Luis Britto García ND / Últimas Noticias
Huelga de guionistas
Cansados de las ratas incapaces de escribir una sola página pero que toman las páginas de los demás, las cambian, las cortan, las censuran, las adaptan, las desadaptan, las roban, las tergiversan, las falsifican, las vuelven mierda, las hacen firmar por otros, los guionistas hacen huelga. Paralizada queda de improviso la fábrica de alucinaciones con la que pretendemos suplantar la realidad. Vacías quedan las pantallas que sólo transmitieron vacío. Se acaban las parejas ya que remedaban tan sólo libretos urdidos en tantas telenovelas abominables. De repente se desmorona el aparato político pues los políticos sólo seguían guiones inscritos en los teleprompter. Se desploma la economía que era una fábula alimentada por ficciones consumistas. Cae sobre la Tierra el pavor de la libertad.
Ahora nos corresponde por primera vez a cada uno escribir nuestro propio guión. Al pavor de la página en blanco sigue el de las vidas en blanco. Alto octanaje Así comenzó el reino de los automóviles. Nuestros sirvientes los hombres se alimentaban de vegetales o de animales que comían vegetales. Entonces dedicaron todos los vegetales para fabricar nuestro combustible. En el proceso murieron todos de hambre. Entretanto habíamos aprendido a cultivar, y por eso todas las mañanas nos agolpamos en las calles de las ciudades desiertas, derrochando combustible vegetal en enormes congestiones que no llevan a ninguna parte y cuyo sentido ninguno de nosotros comprende.
Bases de datos Se filtró la información y en las esquinas los buhoneros venden en discos compactos las bases de datos de la compañía de teléfonos, de la administración tributaria, del registro automotriz, de los bancos, por lo que nadie tiene seguros sus datos. Una amiga me envía un correo electrónico y en el mensaje el servidor junto al nombre de la remitente revela también su clave secreta de usuaria, y ya no es segura tampoco la correspondencia. Se revela ahora que cada persona tiene una clave secreta para sus pensamientos y otra para sus sentimientos, y ambas aparecen en las bases de datos que en las esquinas venden los buhoneros en discos compactos. Queda así transfigurado en público lo privado y es inútil cambiar la clave porque los rastreadores la colocan en Internet y la retransmiten mediante actualizaciones. Podemos así abrir los archivos de la mujer amada y verificar que nunca nos destinó un pensamiento. Quién sabe quién apertura mi mente y la encuentra desierta. Lo peor era cierto y lo banal demasiado.
En el mundo se separan todas las parejas y las asociaciones todas. Es inútil perseguir los crímenes porque nadie resulta inocente. Reconversión sentimental El superior gobierno manda quitarle tres ceros a la moneda para que las cuentas no se compliquen con tantos ceros inútiles y allí los ociosos empiezan a soñar un sistema donde les paguen sueldos con monedas de tres ceros y les cobren en precios sin ceros. Por la contabilidad con tres ceros de menos parece como si se desinflaran libretas de ahorros que nos hacían millonarios, pero se vuelven justas facturas de servicios que nos exigían fortunas. Nadie sabe qué hacer con los ceros que quedan sin empleo. Se dice que hacen cola en los estadios esperando una plaza para marcar el score en partidos sin hits ni carreras. Otros llenan los periódicos de artículos sin sentido y las librerías de poemarios insípidos. La mayoría se refugia en las pantallas de los televisores.
En las academias no encuentran puesto, porque ya están atestadas. Hay un período de transición en el cual en la cartera conviven billetes con exceso y con falta de ceros, y parece que los primeros miran a los segundos con ínfulas de oligarcas caducos que blasonan de viejos títulos que no son más que papel, y los otros les contestan la mirada como muchachos orgullosos de todavía no tener arrugas. Todos están de acuerdo en tacharle tres y hasta a veces diez ceros a los prepotentes, a los que estuvieron de moda, a los pantalleros. El clásico se revalúa cada minuto y cada segundo se desvanece el bestseller. El problema aparece al contabilizar los recuerdos. Al evocar un libro, una película, un amor, no estamos seguros de si quitarles o añadirles tres ceros.
El sufrir, por ejemplo, se revalúa si le escribimos música y lo volvemos bolero. Los deseos cumplidos se desinflan y a veces hasta pierden los dígitos. Acaso nuestras esperanzas, nuestros logros, nuestros actos eran víctimas de la inflación y ameritan una poda que los reduzca. Quizá nunca apreciamos en su valía la sombra de un árbol, la grieta de una esquina, la mirada de un gato. Todo lo cuantificable se disuelve en la duda. Mariposa Entre el torbellino de peatones de la calle me detengo un instante ante la vidriera para ver las camisas pero en lugar de camisas miro el reflejo de un hombre con pinta de recogelatas que me hace un gesto y al voltear encuentro su desdentada sonrisa y su mano que señala hacia el extremo de la vidriera donde una mariposa del tamaño de una uña, de negro listado con reverberante naranja se posa sobre su propia imagen y permanece absorta. Le doy las gracias al recogelatas que ya ha desaparecido aleteando con sus harapos hacia Catedral y cuando volteo la mariposa ya no está, o miento, cada vez que paso frente a la tienda y por siempre está posada la mariposa en la vitrina de la memoria mientras lentamente nos disolvemos la turba de peatones, el recogelatas, el hombre que mira la mariposa.
Informe sobre la Cuarta Dimensión Caí en la Cuarta Dimensión a través de un vórtice de tiempo nulo. Había un cielo anubarrado y una llanura cubierta casi totalmente de gallinas. Sus convulsiones formaban un oleaje de plumas en medio del cual me dieron cacería hombres con cabeza de pájaro. Caí en sus garras cuando empezaron a chispear estrellas calidoscópicas. Querían matarme por haberlos soñado. Deseé la muerte por evitar que siguieran soñándonos.
Nos puso en fuga un sol cuadrado. De la Cuarta Dimensión no se regresa, y tampoco de la Tercera.
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