viernes, septiembre 09, 2016

El amigo e historiador Carlos Marín nos ofrece una nueva entrega de su columna: "Todos tiemblan" con la 2° parte de "López Contreras, la sombra viva del gomecismo"

Todos tiemblan: López Contreras, la sombra viva del gomecismo (2)

Eustoquio Gómez / Foto cortesía
Eustoquio Gómez / Foto cortesía

“La pasión del desalojado es destructiva. Sin él el mundo se resquebraja, se volatiza, se pervierte. Imbuido en el aura del mesianismo de la fuerza, puja por la reconquista de su monopolio. En su interioridad se siente, por así decirlo, imprescindible. Nada sin él”

CARLOS ALFREDO MARÍN 

@AEDOLETRAS9 DE SEPTIEMBRE 2016 - 12:01 AM

Las transiciones políticas en la historia despiertan deseos multiformes en torno al poder. El relato que nos ha llegado sobre ellas nos pintan los sucesos sin sus matices. Con esto se instauran medias verdades que pasan sin pena ni gloria. La presidencia de Eleazar López Contreras a partir de 1935 es un ejemplo. Revisemos esta premisa que levanta sospecha: con la muerte de Juan Vicente Gómez se enterró el miedo colectivo al personalismo militar, fantasma dotado de musculatura y tradición sociopolítica desde el siglo XIX.

Cuando la salud del Benemérito se agrava, la carrera por la sucesión del poder se expande como una mancha. En enero de 1935, Carlos Delgado Chalbaud le escribe a José Rafael Pocaterra: “Quedan pues dueños de la situación, López Contreras y Eustoquio Gómez. Uno tendrá que eliminar al otro. Se ve claro que ya Gómez no manda de un modo absoluto…”. La conspiración, el ruido de sables, los rumores. Al morir el autócrata en Maracay a finales de ese año, López Contreras tuvo que hilar fino para desmarcarse de la sombra “andina”. Reto complicado porque heredó las instituciones gomecistas y varios de sus distinguidos representantes dentro de su gabinete. Por su parte,  el Partido Comunista a partir de 1938 lanzó el Frente Antigomecista, eje político donde “las mayorías democráticas” mantuvieran a raya un posible regreso al caudillismo y al terror represivo.

Raúl Leoni refrenda estas impresiones. El 5 de abril de 1940 le escribe a Rómulo Betancourt: “El gomecismo trabaja y conspira de lo lindo. No son cuentos de camino. El gobierno lo sabe, y lo deja hacer. Cualquier día nos sorprende una nueva aurora gomecista, que afortunadamente no será muy duradera. Yo creo que este país, conspira más que en ninguna otra época de la historia. Y los gobiernistas más que nadie. La gente democrática y de izquierda es la única que no conspira, se ha convertido en guardián de alerta de los enemigos de la Republica”. La sombra del miedo estaba vivita y coleando.

La pasión del desalojado

Los privilegios que otorga el poder no son eternos, acaso porque este último tampoco lo es. El poderoso se alimenta de la ilusión de que siempre estará en la cima. La historia demuestra la crisis emocional y material de los grandes apellidos cuando viene la ola del cambio histórico y se lleva todo por delante. La pasión del desalojado es destructiva. Sin él el mundo se resquebraja, se volatiza, se pervierte. Imbuido en el aura del mesianismo de la fuerza, puja por la reconquista de su monopolio. En su interioridad se siente, por así decirlo, imprescindible. Nada sin él.

El escritor Iván Bunin, en sus Días malditos, prefigura el encono de la aristocracia rusa que fue pulverizada por la revolución a partir de 1917. En él vemos los demonios desatados allí donde antes bullía la paz de los cafés y las tertulias burguesas afectas al zarismo. El 22 de abril de 1919, Bunin escribe en su diario desde la herida: “En general, basta que una ciudad caiga en poder de los rojos para que se produzca una mutación en la gente que recorre sus calles. Es como si realizaran una selección premeditada de un tipo de rostro, que transforma el paisaje urbano. (…) se trata de rostros de poseídos de cualquier expresión susceptible de ser calificada de ordinaria o llana. Casi todos producen una viva repugnancia e intimidan con su aire de malévola imbecilidad y el displicente y obsequioso desafío que manifiestan, hacia todo y todos. Aún así, ya llevamos casi tres años en esta monstruosa situación. Casi tres años en los que solo hemos visto bajeza, fango y ferocidad. ¡Si tuviéramos la alegría, el anhelo, de que sucediera algo, ya no digo bueno, sino al menos normal! ¡Algo que sea diferente a esto!”.

La maquinación gomecista

Al acercarse la sucesión presidencial en 1941, ¿quiénes serían los candidatos para asumir los destinos del país? El Partido Democrático Nacional –cuna de lo que sería Acción Democrática– lanzó la candidatura del escritor Rómulo Gallegos. Del lado oficialista, y luego de un trajín intenso donde se hablaba del diplomático Diógenes Escalante, se terminó proponiendo a otro militar andino: el general Isaías Medina Angarita, Ministro de Guerra y Marina desde 1936. Lo que vino de seguidas era una victoria cantada en mayo de 1941. El Congreso de la República, por mayoría de votos, designó a Medina Angarita como el sucesor de López Contreras en Miraflores hasta 1946. Este es el lado conocido de la historia oficial. ¿Cuáles fueron los movimientos insospechados en el cuadrilátero del poder?
Lo que encontramos es la maquinación del “gomecismo sin Gómez”. Desde 1938, según documentos suministrados por los comunistas, la cúpula “de la reacción” liderada por Vicente Pérez Soto, Victorino Márquez Bustillos, León Jurado y otras figuras ligadas a la sombra andina, estaban reagrupándose desde el exilio para “asaltar al poder”. El PDN, en el diario Izquierdas, aseguraba por la misma fecha que esta cúpula estaba armando una insurrección en Lara, Zulia, Táchira, Mérida y Trujillo. Insurrección armada apoyada, dicho sea de paso, por la Iglesia y los terratenientes más poderosos de la provincia. 

Entre 1940 y principios de 1941 la conspiración tomó proporciones alarmantes. Rafael Caldera cuenta que existía el denominado “Grupo Condor” que propiciaba la candidatura presidencial de León Jurado, con la idea de restablecer el garrote dictatorial en Venezuela. Valmore Rodríguez escribe en septiembre de 1940 a Betancourt: “Dudo porque la situación se torna delicada. En estos momentos, se habla de una maquinación gomecista frustrada. Entendemos que hay oficialidad presa en Maracay y Maracaibo (…) Incluso se asegura que hay mano nazi en el brollo. Lo que haya, ha debido suceder hace cuatro o cinco días. La prensa oficiosa ataca al gomecismo. Aunque también se las trae con las ‘izquierdas extremas’, acusando alianza (…) El gomecismo está activísimo. Polemiza en la prensa y ataca públicamente  al gobierno”.  La sombra asoma su nervio y su deseo epocal. Es la perspectiva del miedo social quien la sujeta, solo por momentos, para hacerla resonar entre nosotros hoy.

2 comentarios:

Alí Reyes dijo...

Ese período fue dramático, con anécdotas tremendas.
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En cuanto a lo del TRIDECÁLOGO DE MILAGROS SOCORRO, esos eran tics que salían a relucir en las clases en el mismo acto corrección pública de los textos. Digamos que son exclusivos de ella, yo lo que hacía era pescarlos al tomar apuntes, por eso se llama así. ¿Qué te parecen?

Profeballa dijo...

Los puedo copiar para mi blog de ejercicios narrativos.

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