El siglo del Boletín, 1912-2012
Simón Alberto Consalvi
Publicado en Analitica.com
Lunes, 16 de julio de
2012
A la hora de hacer el
balance del siglo, no cabe duda de que ha sido una participación invalorable.
Miles de páginas, cientos de trabajos, ensayos, monografías, investigaciones
que, en suma, constituyen aportes de gran importancia para la historiografía nacional.
No hay mejor manera de celebrar que reconocer la contribución de los
predecesores
Foto: Google
No hubo desfile en Los Próceres para celebrarlo. Estas
efemérides transcurren preferiblemente en secreto, como un privilegio reservado
a quienes también en silencio, y como religiosos, practican el humilde culto
del conocimiento de la historia de la tierra que nos acoge. Quizás sean pocos
los que a través del tiempo lo hayan frecuentado, o dejado sus huellas
invisibles en sus páginas. Esto no es una excepción venezolana. Pues bien, en
silencio y sin que himnos y tambores resonaran en Los Próceres, reservados para
otra clase de episodios que se alimentan del bullicio y se regocijan con los
pasos de ganso, el Boletín de la Academia Nacional de la Historia cumple un
siglo en este 2012.
Un siglo de vida secreta debe celebrarse (dignamente)
en secreto. Está, como diría un sabio que fatigó sus papeles, en la naturaleza
de las cosas. El Boletín echó a andar el 31 de marzo de 1912. Imaginemos lo que
esto significa, cuidándonos de no caer en la fanfarria. Un siglo de pensar en
la historia de Venezuela, en nuestros orígenes, en nuestro devenir como pueblo,
en nuestras preguntas a la Esfinge. Páginas que fueron modestas y siguen siendo
modestas como signo de lo que son, producto del trabajo metódico, persistente,
callado, de quienes a lo largo del tiempo han pensado en Venezuela. Este sería
su gran legado, su propio trofeo, las miles de respuestas a tantas preguntas
sobre el país que somos.
Se cuenta que el Boletín nunca detuvo su marcha,
aunque en los tiempos de la Primera Guerra Mundial aminoró el ritmo, pero sin
dejar de andar.
Durante años, desde 1892, los historiadores e
investigadores, solían escribir en las páginas de El Cojo Ilustrado, la otra
gran revista venezolana que recorrió largo camino, hasta 1915, cuando llegó a
su final. El Cojo Ilustrado cumplía los veinte años, apenas faltaban tres para
su desaparición, y el Boletín aparecía a tiempo. Este año de 1912 fueron
relevantes las colaboraciones de los historiadores en El Cojo. Eloy G.
González, por ejemplo, publicó en cinco entregas un largo ensayo biográfico sobre
uno de los fundadores de la historiografía venezolana, don Feliciano Montenegro
y Colón. Laureano Vallenilla Lanz se distinguió por la frecuencia de sus
trabajos, "Simón I, rey de las Américas", "La evolución
democrática", "Los gérmenes del federalismo", "Ensayos
críticos sobre las campañas de Independencia". Santiago Key Ayala publicó
un amplio estudio titulado "Apuntes sobre el terremoto de 1812". A
pesar de que Rufino Blanco Fombona había editado en Europa su libro Judascapitolino,
un panfleto devastador contra el Presidente de la República, la revista de
Herrera-Irigoyen acogió sus escritos sobre Bolívar.
Este fue el ambiente intelectual en que apareció el
Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Fue un momento de creación y de
fecundidad, como queda visto.
Una rápida mirada a los avatares políticos de la
centuria indica que, contra viento y marea, la academia supo en todo tiempo, y
pese a la gran pobreza de siempre, cumplir con su deber primordial de darle
continuidad, lo que nos permite celebrarla ahora como la revista más antigua de
Venezuela y una de las más antiguas de América Latina.
La crónica refiere que un historiador que llegó a
ministro de Instrucción Pública en 1912, el doctor José Gil Fortoul, decretó el
5 de diciembre de 1911 un aporte de 400 bolívares mensuales para la
institución, y los individuos de número, al deliberar sobre sus prioridades
designaron una comisión de 3 numerarios (Pedro Manuel Arcaya, Marco Antonio
Saluzzo y Francisco Tosta García) para que estudiaran la mejor inversión del
aporte modesto pero significativo, y "estos fueron de parecer que la suma
se dividiera en 2 partes: una para la impresión del Boletín, que propusieron
fuera creado de inmediato, y la otra para la preservación de los fondos
documentales".
A la hora de hacer el balance del siglo, no cabe duda
de que ha sido una participación invalorable. Miles de páginas, cientos de
trabajos, ensayos, monografías, investigaciones que, en suma, constituyen
aportes de gran importancia para la historiografía nacional. No hay mejor
manera de celebrar que reconocer la contribución de los predecesores. Así, el
licenciado Pedro Correa ha seleccionado un conjunto de textos de los
historiadores Caracciolo Parra Pérez, Pedro Manuel Arcaya, Ramón Díaz Sánchez,
Mario Briceño Iragorry, Eduardo Arcila Farías, Héctor García Chuecos, y José
Nucete-Sardi, que aparecen en la edición celebratoria.
Luego se añaden selecciones temáticas, una dedicada a
"Historiadores extranjeros", coordinada por el académico Elías Pino
Iturrieta. Otra, "Historia diplomática de Venezuela / Relaciones
internacionales de la República", coordinada por el académico Edgardo
Mondolfi Gudat. Y, finalmente, "Historia territorial de Venezuela",
bajo la coordinación del académico Manuel Donís Ríos. Se trata, en pocas
palabras, de una rendición de cuentas, y de un reencuentro con quienes a lo
largo del siglo hicieron posible esta andanza en el tiempo y en la historia de
Venezuela.
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