilegio de ser los únicos autorizados por los poderes de (su) turno para hacerlo y lo que más lamentan es la certeza, que les da la experiencia del oficio, de saber que el de ahora es un poder popular y no es pasajero. ¿No será mucha pedantería de este “pobre diablo” (lo de pobre sí, lo de diablo, no me atrevo: por cristiano y porque según dicen el diablo es sabio) decir que a estos historiadores de la Academia lo que les irrita más es que quienes asumimos la historia insurgente, hemos sido sus discípulos y no nos calamos más la estratificación feudal que impusieron en el oficio?
El asunto, lo sabemos, no es la historiografía y menos una discusión teórico-metodológica acerca del oficio. El asunto es la política. Es decir, la perspectiva desde la cual se escribe y se reescribe la historia. Hemos afirmado que la vamos a reescribir para el pueblo y con el pueblo, pero es más, la estamos reescribiendo con los consejos comunales, con los fundos zamoranos, con los estudiantes, con los investigadores, con los maestros, con los profesores y, sí, con los militares. Con los militares, porque nuestros militares son el pueblo en armas, desde hace más de dos siglos. Las milicias, lo saben todos los eruditos de la Academia, no son invento de esta revolución. Había aquí milicias durante el período colonial y fueron las que hicieron la guerra de Independencia. Que tengan una disciplina y un entrenamiento especial, como lo tienen los historiadores y todo el que se mete en una Universidad, no los hace menos pueblo. Para muestra un botón: el comandante Chávez, que no sólo es del pueblo, sino que lo expresa en todas sus dimensiones, sobre todo en una que les duele mucho a los “desechos ideológicos” de la oligarquía: en un gobierno para el pueblo y con el pueblo.
De la acción histórica de los militares, de todo como en botica, como también la de los civiles. Otra vez un maestro nos alumbra. Al biografiar a Laureano Vallenilla Lanz, quien no tenía charreteras, Elías Pino afirma:
(…) su obra más conocida es Cesarismo democrático (…) donde utiliza la metodología y los supuestos teóricos de la escuela positivista, examina en ella el pasado venezolano en estrecha relación con la coetaneidad, para concluir en la justificación del caudillo como ‘gendarme necesario’ al considerarlo como un corolario natural de la evolución colectiva de la sociedad venezolana.” Diccionario de Historia de Venezuela, Fundación Polar. T. 4. p. 192.
Civil e historiador, Vallenilla justificó un verdadero régimen dictatorial, el peor, el liberalismo salvaje en su pasta, hasta que se demuestre lo contrario. ¿Qué decir de Gil Fortoul? ¿Qué decir de todos los civiles que mataron, aprisionaron y mortificaron sin cuento? ¿Qué decir de los chácharos gomecistas (dígalo ahí abuelo Pancho), los esbirros perejimenistas, encabezados por el mecenas de muchos académicos, Don Pedro Estrada; los discípulos de Posada Carriles, los López Sisco y los Simonovis?
Apreciamos a nuestros maestros. No creemos estar haciendo otra cosa que darle continuidad, profundidad y popularidad a sus enseñanzas. Agradecemos al mercader de la esquina de San Francisco la sugerencia de distribuir los documentos del Libertador y del Precursor en el puente de las Fuerzas Armadas. Los pondremos a disposición en todos los puentes construidos y los que estamos construyendo, una vez conservados, preservados, digitalizados y publicados por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura. Los pondremos a disposición de todos, justo en los lugares donde se pueden conseguir las obras de la historiografía escrita por los ideólogos de la burguesía, cuyas bibliotecas han sido rematadas por sus deudos después de repartir la herencia.
Advertiremos, como corresponde a nuestro aprendizaje, que se debe hacer una lectura crítica de todos los textos o al menos ojearlos para verificar las fuentes. Haremos un ejercicio de técnicas a partir de la obra de la zarina roja, Carmen Bohórquez (Suma Cum Laude, Université de la Sorbonne Nouvell Paris III, 1996) titulado: El Papel de Miranda y su generación en la emancipación latinoamericana: identidad, integración regional y gobernabilidad, y disfrutaremos de las interpretaciones de nuestra apreciada Lina Ron y de las agudas observaciones de Darío Vivas, y de todo el que quiera acercarse a la velada de lectura colectiva.
La edad no es ni virtud, ni defecto, es simple estadio vital, pero ¡por Dios! hay que saber cuando retirarse, quizás un buen momento sea cuando las vísceras se nos convierten en neuronas.
Más de quince años tenemos en estas andanzas por la historiografía, sin estudiar a profundidad lo político o lo militar. Apenas, si hemos barruntado unas palabras sobre lo social y lo ideológico, denominado otrora con el eufemismo de mentalidades. Aunque hemos trabajado la ideología de las élites, nuestros maestros siempre nos han visto como mulatólogos. Normal, un chivato de Cotiza, no podría tener la sutileza para desentrañar la criptografía mental elitesca. Pero, como cualquier resentido uno se empeña en hacerlo y, lo que es más: lo hace. Hasta lograr “hablar de soga en casa del ahorcado”. Conocer los mecanismos de la opresión es imprescindible para desactivarlos. Quieran o no, mis “venerados” enseñadores, esa es la tarea en revolución. Desde hace quince años tratamos de ver la otredad y lo que vemos es una mismedad.
Como la revolución, esto de la memoria histórica es un proceso abierto, continuo y actual.
Lo siento Rosalbita.
