No comprender al pobre
Carlos Balladares Castillo
Publicado en El Nacional.
¿Por qué Venezuela padece una de sus peores crisis? Es la
pregunta que todo venezolano consciente no deja de hacerse. Para después seguir
con la necesaria: ¿cómo podemos salir del foso? Son muchas las causas o hechos
que nos han llevado a tan terrible tragedia, pero creo que entre las
principales está nuestra incapacidad para comprender a las personas que viven
en la pobreza. El que escribe, parte de la clase media empobrecida o venida a
menos, posee también esa cultura de prejuicios, pero busca con este breve
escrito hacer un intento de exorcismo. El país con que soñamos es de libertad y
prosperidad, y para ello debemos ser solidarios con los más pobres entre los
pobres.
La pobreza, según el Diccionario de la Lengua Española, es
la escasez o carencia de lo necesario para vivir. Un pobre es una persona
necesitada. En este sentido se puede decir que todos de algún modo somos
pobres, pero la tendencia es a considerar pobre al que lo es en lo material o
de las condiciones que nos permiten tener una vida digna: alimentarnos todos
los días, tener vivienda con espacios diferenciados y sin estar hacinados, agua
y servicios, transporte, empleo, educación y ocio. A partir de estos datos
podemos identificarlos más fácilmente, y descubrir que esta realidad histórica
que fue dominante en la humanidad cambió radicalmente con la Revolución
Industrial y tecnológica, lo que ha permitido el salto de millones de personas
a las llamadas clases medias. Así fue en Venezuela en nuestro siglo XX a partir
de 1936, hasta que la crisis del modelo rentista (década de los ochenta)
agravado con la llegada al poder de la oligarquía chavista hace 20 años, generó
el más rápido y numeroso empobrecimiento de nuestros compatriotas. Es por ello
que todos nuestros esfuerzos deben dirigirse a atender a los que más han
padecido la hiperinflación y la destrucción de nuestra economía.
Una verdad que no tiene discusión es que para el pobre todo
es más difícil. He escuchado toda mi vida decir que los pobres lo son por su
flojera, porque no quieren trabajar o lo quieren todo fácil. “Son unos
mantenidos que han elegido el camino más fácil: el vivir del Estado rentista o
de las dádivas en general”. Por eso muchos proponen no ayudar materialmente al
pobre porque esta ayuda consolida su condición. No comprenden que enfermarse
siendo pobre es estar más cerca de la muerte; que conseguir empleo y de calidad
es más difícil si no tienes los “contactos” o amistades que estén en los
puestos claves de la oferta de trabajo; que la educación se te hace más cuesta
arriba porque no tienes una familia con preparación, libros, transporte,
uniformes, y la paz necesaria para estudiar (por solo nombrar algunos aspectos
básicos); por no hablar del acceso a la vivienda digna entre otros. Como me
decía un profesor sobre algunas personas: “Es difícil que comprendan al pobre
si cuando tienen hambre van a la nevera y consiguen comida y cuando quieren
ducharse abren el grifo y sale agua caliente”. Ahora imaginemos todo esto en
las terribles condiciones actuales de Venezuela, donde ni siquiera el tener
varios trabajos es garantía de las tres comidas diarias. ¿Acaso dejaríamos,
teniendo la posibilidad de hacerlo, de ayudar al pobre, de ofrecerle ese apoyo
para seguir adelante, sobrevivir a la actual coyuntura y después lograr superar
los obstáculos que le generan sus carencias?
A medida que el autoritarismo y el caos de la economía se
arraigaban, muchos han tendido a culpar a las mayorías empobrecidas. No voy a
negar que por mucho tiempo en las zonas de menos recursos el chavismo ganaba
con mayor porcentaje que en otras regiones, pero pocos se han preguntado el
porqué de estos hechos: ¿inercia de la esperanza que sintieron al principio?,
¿ventajismo?, ¿fraude?, ¿clientelismo-populismo?, ¿amenazas? Y un largo
etcétera. Al final los que culpan a los pobres por votar a los populistas
tienden a pensar que lo hacen por ignorancia, una característica que consideran
inseparable de la pobreza junto a la idea de inmadurez en todos los ámbitos. Se
les termina “viendo” como niños, por lo que una vez más vuelven a afirmar que
no se les debe ayudar o de hacerlo se tiene que tutelar dicha ayuda “no vaya a
ser que se beban esos reales”, justifican. No se ponen en su lugar y no
reconocen la dignidad de todo ser humano, por lo que al ser solidarios debemos
confiar en el que es objeto de nuestro apoyo.
El que menos comprende al pobre es el populista, porque él
anhela mantenerlo en esa condición de modo que sea dependiente de sus dádivas.
Su visión de la pobreza es la del paternalismo, la cual cree erróneamente (o
quiere creer o nos quiere hacer creer) que esta se supera si se “adopta” al
necesitado y se le trata como un desvalido, por lo que no se le da libertad
para disponer de la asistencia del Estado. Por no hablar de que toda esta ayuda
exige una respuesta en apoyo político. El populista no quiere que el pobre sea
autónomo, no vaya a ser que no lo apoye más.
Todos tenemos la obligación de comprender al pobre, que es
reconocer su dignidad y por tanto verlo como un igual en lo que respecta a sus
derechos, y buscar ayudarlo fraternalmente. Ayudarlo porque sabemos que
nosotros también tuvimos a muchos que nos apoyaron, desde nuestros padres hasta
diversos amigos y conocidos. Nadie puede lograr algo en soledad. No somos
Robinson Crusoe, e incluso él tuvo todo el apoyo educativo de una sociedad
entera que después le daría las “herramientas” para sobrevivir. Estamos
obligado por humanidad, formación cristiana (todo el que ha crecido en
Venezuela la posee aunque no practique dicha fe) e incluso por interés, y
señalo esta última razón para el que no quiera entenderlo. Interés porque, de
no resolver el problema de la pobreza, el dolor que este genere llevará
inevitablemente al resentimiento y a que el rico no pueda disfrutar en paz sus
riquezas. Es triste pero es un hecho comprobado en la historia. Dios nos
otorgue la sabiduría para que aprendamos la lección de estas dos décadas de
sufrimiento y podamos decir: ¡Nunca más!