EL NACIONAL - Lunes 28 de Junio de 2010 Cultura/4 El foro del lunes MANUEL CABALLERO
--Usted le dijo a Simón Alberto Consalvi, para una entrevista que fue publicada en Siete Días , que fue en el siglo XX cuando los venezolanos comenzaron a llamarse venezolanos. Si es así, ¿qué éramos entre 1810 y 1908?
--Yo hablo de percepciones y de la idea que los venezolanos tenían de sí mismos entonces. Me baso, entre otras cosas, en una investigación que hizo un grupo de investigadores de Maracaibo, dirigido por Germán Cardozo Galué.
Revisando la lista de los que solicitaban pasaporte, les llamó la atención que los únicos que, cuando se les preguntaba la nacionalidad, decían ser venezolanos, eran los de la Provincia de Caracas. Todos los demás decían ser maracuchos, cumaneses, etcétera. Es decir, que no había todavía esa conciencia nacional. De hecho, el Estado-nación venezolano todavía no se había formado. Cuando uno revisa la historia del siglo XIX, observa la dominación coriana, la aragüeña, la llanera, la andina. Al final del gobierno de Falcón, la gente salió gritando a la calle: "¡Mueran los cabezones, mueran los corianos!".
En un informe que le pasa el jefe de la Policía de Caracas al general Gómez sobre unos manifestantes en 1930, le decía que había gente gritando: "¡Mueran los táchiras cabezas chatas!". Yo dificulto que hoy a un venezolano le pregunten "tú qué eres" y, primero que todo, diga "yo soy coriano". Eso no pasa ni siquiera en una ciudad tan importante y que está por encima de todas como Barquisimeto, que es de donde yo soy (risas).
--Entonces esa conciencia nacional se concretó en el siglo XX.
--Sí. Ya en la década de los años veinte Vallenilla Lanz decía que se podía hablar de una nación con todas sus características. Eso fue acompañado por la formación de una conciencia. En 1958, a raíz de las elecciones, hubo una mancheta de El Nacional que fue muy clara en ese sentido. Decía: "Betancourt perdió en Guatire, Larrazábal en Carúpano y Caldera en Yaracuy". Es decir, que en cierto modo las fidelidades regionales habían sido borradas, si no habían desaparecido. Por otra parte, en el siglo XX ya es posible reconocer a un venezolano fuera de Venezuela sin necesidad de que presente el pasaporte. Hay una idiosincrasia nacional.
--Usted acaba de hablar de Gómez, y verdad es que suele decirse que Venezuela entró realmente en el siglo XX en 1936...
--Esa es una frase de Picón Salas se adelanta Caballero.
Si hemos de creer a alguien que estaba presente cuando se dijo, se aplicó en primer lugar a España, con motivo de la guerra. Se dijo que España había entrado en el siglo XX en 1936, y Picón agregó que Venezuela también. Entonces pegó esa frase, que es muy cierta. Hay siempre la tendencia a pensar que la historia comienza con uno. Por ejemplo, después del 18 de octubre, había en el aire la sensación de que la historia, pero sobre todo el siglo XX, comenzaba con nosotros. Y eso también era cierto. La sociedad de masas, eso tan característico de nuestro siglo pasado, aparece en 1945, no necesariamente como consecuencia del 18 de octubre, pero por lo menos coincidencialmente.
--¿Y qué tan cierto es que el país no ha salido del siglo XX?
--Ah, bueno, eso no se puede saber todavía. Apenas han transcurrido 10 años del siglo XXI, ¿y cuáles son las características del siglo XXI? Eso se podrá decir después.
--Todo aquel que se considera demócrata, quizá por descuido, emplea como palabras sinónimas "democracia" y "política". Pero en el libro usted insiste en que son distintas. ¿Cuál es la diferencia?
--La diferencia que existe entre el continente y el contenido. El continente es la política, que tiene las siguientes características: primero, el abandono de las soluciones de fuerza; segundo, el reconocimiento de la existencia del adversario. ¡Reconocimiento! enfatiza el historiador. En Venezuela se comienza a reconocer la existencia del adversario después de la muerte de Gómez. Sin embargo, para mí, empieza a formar parte de la actitud política del venezolano con el estatuto electoral de 1946, que establece la representación proporcional de las minorías. Ese es el meollo de lo que es la política.
--¿Y qué hay de la democracia?
--La democracia es, fundamentalmente, un estado de conciencia: conciencia del pueblo de su propia fuerza. La democracia aparece cuando un pueblo toma conciencia de que su sola presencia, como ocurrió el 14 de febrero de 1936, puede doblar el rumbo de la política de un país y torcerle la mano al Gobierno.
Para mí la democracia no es la sucesión de gobiernos democráticos, la libertad de prensa, de culto, etcétera, ¡aunque también!, sino que lo fundamental, lo básico, es la toma de conciencia popular. Ahora, eso no es necesariamente positivo. La democracia puede ser, si no se reconoce la existencia del adversario, la dictadura de la mayoría. Aquí hemos visto esa prueba. De modo que, por encima de la democracia, está la política.
--¿Podría decirse, entonces, que Chávez ha acabado con la política pero no con la democracia, o sea, que ha ido atrofiando las formas políticas que hacen posible la vida democrática?
--Sí, Chávez ha intentado acabar, basado en la democracia, con la política. Chávez llegó al poder por elecciones, durante mucho tiempo ha sido una presencia mayoritaria y continúa teniendo una indudable fuerza. Pero aquí ha habido una resistencia permanente, abierta, corajuda.
Durante todos estos años yo me he opuesto a la posibilidad de un golpe militar. Nadie puede dudar de que yo detesto a Chávez, pero uno no sale de una pesadilla cambiando un monstruo por otro. La única manera de acabar con una pesadilla es despertarse.
--Usted asegura que en la figura de Chávez han reencarnado viejos complejos venezolanos. Pero, ¿no siente que hay algo inédito en la crisis actual? En el siglo XX ningún proyecto político había logrado convencer a tanta gente de que, antes que fracasar, hay que matar o morir.
--¿Y eso es verdad? Habría que verlo y hasta ahora no se ha presentado. Germán Carrera Damas dijo una vez algo que en su momento yo tomé como una boutade, pero que luego reflexionando he tomado más en cuenta. Dijo que ha habido un solo gobierno por el que el pueblo venezolano ha derramado sangre a raudales, un solo gobierno, nunca ningún otro: el gobierno de Fernando VII. Así que no hagamos tanto caso a las fanfarronerías de Chávez.
--¿Pero entonces no hay nada nuevo en esto?
--Sí, es cierto que hay algo.
Por primera vez en Venezuela, las tendencias autoritarias, que siempre han existido, llegaron por un cierto tiempo a ser mayoritarias. Por otra parte, es la primera vez que en el país un gobierno autoritario emplea exitosamente los mecanismos de la democracia para conquistar y mantenerse en el poder.
Fotografía: Manuel Sardá (El Nacional, Caracas, 28/06/10)