A propósito de los 200 años de independencia, Venezuela se presenta como protagonista de nuevos movimientos emancipadores, que involucran la liberación intelectual necesaria para destapar la historia que durante siglos fue minimizada e inclusive, ocultada
La historia oficial venezolana legitima la participación de la burguesía y los mantuanos venezolanos en la guerra de independencia, pero no habla de aquellos que dieron por la Independencia lo único que tenían: su vida. Esos son precisamente los que llaman pardos, esclavos, negros manumisos, mulatos, sambos, etc., gente que hizo posible la emancipación, gente que no aparece en ninguna parte en la historia oficial. “Estamos buscando construir un nuevo discurso histórico que explique ese proceso de independencia en los términos de la revolución socialista venezolana”, esa es la fundamental característica de la presente conmemoración de los 200 años de emancipación. Estas reflexiones fueron expuestas por el profesor Mario Sanoja durante su participación en el Foro “Ideas de la Independencia”, realizado en la Universidad Bolivariana de Venezuela, bajo la responsabilidad del Ministerio del Poder Popular para la Cultura (MinCultura) y Monte Ávila Editores, con el objetivo de crear espacios de discusión sobre el libro como herramienta indispensable en todos los procesos emancipatorios de América Latina, a propósito del Bicentenario de la Independencia.Sanoja es ensayista, sociólogo, antropólogo, profesor titular jubilado de la Universidad Central de Venezuela y docente actual de varias casas de estudio nacionales e internacionales (España, México, Puerto Rico, Colombia y Kenia).El foro también contó con la intervención de la comunicadora social y docente Modaira Rubio. Durante el desarrollo del mismo, ambos ponentes, destacaron el carácter discriminatorio de la historia denominada oficial, en contraposición de una historia que emerge como parte del proceso revolucionario que vive Venezuela actualmente y que sin duda, busca reivindicar las voces silenciadas por la burguesía y/o los poderes imperialistas.Sanoja explicó que para el 19 de abril de 1810 la lucha emancipadora se vio marcada por dos agendas, de las cuales sólo conocimos la elaborada por la burguesía colonial mantuana, que se formó apropiándose de la tierra de los indígenas, así como de la fuerza de trabajo indígena - al principio- y posteriormente, de la esclava; beneficiándose de la plusvalía. La otra agenda o proceso de rebelión pertenecía a la masa popular y estuvo prácticamente oculta por la historia oficial.Hoy en día, la historia alternativa o no oficial que se está construyendo en el país y que busca explicar el por qué surge en Venezuela una revolución Bolivariana y Socialista, se fundamenta precisamente en esas dos agendas. “Los hechos históricos están allí, pero lo importante no es tanto narrar el hecho tal cual como fue, sino interpretarlo, ya que no ocurrieron de gratis, sino que son la expresión de un contexto social, económico, político, filosófico e ideológico”, aseveró Sanoja al referirse al papel de los escritores y lectores alternativos.Al reflexionar sobre el rol de los desposeídos en la historia oficial, resalta el trato superficial que se le daba a los mismos. Al respecto Sanoja apuntó: “Cuando se habla de los negros, mulatos, sambos, etc., se hace de forma efímera, aun cuando entonces ocupaban un 80% de la población venezolana, concentrada fundamentalmente en toda la costa del país, desde Paria hasta Zulia. Y dentro de ese contingente de gente excluida y pobre, el sector más maltratado eran las mujeres, que no tenían ningún derecho, a pesar de constituir la mitad de la población”.Referente a esto, Modaira Rubio, especialista en temas de igualdad de género, planteó como un ejemplo vivo y claro, el caso de la redención de la participación de la mujer en la gesta de independencia, que estuvo totalmente invisibilizada durante 200 años, prácticamente hasta que llegó la Revolución Bolivariana. Recordó la campaña denominada “Rescate de la Memoria Histórica”, emprendida por el Instituto Nacional de la Mujer, que condensa en folletos el aporte que dieron muchas heroínas que fueron ignoradas porque no tenían un apellido o porque no eran esposas-compañeras de ningún protagonista de la historia (como Luisa Cáceres de Arismendi o Manuelita Sáenz). De igual forma, aplaudió la iniciativa para llevar a las heroínas al Panteón Nacional, empezando por Urquía, la compañera del Cacique Guaicaipuro.“En ninguna parte de la versión oficial vimos a nuestras heroínas, a las mujeres soldadas que ofrecieron su vida por la guerra, aquellas que mantuvieron la economía de las haciendas cuando los hombres se fueron al frente y quienes produjeron los alimentos, los enseres y el avituallamiento de las tropas; ese es un claro ejemplo de lo que es la historiografía burguesa y de lo que busca esa historiografía que llamamos alternativa, que no es otra cosa sino la verdadera historia de los pueblos”, manifestó Rubio.La verdadera emancipaciónOtra de las reflexiones que se originaron en medio de la discusión fueron las respuestas a interrogantes como: ¿Por qué se dice que la lucha continúa? ¿Por qué se habla de revolución?Al respecto Sanoja dilucidó sobre la lucha de esa gran mayoría ignorada de la que se hizo mención antes, gente pobre y dominada que peleaba por resolver su pobreza y hacer valer su mayoría numérica. Rebeliones que minimiza la historia al hacerlas ver como un simple desorden o desorganización nacional.“La emancipación no fue completa por eso, porque fue tal cosa para unos, pero al mismo tiempo significó la explotación y la esclavitud para otros (…) Por eso cuando hablamos del Caracazo, estamos hablando del comienzo de otra independencia, que es la rebelión de ese 80% de gente pobre contra el paquete neoliberal que le quiso imponer una oligarquía aliada ahora con una clase política compuesta por AD y COPEI fundamentalmente”, afirmó.Para Sanoja, esa fecha marcó el colapso de la hegemonía social de la oligarquía venezolana, culminando en el año 1998 con la elección del presidente Hugo Chávez, momento para el cual, finalmente, esa enorme masa popular comienza a tomar el poder para convertirse en la clase dominante. El profesor reveló que este segundo siglo de emancipación de América Latina coincide con un momento de la historia de la humanidad que está muy definido por un proceso de cambio global, que tiene que ver con el colapso del capitalismo, no solamente en Venezuela, sino en muchos otros países.“El capitalismo es una obra humana, por lo tanto, es histórico: Nació, se desarrolló y ahora está en su fase final, mostrando el decaimiento de las formas sociales vinculadas a este modelo, expresó.Por su parte, la periodista Modaira Rubio, agregó que “en la resemantización de la historia vamos viendo nuevas ideas en el plano de la relación de Venezuela con el resto del mundo, que tiene que ver con el nuevo papel de tener un obrero o un campesino al frente de la conducción de los países más importantes de América Latina”.Hizo mención a la importancia de leer entre líneas y de conocer, a través de los libros y demás comunicaciones, la posición de Bolívar acerca de lo que él vislumbraba como la hegemonía norteamericana, lo cual está en cartas que durante siglos fueron silenciadas y que ahora se han dado a conocer. “El Estado venezolano, a través de la plataforma del libro, ha ido rescatando publicaciones, pero está en nosotros buscar autores que nos puedan dar una versión de la historia desde ese punto de vista que no nos cuenta la historiografía burguesa, ya que como lectoras y lectores tenemos el deber de consolidar las ideas libertarias que llegamos a conocer a través del libro”, puntualizó.
