Carlos Balladares Castillo
Publicado en El Nacional
En el mes de octubre
mostramos nuestra inmensa expectativa ante el estreno mundial del biopic sobre
el primer hombre que pisó la Luna, al publicar un artículo en el Wall Street International Magazine itulado “La carrera espacial en el cine” (20 de octubre de 2018). Nos
alegrábamos ante el hecho que la historia de los viajes al espacio - tan poco
atendidos en el pasado – fueran desarrollados por directores de prestigio como
es el caso de Damien Chazelle (Whiplash,
La La Land). Las expectativas han sido satisfechas en parte, al disfrutar de
una buena obra que nos lleva a ponernos en los zapatos (botas espaciales, sería
mejor decir) de su principal protagonista. No solo fue el esfuerzo del “gran
salto de la humanidad” sino el reto y el coraje del que dio el “pequeño paso”
que cambió la historia.
El film nos atrapa en
sus primeros cinco minutos mostrándonos lo que será su perspectiva de los
hechos: la relación del hombre con las máquinas que logran cruzar las nuevas
fronteras. El uso del primer plano y primerísimos planos del rostro del
protagonista pero también de los muchos instrumentos de la nave, nos hace vivir
con él la tensión que representa viajar en el avión cohete X15 hasta el límite
espacial de la atmósfera. Todo es ruido y temblor como si fuera a desarmarse, y
podemos ver lo que éste mira porque se refleja en el vidrio del casco de
astronauta (nos recuerda, junto al uso de la música clásica en las imágenes de
los cohetes en el espacio, a 2001: Space
Odissey, 1968) pero también se nos muestra la ventana frontal de la nave
justo en el momento en que puede ver la circunferencia de la Tierra; y entonces
todo el ruido y la tensión se disipan, y éste se torna maravillado y
contemplativo ante el espectáculo del espacio. Estamos en 1961 y la narración
nos llevará saltando en ciertos hitos hasta lo que todos esperamos y conocemos
de antemano: el año 1969 y la llegada a la Luna.
El género es
histórico pero desde la perspectiva del biopic, de manera que se van
intercambiando escenas de su vida junto a su esposa e hijos y los pasos que dio
hasta llegar al Apolo XI. Se hace énfasis en cómo la tragedia lo hace
extremadamente introvertido pero no por ello un gran ingeniero y piloto, y es
esto último que llevará a su elección como comandante de la primera misión a la
Luna. Al ser un biopic el peso está en la actuación de Ryan Gosling, pero en ello
creo que hay sobreactuación. A diferencia del papel de su esposa representada
por Claire Foy (serie The Crown,
2016), la cual logra transmitir una mujer de temple que soporta las ausencias
en el hogar y la frialdad del astronauta. Es por ello que Foy es mi primera
candidata al Óscar como mejor actriz de reparto.

Al final el film
retoma la tradición cinematográfica que se ha desarrollado en este tipo de películas:
la de vivir las angustias y sacrificios del héroe. En esto no hay una gran
novedad pero lo hace muy bien, combinando una hermosa fotografía junto a un
buen guión. Quizás por ello seguiremos esperando el relato en imágenes de la
exploración espacial desde una perspectiva fundamentalmente científica. En todo
caso aplaudimos que no se olvide este importante subgénero del cine histórico,
al cual le damos una puntuación de 8 sobre 10.
Nota: habíamos prometido
dedicarnos a una serie de tema espirituales por entrar en los tiempos del
Adviento, pedimos disculpas por la dispersión y prometemos retomarlos la
próxima semana.
2 comentarios:
Valió la pena que te desviaras del tema...Magnófica entrada. Esa película hay que verla
Gracias por la visita y el comentario. Disculpa la demora en la lectura que he demorado por tener que registrarme. Soy un flojo y mal amigo, lo sé.
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