jueves, septiembre 04, 2014

Hace 75 años el polaco-venezolano Richard Gluski vivió el comienzo de la Segunda Guerra Mundial (y III)



Al finalizar la Guerra, Gluski tenía veintinueve años. Pensó en su futuro y comprendió que no podía volver a su país. Buscó entonces recomenzar su vida en otro lugar que le permitiera satisfacer sus sueños juveniles, para lo cual indagó sobre los países latinoamericanos y tomó la decisión de viajar a Venezuela, gracias al apoyo que le dio nuestro Consulado en Londres. Antes de salir para el destino final de su vida, averiguó todo lo que pudo sobre el lugar al cual se estaba dirigiendo. Así supo de su historia y de la posición del gobierno durante la guerra, en la que respaldó a los aliados después de Pearl Harbor. Con toda la información que recabó, no lo dudó más. Venezuela sería su nuevo país.



Viajó en barco, luego de obtener su nuevo pasaporte, en el cual le colocaron Ricardo para venezolanizar su nombre. En su nuevo país desarrolló estrategias, pero el campo de batalla era ahora de tipo civil. Concentró sus esfuerzos en conseguir trabajo, creó su propia empresa a la que llamó Candes y se casó con una linda muchacha de nombre Virginia Weilert, hija de un matrimonio norteamericano residenciado en Venezuela. En la obtención de una posición laboral lo ayudó el hecho de que dominaba cuatro idiomas a la perfección (polaco, inglés, francés y alemán) y a sus modestos conocimientos de ruso y español. Con Virginia, su esposa, levantó a sus hijos Andrés y Anita, lo que le permitió decir, en el atardecer de su vida, que se sentía satisfecho de sus logros.



Al final de su provechosa existencia escribió sus memorias, en las que sintetizó su trayecto vital, las cuales me sirvieron de base para escribir mi libro El Último Lancero, en el cual narro la vida de este hombre excepcional que luchó en cinco países, donde logró sobrevivir en muy duras circunstancias, aunque siempre decía que su mayor logro fue haber formado una familia en Venezuela. Su vida apasionante parece más bien una leyenda, un libro de aventuras donde el protagonista siempre se salva de una muerte segura y al final se casa con la muchacha de sus sueños. Vivió en un mundo convulsionado, en el que participó activamente, sorteando con imaginación y tino toda suerte de dificultades. El día 9 de diciembre del año 2004 se levantó muy temprano y dirigió su mirada hacia El Ávila, que se veía esplendoroso desde el balcón de su casa. Él amaba ese paisaje, que le recordaba las montañas de su lejana Polonia. La noche anterior había soñado con su hermano Eric, muerto en los primeros combates de la Segunda Guerra Mundial. Tal vez en ese momento final de su vida decidió ir a ayudarlo y murió con esa idea en su mente.



 FUENTE:

Gluski, Richard (1948). MEMORIAS. Caracas: Documento publicado en la obra EL ÚLTIMO LANCERO, original de Carlos Alarico Gómez (2002). Edic. La Galaxia.

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