Prensa MinCI / Berenice Sulbarán
lunes, mayo 17, 2010
¿Se inicia el debate historiográfico entre historiadores oficialistas y no oficialistas con la respuesta de Luis Pellicer (CNH) a Carrera Damas?
sábado, 15 de mayo de 2010
Luis Felipe Pellicer
Nada sino un hombre
En verdad, es satisfactorio que un simple mortal pueda tener un efecto curativo en alguien que se imagina un semidios. Lo digo porque la risa es terapéutica, y provocársela a Germán Carrera Damas puede contribuir a aliviar algunos de sus males.
La indigestión, en cambio, tiene muchas maneras de curarse, la más sencilla y antigua consiste en expulsar por los orificios naturales del cuerpo aquello que la causó. Si estuviéramos en el Leander bastaría con acudir a su sentina. Quiero expresar mi coincidencia con el diagnóstico que hace el doctor Carrera de la democracia venezolana, es cierto: sufre una indigestión. Sólo añadiría que tratándose de toda una sociedad la que padece de democracia dispéptica, 11 años de implementación del Proyecto Nacional democrático, participativo y protagónico no bastan para expulsar de la mentalidad conservadora, 300 años de coloniaje y dos siglos de liberalismo oligárquico y burgués, de los cuales 40 años fueron de democracia diarreica, para decirlo en términos escatológicos.
Por otra parte, confieso mi imposibilidad de sentir piedad por alguien. Desde las bajuras de mi humanidad apenas si puedo sentir nostalgia, sobre todo cuando releo a un antiguo maestro, fundador de la cátedra de Historia de la Historiografía venezolana, quien en 1968 afirmaba que el desarrollo de la burguesía nacional, a partir del último cuarto del siglo XIX, obedeció a un proceso de acumulación de capital mediante el peculado amparado por el poder público, la subasta de concesiones petroleras y la extensa libertad de explotación de campesinos y obreros.
Decía además, con la claridad propia de un historiador marxista:
“Ese desarrollo de la burguesía como clase conlleva ingentes esfuerzos por la definición de una ideología apropiada, y lo que es claramente perceptible en el orden de la vida política no podía menos que proyectarse en el campo de los estudios históricos. De allí que la burguesía venezolana se encuentre desde hace algún tiempo en trance de reescribir la historia (…) Esta nueva historiografía tiende a exaltar valores como el de la continuidad institucional, oponiendo el concepto de evolución al de revolución; reivindica los valores civilistas burgueses y propone, para uso de una clase que no ha ganado laureles en el campo de batalla, una ampliación y diversificación del concepto de héroe. Pero, no todo es nuevo en esta historiografía, así como conserva usos y tradiciones en el aspecto metodológico, continúa también la subestimación del pueblo como agente histórico, presentando como motor del proceso histórico no ya al hombre providencial, sino a restringidas elites.”(G.C.D. Metodología y estudio de la Historia. Caracas, Monte Avila Editores, 1980. p.190.
Si entendimos al maestro, la burguesía tiene más de un siglo reescribiendo la historia y utilizándola como un instrumento ideológico que le sirva para mantener su lugar privilegiado de dominación, explotación y saqueo de los recursos que nos pertenecen a todos. Se propuso entonces y procura ahora, esa misma clase y sus ideólogos, no sólo seguir escribiendo la historia en su beneficio, sino que pretende que el pueblo no escriba la suya. Para ello se valen y han valido de la expoliación del patrimonio documental que le pertenece al pueblo, de la invisibilización del protagonismo popular en la construcción del proceso histórico, de la malintencionada actitud de monopolizar los saberes y de la crasa manipulación de las fuentes históricas.
Esos ideólogos disfrazados de “científicos sociales” han pretendido que la historia sólo la han hecho unos señorones de levitas y sotanas, quienes además de hacerla la escriben y la reescriben a su antojo.
¿En qué quedamos entonces maestro, se puede o no se puede reescribir la historia?
¿Reescribirla es o no es una necesidad histórica de una clase social?
¿Será que ahora piensa que se debe seguir subestimando al pueblo como motor del proceso histórico y que la burguesía es la única que puede reescribir la historia?
