sábado, enero 16, 2010

Historiador venezolano (Elías Pino Iturrieta) comenta la política de racionamiento eléctrico del chavismo

Artículos de opinión de los historiadores
Transcribimos el artículo del historiador Elías Pino Iturrieta que publica todos los sábado en
El Universal. El subrayado es nuestro.

Información de actualidad
Que Dios le pague, comandante-presidente por este portentoso itinerario hacia los orígenes
Las velas, como asegura el historiador Matthew Luckiesh, son un bien precioso de la humanidad. Existen desde la antigüedad, y se han constituido en la fuente más expedita de claridad debido a que su manufactura y su transporte no son difíciles. Se fabrican con una mínima aplicación de tecnología y puede ser llevadas en el bolsillo sin incomodidad, para convertirse en "una planta completa de iluminación sin nada de desperdicio. No se necesitan tanques, como ocurre con el transporte de aceite, pues su combustible es sólido hasta que la llama lo funde". Su utilidad es esencial para la vida cotidiana y para los asuntos de la economía, agrega el autor, pero también para la celebración de ceremonias públicas y rituales religiosos. Considérese este párrafo como elogio de unos objetos cuyo uso formará en adelante parte de los hábitos del venezolano. Con la resurrección de las velas, no hace la sociedad sino vincularse con las tradiciones más caras del género humano y con un venero de progreso que data de tiempo inmemorial. Bienvenidas, pues, las velas, a la evolución de nuestras vidas encaminadas por la ruta incontenible del adelantamiento; y ahórrese molestias el lector cuando acuda a la pulpería a comprarlas para resplandor del hogar, para la marcha de sus negocios o para atención de sus oratorios domésticos. Felicítese, más bien, por la adquisición.

Pero esté pendiente de la calidad y de los precios, advertencia proveniente de Vida de hacienda en Venezuela, un libro de José Rafael Lovera que abunda en noticias sobre las formas de vivir de nuestros antepasados. Encabezan el elenco las velas de cera, utilizadas generalmente en las fiestas de la Iglesia y las más costosas del mercado por la intensidad de su luz y por la duración de sus materiales. Siguen las velas de esperma de ballena, para cuya adquisición debe también guardarse una buena cantidad de moneda macuquina. Pero queda la solución de las velas de cebo, que cada quien puede elaborar en la tranquilidad de su cocina, o en pequeñas fabricas sin mayor obligación de mano de obra, valiéndose de la grasa del ganado. En relación con las velas de cebo conviene advertir que producen un olor demasiado fuerte, unido a una luz rojiza y a una abundancia de humo que turban la visión y generan congestión pulmonar. Con el tiempo la gente se habitúa a su uso, especialmente porque no salen caras, porque se consiguen de diversos tamaños, al gusto del consumidor, y porque son resistentes al viento. Las velas, cualquiera sea su tipo, entorpecen la visibilidad y faenas como la costura y el bordado, imprescindibles cuando conviene el refugio casero ante las amenazas de la calle y ante las tropelías de cuatreros, mal entretenidos y abigeos, pero animan la imaginación. Como recuerda Lovera, desatan la fantasía en la penumbra de la noche para que los habitantes de las casas observen sombras que se vuelven fantasmagóricas, u otro tipo de percepciones ajenas al entorno que, pese a que producen miedo, no dejan de ofrecer material para las tertulias y para otras amenidades susceptibles de paliar los aburrimientos del encierro hogareño.
Y ahora una información fundamental sobre los fósforos, también llamados cerillos o cerillas, para que el lector no se mortifique cuando deba usarlos para prender las velas. Ya desde el siglo XVIII se perfeccionó su fabricación, mediante el uso de fósforo mezclado con goma arábiga y con otros materiales no inflamables que hacían confiable su manejo. Su uso es antiguo en el país. Las crónicas apuntan a 1838 como fecha de introducción, y ya existe una fosforería con toda la barba en 1853, bajo la dirección de un emprendedor llamado Juan Delgado. Volvamos a Lovera para alabar la utilidad del precioso adminículo: "Este humilde invento, pequeño y desechable, permitió al hombre llevar consigo, dondequiera que fuese, la posibilidad de encender el fuego, y vino a solucionar lo que en tiempos idos fue un grave problema que hoy nos parece una nimiedad más de la vida diaria". ¿No estamos ante una maravilla, cuya trascendencia se ha subestimado debido a que su uso se volvió asunto corriente?
Retornamos a un sinfín de milagros, en suma. Bebemos otra vez de antiguas fuentes, como los antecesores de la Colonia y del siglo XIX. Nos miramos en el espejo de la tradición para parecernos a imágenes y conductas que considerábamos como piezas yertas del cementerio de la historia, como testimonios de lo que juzgábamos como retrogradación. De allí el contenido de la columna de hoy, que se atreve con una modesta colaboración para que entremos con ánimo en la prometedora etapa de desarrollo para cuyo advenimiento no ha ahorrado esfuerzos el gobierno. Que Dios le pague, comandante-presidente, y también a los otros timoneros de este portentoso itinerario hacia los orígenes. eliaspinoitu@hotmail.com

2 comentarios:

Martha Colmenares dijo...

Profeballa, enlacé la entrada que se refiere a las declaraciones de la presidenta del TSJ en el post de mi blog.

Di mi vuelta para actualizarme, hoy anda el Internet algo ligerito.
Abrazos

Profeballa dijo...

Mil gracias! Pero no lo conseguì. Te enlacè por las declaraciones de Ch sobre el cristianismo y marxismo.
Saludos

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