Carlos
Balladares Castillo
Publicado en El Nacional
“¿Cuánto cuestan las
mentiras? No es que vayamos a confundirlas con verdades. El peligro es escuchar
tantas que no reconozcamos la verdad.” Con esta frase se inicia la magnífica
serie de los canales HBO y SKY: “Chernobyl” (2019), creada por Craig Mazin,
dirigida por Johan Renck, y protagonizada por Jared Harris, Stellan Skarsgard y
Emely Watson, entre otros. La misma trata de aquello con lo cual dicho nombre
solo puede relacionarse desde 1986: el mayor accidente en la historia de un
reactor nuclear que generó una radioactividad mayor a 200 bombas atómicas
similares a las lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945. La importancia del
hecho es tal que la premio Nobel de Literatura: Svetlana Alekxiévich (1948) lo
califica como el acontecimiento más importante del siglo XX (su texto Voces de Chernobyl (1997) es una de las
principales fuentes usadas). Es por ello que había que contarlo con gran
detalle y de una forma atractiva para que las nuevas generaciones lo
comprendieran, logrando que no olvidemos la lección. Considero que por la
calidad cinematográfica de la misma lo ha logrado. De mi parte tiene el mayor
puntaje.
La frase con la que comienza
nos ofrece la idea fundamental que se desarrolla a lo largo de la serie: la
verdad es la primera víctima en los sistemas totalitarios y esta es asesinada
en una avalancha de propaganda, ideología, falsos valores y terror. Incluso
terminamos pensando que éste hecho resulta mucho peor que el accidente nuclear
en sí mismo, por lo cual uno de los héroes (realmente heroína que es el único
personaje de ficción con el cual se quiso reconocer a los científicos) llega a
decir: “Aunque nos maten ¡alguien tiene que decir la verdad!” Todo es negación;
porque la Revolución, el hombre nuevo y la sociedad perfecta socialista no
pueden fracasar y en ella no ocurren grandes accidentes. Pero también la
realidad se diluye en la burocracia, en la gerontocracia y en los lentos
procesos de un Estado gigante. De esta forma no existían planes de evacuación
para las poblaciones cercanas, nadie sabía de los peligros a los que estaban
expuestos, y cuando se advierte que el reactor ha explotado y el núcleo está
estaba descubierto nunca se cree. Las consecuencias letales se agravan por la
demora en reconocer la magnitud del problema.
La trama, las imágenes y los
personajes nos van sumergiendo en un ambiente apocalíptico ¡pero que fue real!
Y lo peor de todo es que el reactor sigue “vivo” hoy en día pero sepultado bajo
“sarcófagos” que intentan detener su radioactividad. El relato es narrado de
manera cronológica en un “crescendo” de desastre y sufrimiento, que pudo ser
peor de no ser por la acción oportuna de algunos científicos; y por el
sacrificio de más de 600 mil “liquidadores” que trabajaron para limpiar las
zonas más afectadas por la radiación. La inmensa mayoría de ellos sufren hoy
los efectos de haber estado allí. La serie nos pone en los zapatos de todos
ellos y nos hace admirarlos. El crimen de los utópicos burócratas del
socialismo real que mancha las naciones que conformaban la Unión Soviética, es
“limpiado” por la nobleza de todos estos héroes que dieron sus vidas (años que
le restaban) para proteger a la humanidad.
La perfecta recreación del accidente
de Chernobyl por la serie, nos hace pensar en la historia más allá de la errada
idea de verla como estudio exclusivo del pasado (año 1986 nada más). La amenaza
nuclear y totalitaria siguen estando presentes, aunque gracias a Dios son
contados los países que poseen dichos proyectos. Nosotros los venezolanos somos
uno de ellos para vergüenza del mundo y de nuestra tradición democrática, de
modo que cada episodio nos resulta familiar en muchos aspectos. Y la tragedia
es también historia del futuro porque nos sigue diciendo cómo sería la vida si
ocurriera una guerra atómica o un accidente en un reactor. El excelente trabajo
de documentación historiográfica que llevó a cabo Craig Mazin se refleja en
todo lo que vemos, animando a la reflexión. Es en sí una obra de terror que nos
genera más miedo por su profunda realidad.
Los profesores de historia y
ciencias sociales que usamos las películas y series como apoyo al proceso de
aprendizaje, teníamos hasta hoy en día solo el cine pura ficción para mostrar
el peligro que representó - especialmente en la Guerra Fría – un conflicto
atómico. Ahora con Chernobyl tenemos
una reconstrucción lo más cercana a la realidad de sus terribles efectos, que
agrega además la otra gran amenaza nacida en el siglo XX: el totalitarismo. Desde
acá mi recomendación y reconocimiento.
1 comentario:
Excelente iniciativa. NO OLVIDAR ¡NOOOOoooooooooooo!
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