Una pequeña precisión: cuando Marx se refirió al papel revolucionario de la burguesía en el Manifiesto Comunista, está hablando de una clase “que en lugar de la explotación velada por ilusiones religiosas y políticas, ha establecido una explotación abierta, directa, brutal y descarada (…) una clase que ha hecho de la dignidad personal un simple valor de cambio”. Marx caracteriza a la burguesía como “retoño fatal” y a su época revolucionaria, como una etapa donde: “Todo lo que era sólido y estable es destruido; todo lo que era sagrado es profanado y los hombres se ven forzados a considerar sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas con desilusión”.
Para finalizar, quiero resumir el manifiesto que hemos hecho desde el Ministerio del Poder Popular para la Cultura: Con la ayuda del Dios de verdad, que creemos está en el cielo; con la fuerza movilizadora del pueblo venezolano y nuestroamericano; con el auxilio de los saberes que hemos logrado en los ambientes de aprendizaje en que hemos compartido con obreros, campesinos, profesores y estudiantes; con el impulso telúrico de la Revolución Bolivariana; con la inspiración que nos brinda el pensamiento y la acción revolucionaria de Bolívar y Miranda; con el orgullo que nos produce que este país y esta revolución la dirija un líder continental como los es el Comandante Chávez; con la certeza de que este proceso bolivariano socialista y humanista logrará que nuestros hijos y nietos viva en una sociedad de equidad y justicia social: Vamos a reescribir la historia y vamos a transformar la historiografía para el pueblo y con el pueblo.
Viendo los clásicos del cine (I). Crónicas cinéfilas (XXIII)
Aunque no lo mires y escuches, él sigue allí. Crónicas politológicas (IV).
La política es ignorada adrede por muchos. Los que se dicen apolíticos entienden por política lo que hacen los poderosos o las autoridades del Estado, es por ello que miran para otro lado cuando estos aparecen o “suenan”. No saben o no quieren saber que también es política las diversas formas de ejercer el poder en las diferentes instituciones y en todos los grupos humanos; y en lo relativo al Estado y a los gobernantes, por más que los ignoremos sus decisiones nos marcan.
Si seguimos el razonamiento de los “muchos”, no lo voy a negar, yo tampoco escucho al mandón y sus foquitas porque me generan molestias. Pero lo sigo siempre en la prensa escrita y digital. De vez en cuando veo TV, y los noticieros. Lo sé, él está ahí, aunque yo no haya votado nunca por él, aunque anhele otro país; este gobierno sigue allí, y ya son once años. No sé si estos “muchos” sean mayoría, pero la realidad es que en estos tiempos la gente no deja de hablar de política aunque la ignore ¿Será que nunca lo dejamos de hacer, ni ahora ni antes ni en el futuro?.
domingo, mayo 16, 2010
La hipótesis del asesinato de Bolívar la rechazan hasta los historiadores PROFESIONALES chavistas
Lo planteado por Jorge Mier Hoffman es improbable que haya sucedido, según el historiador Fausto Torrellas, porque existen documentos suficientes que respaldan los testimonios de las personas que estuvieron en el lugar y las diligencias legales que se realizaron con motivo de su estadía, padecimiento y muerte del Libertador en la población de Santa Marta, en Colombia.
“Yo no le doy ninguna credibilidad a lo que dice ese señor. La muerte por tuberculosis del Libertador está debidamente comprobada por la autopsia y los síntomas que presentó en el transcurso de la enfermedad”, dijo Lionel Muñoz.
“Un hecho de esa naturaleza cambiaría toda la historia que hemos conocido hasta ahora”, aseguró el profesor de historia Henry Guerra.
El historiador Luis Pellicer considera que es necesario verificar la autenticidad de los documentos que se presenten, para poder tener un criterio cierto con respecto a este hecho
Historiador venezolano (Manuel Caballero) nos habla sobre la historiografía chavista y el traslado de los archivos de Bolívar y Miranda
El archivo de Bolívar, de la Academia de la Historia al Puente de las Fuerzas Armadas
Que se trasladen los archivos de Bolívar y los de Miranda desde la Academia de la Historia al Archivo General de la Nación, en ninguna parte del mundo provocaría controversia, como no sea en el terreno técnico: que si uno u otro local es el más apto para recibir esos documentos, que si el personal tiene mayor o menor entrenamiento para manejarlos.
Mario Sanoja, obediente a la más mínima voz de mando venida de Fuerte Tiuna, se une al coro: ¡Gloria a Dios en las alturas y en la Tierra al Héroe del Museo Militar, por haber rescatado el archivo del Libertador de las manos de la oligarquía para ponerlo en las del pueblo! Yo creo que los sacrílegos autores del secuestro de esos archivos deberían ser pasados por las armas, comenzando por un tal Mario Sanoja Obediente que, desde hace más de once años, no sólo forma parte de esa corporación oligarca, sino que es hoy mismo su Vicepresidente.
La retórica del traslado
De modo pues que, como se decía al principio, lo grave no es el traslado de unos archivos de un edificio público a otro, sino la retórica que acompaña a ese traslado.
sábado, mayo 15, 2010
Mesa de la Unidad presenta sus candidatos para la Asamblea Nacional
Foto: Caribe Focus
Este sábado los partidos de oposición, estudiantes y sociedad civil, se reunieron en un acto llevado a cabo en el gimnasio cubierto José “Papá” Carrillo de Caracas, para presentar los candidatos unitarios que se medirán en los comicios de la Asamblea Nacional.
El discurso de apertura estuvo a cargo de Ramón Guillermo Aveledo, quien indicó que la Asamblea Nacional que salga elegida el próximo 26 de septiembre tiene el reto de reivindicar los principios de la Constitución de 1999, legislar con realismo y visión de futuro, controlar al Gobierno y equilibrar los poderes.
