jueves, agosto 04, 2005

A Barreto no le gusta la hallaca

Y si le gusta le da indigestión

No creo que haya venezolano que no le guste la hallaca - salvo Barreto, quizás -, y un ejemplo de esta verdad son las proezas que hace la cada vez mayor colonia venezolana en el extranjero para no pasar una navidad sin hallacas preparadas con todos los hierros – digo, ingredientes -. Soy de los pocos desafortunados (o afortunados por el hecho de viajar) que ha pasado una navidad fuera de nuestras fronteras (precisamente en Bilbao, España) sin hallacas, y sin el resto de los acompañantes de nuestro riquísimo plato típico navideño como son: el pan de jamón, la ensalada de gallina, el dulce de lechoza, el ponche crema, entre otros. La experiencia, le cuento, fue una nostalgia que se siente en el estómago, el olfato, la vista y sobre todo el gusto; porque no habrá plato que logre satisfacer el cariño que se le tiene a la hallaca. ¿Por qué? Quizás todos tengamos respuestas diversas, pero yo creo que además de lo ricas que son las hallacas y nuestras comidas decembrinas, le tenemos un especial apego porque ella es fruto de nuestra identidad. Pero ¿por qué hablar de la hallaca en pleno agosto? He querido usar la hallaca como símbolo, porque Barreto (actual alcalde mayor de Caracas) se ha empeñado en contarnos una historia monocolor en la que el mestizaje como característica principal de nuestra identidad es rechazado al rechazar una parte del mismo.

¿Por qué la hallaca y todos los componentes del plato típico navideño representan nuestra identidad? Esta respuesta ya la sabemos todos, al saber que la hallaca (típico tamal, bollo de maíz, que se come en toda América, pero que ha generado peculiaridades regionales) en palabras de nuestro Mario Briceño-Iragorry “es la más perfecta expresión del barroquismo culinario de la Colonia. Es la conjunción del maíz de América con las carnes y los aliños venidos de Europa: pasas, alcaparras, aceitunas, aceite, carne de vaca, carne de cerdo, etc.” y seguramente, no lo dudo, los negros tendrán la mano metida en la hallaca aportando sus especificidades civilizatorias. Al comer hallaca comemos identidad, celebramos que nuestra nacionalidad es fruto de la mezcla que se dio en la colonia y se sigue dando hoy en día.

(mañana la segunda parte)

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