Autor: Carlos Balladares
El último libro de Manuel Caballero me ha generado: esperanza, admiración, e inevitable comparación con los tiempos que vivimos o padecemos. No deseo ser un nostálgico del pasado reciente, pero en verdad que al evaluar los resultados con imparcialidad, no nos queda otra que admirar a Rómulo Betancourt (1908-1981). El libro no es para nada una apologética del “político de nación”, por el contrario es un análisis histórico que como dice el autor:
“Se trata de comprender al hombre y a su tiempo “confrontando su acción con sus propios propósitos, no con los nuestros; su proyecto con su realización, no con lo que nosotros hubiésemos propuesto o deseado. No se trata de condenar o absolver, sino de buscar las razones para explicar la prolongada influencia de Rómulo Betancourt en el siglo XX venezolano; las razones para que, después de su paso, los venezolanos seamos diferentes, para bien o para mal, y de seguro ambas cosas.”
La más grande impresión es ver como este político alcanzó sus metas sin dejar de ser honesto, sin caer en al corrupción. Betancourt logró:
1) construir un partido político que mantuvo una influencia nacional por medio siglo, implantando una democracia estable en un país que no conocía otra forma política que las dictaduras de los caudillos;
2) la obediencia de los militares a los civiles por 40 años, gracias a la acción de los demócratas liderizados por él;
3) que el Estado venezolano y no las compañías extrajeras tuvieran mayor dominio del petróleo (consolidó las bases para su posterior nacionalización, y de él será la idea de la OPEP),
4) la modernización del país; porque no sólo fue Pérez Jiménez el que realizó grandes obras (lo cual es un mito porque las más importantes obras las realizó la democracia); a través de instituciones y la infraestructura necesaria tales como (realizadas en su período de gobierno 1959-1964): el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC), la Corporación Venezolana del Petróleo (CVP) futura PDVSA, la Compañía Anónima Internacional de Aviación (VIASA) y la Corporación Venezolana de Guayana (CVG). Se promulgó una nueva Ley de Reforma Agraria que redujo significativamente el latifundio. Se creó la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y se construyó el puente sobre el Lago de Maracaibo. Se fundan 3000 escuelas primarias y 200 liceos; y por primera vez el presupuesto dedicado a la educación supera al militar, masificándola, haciéndola llegar a todos los venezolanos.
Betancourt logró sus metas, gracias al uso de dos herramientas que no han perdido vigencia hoy en día en la lucha política: a) el planteamiento de un proyecto de país (con el Plan de Barranquilla en 1931 y el plan del Partido Democrático Nacional en 1937); y b) el diseño y fortalecimiento de una organización política para llegar el poder e implantar dicho proyecto: el partido político. Caballero sostiene que hoy en día los partidos no han fracasado, sino que lo que ha fracasado es su estructura leninista; estructura que implantó Betancourt en el país pero que se agotó a finales de los ochenta.
El último libro de Manuel Caballero me ha generado: esperanza, admiración, e inevitable comparación con los tiempos que vivimos o padecemos. No deseo ser un nostálgico del pasado reciente, pero en verdad que al evaluar los resultados con imparcialidad, no nos queda otra que admirar a Rómulo Betancourt (1908-1981). El libro no es para nada una apologética del “político de nación”, por el contrario es un análisis histórico que como dice el autor:
“Se trata de comprender al hombre y a su tiempo “confrontando su acción con sus propios propósitos, no con los nuestros; su proyecto con su realización, no con lo que nosotros hubiésemos propuesto o deseado. No se trata de condenar o absolver, sino de buscar las razones para explicar la prolongada influencia de Rómulo Betancourt en el siglo XX venezolano; las razones para que, después de su paso, los venezolanos seamos diferentes, para bien o para mal, y de seguro ambas cosas.”
La más grande impresión es ver como este político alcanzó sus metas sin dejar de ser honesto, sin caer en al corrupción. Betancourt logró:
1) construir un partido político que mantuvo una influencia nacional por medio siglo, implantando una democracia estable en un país que no conocía otra forma política que las dictaduras de los caudillos;
2) la obediencia de los militares a los civiles por 40 años, gracias a la acción de los demócratas liderizados por él;
3) que el Estado venezolano y no las compañías extrajeras tuvieran mayor dominio del petróleo (consolidó las bases para su posterior nacionalización, y de él será la idea de la OPEP),
4) la modernización del país; porque no sólo fue Pérez Jiménez el que realizó grandes obras (lo cual es un mito porque las más importantes obras las realizó la democracia); a través de instituciones y la infraestructura necesaria tales como (realizadas en su período de gobierno 1959-1964): el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC), la Corporación Venezolana del Petróleo (CVP) futura PDVSA, la Compañía Anónima Internacional de Aviación (VIASA) y la Corporación Venezolana de Guayana (CVG). Se promulgó una nueva Ley de Reforma Agraria que redujo significativamente el latifundio. Se creó la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y se construyó el puente sobre el Lago de Maracaibo. Se fundan 3000 escuelas primarias y 200 liceos; y por primera vez el presupuesto dedicado a la educación supera al militar, masificándola, haciéndola llegar a todos los venezolanos.
Betancourt logró sus metas, gracias al uso de dos herramientas que no han perdido vigencia hoy en día en la lucha política: a) el planteamiento de un proyecto de país (con el Plan de Barranquilla en 1931 y el plan del Partido Democrático Nacional en 1937); y b) el diseño y fortalecimiento de una organización política para llegar el poder e implantar dicho proyecto: el partido político. Caballero sostiene que hoy en día los partidos no han fracasado, sino que lo que ha fracasado es su estructura leninista; estructura que implantó Betancourt en el país pero que se agotó a finales de los ochenta.
(mañana comentaré sobre Betancourt y la corrupción)
3 comentarios:
Betancourt, sin palabras recuerdo cuando se murio y estaba yo chiquita pero me recuerdo como si fuera ayer pasando por el boulevard del cafetal su urna cargada por los venezolanos de esa época, Romulito como le digo yo al referirme de él.
Creo que soy Adeca gracias a él, si lo soy probablemte unas de las últimas...
Que bueno este blog! te felicito!
me voy a sentar a leerlo a plenitud.
Saludos,
Mil gracias! ojalá hubiera más gente como tu, convencida que las instituciones son necesarias para que las naciones progresen. No soy adeco pero admiro a la gente que sigue siéndo adeca y más aún en estos tiempos tan difíciles para tal partido político. Necesitamos tradiciones, instituciones, y sobretodo partidos políticos fuertes con una militancia animada para la lucha.
saludos
Ademas de los comentarios ya elaborados, el libro de Caballero en realidad busca un objetivo concreto, devela la capacidad de Betancourt como político según la realidad que se visualizaba, aquellos que se dedican a estudiar a Don Rómulo entiende que fue un hombre que se moldea según el aprendizaje que obtiene en sus exilios, debemos recordarlo como una figura emblemática de la intelectualidad política venezolana.
Publicar un comentario