“La nueva Asamblea deberá hacer la tarea que le pone la Constitución, legislar con realismo que entienda el presente y sus retos y con visión que prepara el futuro y sus posibilidades. Controlar el gobierno para equilibrar el poder y cooperar para que el Estado le sirva a los ciudadanos para evitar excesos y desviaciones o corrupción del gobernante”, expresó.
Indicó Aveledo que Venezuela tiene muchos problemas que solucionar “pero hay los recursos y el talento para solucionarlos y si es un crimen derrochar los recursos en un gasto público caprichoso, desordenado aquí y justificado afuera, es un crimen mucho mayor desperdiciar el talento al dividirnos y no escucharnos por prejuicios ideológicos o intereses políticos”.
Señaló la Asamblea que van a elegir todos los venezolanos “será el comienzo del cambio de país ¿Cuál es la diferencia? ¿Por qué votar en septiembre puede cambiar las cosas?, la diferencia es la unidad. Aquí están como lo prometieron, todos unidos no porque no tengan diferencias sino porque esas diferencias no son más importantes que Venezuela y que la vida de los venezolanos”.
“Esta unidad es una realidad que tiene la madurez de quien conoce el terreno que pisa, que aprende de sus errores y asume a conciencia nuevos desafíos tiene el conocimiento y las ideas que hacen falta”, destacó.
Historiador venezolano (Elías Pino Iturrieta) nos habla sobre la reescritura de la historia
Artículos de opinión de los historiadores
En cada época se analiza el pasado de manera diversa
Cuando editó su Resumen de la Historia de Venezuela en 1841, Rafael María Baralt, intelectual eminente, consideró que los asuntos de la paz no merecían espacio en sus volúmenes, ni en ninguna investigación sobre el pasado. Hoy sus colegas de la posteridad no piensan lo mismo. Desde la esquina oficialista ahora destacan en sus propuestas de modificación de la historiografía, dos historiadores -Pedro Calzadilla y Luis Pellicer- que la escribieron hace diez años de una manera parecida a la que hoy rechazan sin misericordia. Nada o casi nada de lo que publicaron entonces se relaciona con lo que sostienen en la actualidad, según se puede comprobar con un vistazo de sus aportes. De los ejemplos se constata una realidad indiscutible: en cada época se analiza el pasado de manera diversa, partiendo de un entendimiento sujeto a las conminaciones de cada posteridad.
Un polémico apretón de manos que no dura más de 24 horas. Crónicas politológicas (III).
viernes, mayo 14, 2010
El ganador del 1ª Premio Iberoamericano de Literatura Arturo Úslar Pietri 2010 nos habla de la venezolanidad
Premio Iberoamericano de Literatura Arturo Úslar Pietri 2010
Novela ganadora: Blue Label /Etiqueta Azul
Por Eduardo Sánchez Rugeles
Hablar de Venezuela es un ejercicio complicado. Nuestra idiosincrasia está ensamblada sobre una frágil estructura de prejuicios, de mitos de creación, resentimientos fundacionales e hipersensibles narcisismos que, en la mayoría de los casos, distorsionan el sentido de la reflexión y la intención. La autocrítica, en distintos contextos, se percibe como ofensa. La Naturaleza y el pasado legendario suelen ser los argumentos sobre los cuales fundamos nuestra epopeya. La condición humana, sin embargo, se pierde de vista, se esquiva, se parodia. Si bien la crisis de hombres ha sido una constante discursiva en la ensayística venezolana aún, públicamente, resulta espinoso reconocer nuestra cultura imperfecta. El fracaso social sigue siendo un tabú. Cecilio Acosta, Briceño Iragorry, Picón Salas y, en ocasiones, el propio Uslar son pensadores antipáticos, incómodos; su transgresora lucidez atenta contra nuestra irrefutable cultura de la grandeza.
Pasados diez años del siglo XXI, dejando de lado esencialismos románticos, hemos de reconocer la contundencia de la derrota. Venezuela, hoy día, es una hipótesis no resuelta. El presente, en sus múltiples facetas, es un indicio claro de que no sabemos vivir en sociedad. La tradición, de alguna forma, ha naturalizado la violencia; sin darnos cuenta nos acostumbramos a la discutible dignidad del insulto y al conformismo mediocre. Esta situación ha dado lugar a que las nuevas generaciones sean herederas de una idiosincrasia falsa, de una virtud supuesta. Solemos definirnos, públicamente, como un pueblo alegre; esta alegría espontánea, esta integridad del ser dicharachero nos ha permitido configurar una especie de humorismo trágico, de carcajada nerviosa. Quizás, como salubre ejercicio de madurez y catarsis, sea necesario reconocer que nuestra verdadero patrimonio es el de la tristeza; una tristeza que se funda en la imposibilidad del diálogo, en el elogio permanente de la burla, en el miedo a los otros, la espontánea desconfianza y la feliz ignorancia que ha dado lugar a aquello que, con orgullo impostado, hemos definido como viveza; dudoso atributo que, en el fondo, no es otra cosa que la lenta agonía de nuestra eticidad.
La cultura política ha convertido el siglo XIX en una ética. La escuela nos enseña que el pasado es algo así como un destino manifiesto; que el retroceso, desde cierto punto de vista, es una forma de avance. El ideario decimonónico ha sido una invasiva referencia de excelencia, de verdad incuestionable, de teología pagana. Intuyo que nuestro estancamiento sociocultural está en clara relación con la dependencia enfermiza de ese imaginario mundano. A este respecto, con las manos atadas en el paradigma romántico descrito con lucidez por Luis Castro Leiva, me gustaría presentar a la juventud venezolana una modesta propuesta: convertir el siglo XIX en documento. Nuestro mundo es otro, las formas de lo real han cambiado de manera rotunda. Lo diré sin ambages ni eufemismos: la pretensión de ser bolivariano en nuestros días, además de un vago anacronismo, es una ingenuidad; ingenuidad condicionada por el peso inevitable del tiempo, por el orden del mundo, por la relación frenética e incomprendida entre el desarrollo tecnológico, los modos de la rutina y los complejos escenarios de lo contemporáneo. Si bien, en su contexto, reconozco el valor, la belleza, la originalidad y la necesidad histórica de plantear esas inquietudes, afirmo, con profunda responsabilidad, que los intereses de la Venezuela contemporánea no aparecen descritos en la Carta de Jamaica.
