jueves, abril 02, 2009

El concepto de “Caudillo” en Simón Rodríguez (IV)

El concepto de “Caudillo” en Simón Rodríguez a través de su obra: Defensa de Bolívar (1830).

(Cuarta parte, ver la primera parte
aquí, segunda parte acá, y tercera aquí)

Autor: Carlos Balladares
El “jefe”

El uso de la palabra “jefe” es constante a lo largo de todo su escrito, sin duda que es la forma que más usa para referirse a autoridad, aunque en algunos momentos la califica como “jefe militar”, “jefe supremo” y algunas pocas la hace sinónimo de “gobernante”, e incluso “rey” y “emperador”. Al definirla, señala que “Jefe es el que hace cabeza, y se dice que hace cabeza porque manda”
[1], y las virtudes del jefe se expresan más por los fines que logra que por los medios que usa[2], es un “hombre fuerte”[3]; y en este sentido la definición de jefe en Rodríguez se acerca a la idea de caudillo como gobernante o líder político personalista más que una autoridad apegada a normas (parafrasea a Bolívar: “procedí contra toda regla, lo confieso; pero SOIS INDEPENDIENTES”[4]); e incluso al definir política se refiere más a los fines que a los medios: “Tomar las medidas que piden las circunstancias para asegurar el buen éxito de una empresa tratando con hombres se llama POLÍTICA nó MANIOBRA”[5].

La grandeza o valor de los fines que se proponen los jefes están en directa relación con su dificultad, esto es lo que determina sus méritos y su gloria: “(…) el fondo que da valor á las acciones de un Jefe es el CONCURSO DE CIRCUNSTANCIAS en que ha obrado”
[6]. Es por esto que Bolívar se equipara a los grandes jefes de la historia (citados por Rodríguez: Alejandro, Carlomagno, Pedro el grande, Washington, Napoleón y Wellington[7]), pero incluso, posee más méritos que estos porque en la América Española las circunstancias que debió enfrentar eran más extremas:

En la revolución de los Anglo-americanos, y en la de los franceses, los Gobernantes no tuviéron qué pensar en crear pueblos, sino en dirijirlos. La América Española pedía dos revoluciones á un tiempo, la Pública y la Económica: las dificultades que presentaba la primera eran grandes – el General Bolívar las ha vencido, ha enseñado ó excitado á otros á vencerlas: los obstáculos que oponen las preocupaciones á la segunda, son enormes – el General Bolívar emprende removerlos (…)
[8].

Estos jefes que llamamos históricos creemos que se pueden equiparar a lo que Rodríguez llama “Jefes Supremos”
[9], son forjadores de modelos que deben seguir los jefes de las Repúblicas nacientes; es así como afirma que: “(…) Si se les permite desacreditar el modelo, no habrá quien quiera imitarlo; y si los Directores de las nuevas Repúblicas no imitan a Bolívar, LA CAUSA DE LA LIBERTAD ES PERDIDA.”[10] Agrega, además: “(…) vean en los principios de Bolívar los de la seguridad general, y en su persona la columna maestra del sistema republicano”[11]. Este tipo de jefes son los que la definición actual de caudillo considera como “cuadillo institucionalizador” debido a que su conducta es constructora de sistemas de gobierno, de instituciones (“Bolívar ha dado el ser á Colombia, y el Gobierno Republicano se sostiene, por el respeto que infunden sus armas”[12] o mejor aun: “Los bienhechores de la humanidad, no nacen cuando empiezan á ver la luz; sino cuando empiezan á alumbrar ellos”[13]); y los pueblos no dejan de admirar sus virtudes como ejemplos a seguir.

En general, Rodríguez señala que los jefes deben respetarse porque “el descrédito del Jefe refluirá sobre sus funciones – el de estas sobre el sistema – y el del sistema sobre los pueblos (…)”
[14], pero más aun si dicho jefe es el que considera “supremo”, que nosotros hemos llamado histórico.

Es difícil en Rodríguez identificar la definición que hace de la palabra “jefe”, pero hemos considerado que se acerca más a nuestra definición de caudillo que cuando habla de “militar” porque por lo general tiende a asociarlo con un mando fuerte y una acción creadora, en el sentido de la construcción de repúblicas, naciones o sistemas de gobiernos.
Referencias bibliográficas:

[1] Ibídem, p. 221.
[2] Ibídem, p. 224.
[3] Ibídem, p. 227.
[4] Ibídem, p. 248.
[5] Ibídem, p. 235.
[6] Ibídem, p. 223.
[7] Ibídem, p. 221.
[8] Ibídem, p. 206.
[9] Ibídem, pp. 308 y 309.
[10] Ibídem, p. 205.
[11] Ibídem.
[12] Ibídem, p. 242.
[13] Ibídem, p. 201.
[14] Ibídem, p. 234.

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