Esa historia política, contemplativa y acrítica, ha sido la responsable de la vulgarización de las palabras. Una revisión superficial de los manuales de historia de Venezuela nos habla, por ejemplo, del deterioro conceptual de la palabra revolución. Desde 1830 hasta nuestros días asistimos a una especie de Rock en Río o concierto popular de revoluciones: azules, amarillas, libertadoras, restauradoras, rojas, de abril, de octubre, de reformas y un largo etcétera de inabarcables vergüenzas. A este respecto, con súbita intuición, Ramón Díaz Sánchez expresó en su olvidado e inolvidable ensayo sobre Antonio Leocadio Guzmán que los venezolanos, por revolución, entienden cualquier impulso animal de rebeldía, subversión o atropello brutal de la ley. Hoy, en 2010, creo que es legítimo tomar posición ante este descolorido sustantivo. Yo no creo en revoluciones; sí creo, por otro lado, en la necesidad de una profunda revisión, de un examen de conciencia común –una especie de psicoanálisis social- en el que podamos confrontar los orígenes del conflicto y tratar de justificar nuestra sucesiva incapacidad para constituirnos como un colectivo si no armónico, al menos, tolerante y sostenible. Insisto, aún corriendo el riesgo de la redundancia, en el hecho de que debemos adaptarnos a la cronología. La historia es sólo historia, experiencia, teoría, referente, acopio cultural, enseñanza y estímulo, pero es necesario entender que el presente y el futuro son categorías distintas. A pesar del auge tecnológico, del I-pad y la dependencia enfermiza del BlackBerry seguimos siendo una sociedad feudal y mitológica. La escuela venezolana sigue contando nuestro pasado a través del esquema de los grandes relatos, historias que complacen, de la manera más superficial, el fanatismo de la pertenencia pero que, con el paso del tiempo, y quizás por el abuso del discurso político, han dejado de constituir un arraigo. La cultura del mito trasciende la cuestión decimonónica; una sucesiva estructura de mitos modernos ha pasado a ser la marca referencial de nuestra historia contemporánea. Miguel Otero Silva, a este respecto, subrayó con furia en un prólogo posterior a la publicación de Fiebre las posibles perversiones que podían suceder tras la mitificación de la llamada de Generación del 28; aquella reflexión, como el Mensaje sin destino de Briceño Iragorry, se perdió en el tiempo. La disciplina histórica, en este contexto, colapsa. De manera binaria encontramos, permanentemente, la vulgarización de la memoria: 18 de octubre de 1945; mito, de nuevo la palabra revolución; la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, mito, relato preciosista sobre la magnificencia de la infraestructura y el orden; luego, entre distintas escaramuzas, se conformó una burda mitificación del afán libertario de los años sesenta, la guerrilla, la capucha, el terrorismo ingenuo y la transgresión banal se constituyeron en nuestro imaginario como un referente de lucha, de libertad posible. La historia, en este ir y venir de epopeyas de serie B, no deja de ser una nota al margen; la experiencia, las vivencias, aparentemente, no importan.
A pesar del entorno hostil, a pesar del rencor institucionalizado, he logrado aprehender la posibilidad de una esperanza; esperanza real, ajena al universo pueril de las buenas intenciones y el optimismo fatuo. Distintas experiencias me han hecho apostar por la idea de futuro. Durante tres años tuve la oportunidad de trabajar como docente en el difícil marco de la Educación Media caraqueña. Aquella fue una elección personal que, más allá de la pírrica remuneración, me trajo satisfacciones inmensas. Esa elección fue censurada por muchos compañeros de profesión, licenciados en disciplinas humanísticas. Con ese tipo de sarcasmo cruel y fascinante con el que letrados y filósofos empapelan sus mundos, muchas veces fui interpelado por la supuesta vulgaridad de mi oficio. Para muchos de mis compañeros, yo no era más que el pobre pana que sólo quedó para dar clases en bachillerato, aquel cuyas aspiraciones –al aceptar el innoble ejercicio de la docencia- parecían estancarse, conformarse con el escándalo infantil e insignificante de un aula de clase. Nunca di respuestas a estos señalamientos; mi temperamento siempre evitó el tener que justificar algo que, entonces, no sabía expresar con palabras. En esta oportunidad, respaldado por el perfil pedagógico de Uslar, creo que podría intentar responder a esas denuncias y, al mismo tiempo, justificar mi credo por la idea de futuro. Tal vez parezca cursi o romántico pero entiendo que, hoy día, la cuestión de la enseñanza no es más que un ejercicio de miradas. Sé que los jóvenes de la Venezuela del siglo XXI sólo necesitan que alguien se tome la molestia de verlos a los ojos y entender la infinita sucesión de paradojas que se confrontan en la adolescencia. En las miradas de los estudiantes con los que tuve la oportunidad de trabajar vi algo que, por lo general, echo de menos en los rostros de mi generación; algo sencillo, algo simple, algo que nuestra tradición de fracasos e improvisaciones ha convertido en anécdota chistosa, algo que la ignorancia denuncia y que por una especie de determinismo social o mecanismo de defensa, pareciera sano excluir. En aquellos ojos había, simplemente, sueños. Y educar, a mi humilde criterio, no es más que saber canalizar e interpretar las posibilidades de esos sueños. “A mitad del camino de la vida, ausente y extraviado en mi selva particular” aún desconozco la mayoría de las cosas del mundo. A veces, cuando la realidad ofrece su rostro más visceral, cuando la muerte y la miseria imponen su criterio, dudo de la existencia de Dios, otras veces cuestiono su bondad. Mi realidad se sostiene sobre una infinita sucesión de dudas, contradicciones y dos o tres certezas. Una de esas certezas se funda en la necesidad de reforzar y constituir el valor humano y trascendental de la enseñanza.
Resulta vergonzoso apreciar cómo, a lo largo del siglo XX, los líderes políticos utilizaron a conveniencia el recurso retórico de la patria. Desde esta tribuna, sin tener inferencias precisas, me pregunto: ¿Qué es la patria? ¿Qué significa, en el siglo XXI, esa noción abstracta y alienante? Mis convicciones vacilan a este respecto. Intuyo, sin embargo, que si tuviera que elegir entre la prostituida espada de un héroe viejo y una visión de país constituida por el bienestar de sus gentes, la calidad de vida o la utópica perspectiva de un fin de semana sin asesinatos inútiles no tendría mucho qué discernir. Las espadas, a fin de cuentas, no son más que piezas de museo, objetos de un siglo que caducó. Creo con firmeza que este país sólo tendrá un desarrollo posible cuando logremos arrancar de nuestro imaginario toda esa retórica baldía de bayonetas, caballos moribundos y escaramuzas devenidas en épica. Entiendo que, a la luz del paradigma oficial, hacer patria supone expresar una sentida indignación porque la armada invencible de una potencia extranjera utilice los puertos de Curazao para repostar combustible. Probablemente, el hacer patria exige gritar injurias o fingir agravios ante el mundo por la noticia de que un avión invisible sobrevoló el espacio aéreo de San Antonio del Táchira. O, quizás, esa idea de patria exija aplaudir la compra desmedida de armamento a las antiguas repúblicas soviéticas que, procurándose un futuro más o menos digno, buscan en el mercado internacional obtener un beneficio rentable de su chatarra. Si eso es hacer patria, entonces manifiesto mi desinterés y, de ser necesario, mi renuncia. Antes que esa visión vulgar y rastrera del arraigo me conformo con hacer literatura y, protegido por la dignidad de las aulas, desarmado, asistido únicamente por la voluntad y el valor del estudio, empeñarme en decirle a un grupo de adolescentes que someter a crítica la memoria histórica de un país es el deber natural de toda generación que aspire a la excelencia; sugerirles que la vida sólo vale la pena ser vivida si se tiene un mínimo sentido del significado del respeto, la paz y aquello que otras culturas entienden por la palabra libertad.
A mediados del siglo pasado, Miguel Ángel Asturias inició un fascinante ciclo que la crítica literaria ha definido como novelas de dictadores. También Arturo Uslar Pietri, con su Oficio de difuntos, tomó posición en torno al relato de las sistemáticas violaciones de los derechos humanos llevadas a cabo por regímenes de fuerza. Las dictaduras, por fortuna, son parte del pasado de América. Existe una excepción insular, es cierto, excepción que de manera curiosa es el modelo político de ciertos gobiernos. Hoy día, valdría la pena plantear a los creadores de ficciones, artistas plásticos, músicos y demás ingenieros del espíritu, la posibilidad de constituir el ciclo narrativo de las democracias artificiales. Aquellas que, tras una vulgarización y vigilancia opresiva del voto, propugnan ideologías sin ideas, socialismos asociales e inventan banales efemérides con el fin de promover conflictos innecesarios y hacer apología de la guerra. La persistencia del discurso político por avanzar hacia el pasado produce insoportables alergias. Asombra contemplar cómo la década perdida, aquella que se inició con la tragedia de La Guaira, ha representado el retorno a epidemias de paludismo, malaria y mal de Chagas; a la paulatina desaparición del agua potable y la luz eléctrica; a la reivindicación del trueque y la indolencia creciente ante al bandolerismo de nuestras autopistas, convertidas en caminos de tierra.
Hoy, a través de este reconocimiento, quisiera tomar posición a favor del futuro. Creo firmemente en el poder de las palabras. Tengo la convicción de que la literatura es inmune a la censura y al agravio, al grito feraz del ignorante. El poder, el pobre poder, podrá utilizar sus ministerios para amedrentar al pensamiento libre; se podrán cerrar medios de comunicación e intimidar la voluntad de hombres y mujeres con fusiles y ballenas pero, difícilmente, pueda constituirse algún decreto que silencie el empeño de la voluntad, la promiscuidad de los sueños y la invulnerabilidad de las palabras. Esa idea, justamente, es la que pretendo infundir en el aliento mortificado de las nuevas generaciones. Mi arenga a la juventud apuesta por el retorno a lo esencial, a la dignidad del lenguaje. Simplemente, lean, vuelvan a leer, piensen, sean autocríticos. La tolerancia sólo se construye con el ejercicio cotidiano de la paciencia y el diálogo. Aprendan a escucharse a sí mismos, a refutarse, a administrar con madurez la sucesión humana del subir y el caer. Pido disculpas al auditorio por la posible pedantería de mi estilo didáctico, no he perdido el hábito del aula y la retórica, mal acostumbrada a las franelas beiges de los estudiantes, imita el gesto vocativo de mi oficio. No pretendo decir a nadie lo que tiene que hacer o, mucho menos, cómo debe vivir. Mi relación con la enseñanza es un conflicto no resuelto, un argumento lacerante del insomnio, una cruzada particular que, probablemente, a la luz de alguna legislación a la carta pueda ser tipificada como delito. No es de extrañar que el humilde deseo de que este país pueda ser un lugar mejor, según el criterio fanático de algún ministerio iletrado, sea previsto como una inaceptable falta que merezca ser castigada con la rueda o el potro.
Tras este magma irresoluto de consideraciones intempestivas tengo el afable deber de exponer algunos agradecimientos. Agradezco, en principio, a la Fundación Arturo Uslar Pietri por su exagerada diligencia en todo lo que ha representado la organización y convocatoria de este Premio Iberoamericano de Novela. Subrayo, en este contexto, la abusiva bondad de mi amigo Níkola Krestonosich quien, en estos días saturados de diligencias y nuevas experiencias, se ha convertido en una especie de Virgilio, abandonado en el averno caraqueño. Más allá del respaldo a la novela quisiera dar un reconocimiento a la Fundación por la encomiable labor que realizan con el Sistema de Niños y Jóvenes Escritores de Venezuela, una gesta que, sin duda, procurará grandes beneficios. De igual forma, agradezco a los miembros del jurado por la lectura crítica y amable que hicieron no sólo de Blue Label/Etiqueta Azul sino también de mi incomprendida Transilvania. Cuando, hace un año aproximadamente, comencé a redactar Blue Label nunca imaginé que aquel trabajo solitario, aquel ejercicio de otredades, transgresiones lúdicas, retóricas juveniles y recuerdos inconexos podría tener la potencialidad de convertirse en texto publicado. Mis objetivos literarios, obstinadamente, estaban enfocados en otro proyecto. Aprendí a creer en Blue Label gracias al apoyo y el estímulo de algunas personas cercanas a mi entorno. En este sentido, agradezco el oficio lector de mi esposa, Beatriz Castro, quien hizo severas lecturas del manuscrito y, con suma pertinencia, denunció gazapos, redundancias, cacofonías y defectos puntuales que mis primeras lecturas no alcanzaron a precisar; a Cecilia Egan por su fe incuestionable en la novela; por el mensaje de texto que, en una madrugada de octubre, me hizo llegar para decirme que Blue Label, a pesar de estar hablada en venezolano, había logrado tropezar con el lenguaje universal que supone el vértigo de la adolescencia. Debo expresar también un sentido agradecimiento a Luis Yslas, Rodrigo Blanco y a todo el equipo de mi casa virtual, el portal ReLectura. Hay otros agradecimientos que, intuyendo la fragilidad de mi temperamento, preferiría hacer de manera privada. Mi familia, en sus dos vertientes, desciende de una legendaria estirpe de sensibleros que, inevitablemente, me ha hecho depositario de un espíritu blando. La conciencia de mi debilidad, la vergüenza y el respeto por las formas solemnes no me permiten pronunciar algunos nombres que, por demás, sé que no hace falta mencionar.
Quisiera cerrar esta intervención haciendo referencia a un conflicto irresoluble y omnipresente en las distintas discusiones sobre el pasado, el presente y el futuro de Venezuela; conflicto que, últimamente, he tropezado en múltiples foros y tertulias. Me refiero al álgido debate sobre la venezolanidad. Hay un empeño casi fanático en demostrar la pureza del folklore, la autenticidad de la tradición y el hermetismo de nuestra esencia. En distintos contextos, existe una urgente necesidad por descubrir un origen supuesto, una raíz común, un patrimonio telúrico. Esa abstracción imaginada, en ocasiones, se enfrenta de bruces contra la refutación de lo real. La venezolanidad es un asunto que, particularmente, no me crea conflicto. Tengo la convicción de que la condición humana es anterior a la idea de nación y que, seguramente, sólo lograremos ser un país digno cuando, haciendo a un lado el juego de la idiosincrasia perfecta, trabajemos con humildad y paciencia en la reconstrucción de aquello que Uslar Pietri definía con la sencilla y compleja noción de valores humanos. Quizás, a los ojos del mundo, podamos convertirnos en un referente virtuoso el día que la virtud se practique de manera espontánea en lugar de ejercer la excelencia por encargo o la ética por turnos a la que cierta indolencia social nos ha mal acostumbrado. El arraigo, probablemente, sea algo indefinible; palpable, perceptible a los sentidos, pero que trasciende las formas esenciales del lenguaje. Siempre he pensado que la venezolanidad ha de ser algo así como esos cotidianos olvidos domésticos, como aquellos episodios en los que la prisa o el estrés nos hacen perder de vista, por ejemplo, las llaves de la casa. La impaciencia, en esas circunstancias, nos obliga a buscar en lugares remotos, a remover papeles y desordenar la casa. Tarde caemos en cuenta, con justificada vergüenza, que las llaves las teníamos en la mano o que, distraídamente, las habíamos colocado en otro bolsillo. Tengo la convicción de que nos encontraremos el día que dejemos de buscarnos. Algo me dice que, perdidos, desorientados, humillados y ofendidos, aún estamos ahí y, que de alguna forma, a pesar del envilecimiento innegable, siempre hemos estado ahí.
Apelo, como corolario a esta reflexión desesperada, a la autoridad poética. Quisiera prologar el punto final citando las palabras de William Carlos Williams en su prefacio al Aullido de Ginsgberg. Allí, el autor dice algo que a pesar de la diferencia de los contextos nacionales redunda y simpatiza con aquello que Cesare Pavese describió con gran tino como el oficio de vivir. Cedo la palabra al bardo para luego volver a la guarida del silencio. Dice el poeta, también americano: “A pesar de las experiencias más degradantes que la vida pueda ofrecer a un hombre, el espíritu del amor sobrevivirá para ennoblecer nuestras vidas si y sólo si somos capaces de conservar la inteligencia, el valor, la fe y el arte de perseverar”.
Gracias por su atención. Buenas noches.