(Última parte)
12. ¿Para qué sirve
la historia? ¿Tiene futuro el estudio de la historia en general y en Venezuela?
Apelando a su anfibología clásica, la respuesta puede variar
según la definición precisa que manejemos en torno al término historia, ya sea
como materia, como conocimiento o como tradición. Sin embargo trataré de dar una respuesta que encierre en
conjunto estas variantes.
La historia puede servir casi para cualquier cosa, ya sea
para ensanchar el ego de quién la escribe, para formar ciudadanos patriotas,
para adular el poder o para defenestrarlo, para proyectar el destino colectivo
de una nación, para aniquilar a otros pueblos, para avivar resentimientos
sociales, etc., y para toda la gama de usos
y abusos de la historia –usando el término de la historiadora
estadounidense Margaret McMillan-, que están íntimamente vinculados con la
intencionalidad histórica. La historia
es la mirada contemporánea con que las sociedades juzgan y valoran lo que
consideran es su pasado, su procedencia. Es una mirada en permanente transformación
que se construye sobre la base de un punto de transversalidad entre las
memorias colectivas, la historia propiamente como devenir y el conocimiento
histórico producido y divulgado, sea cual se la índole de su origen. Creo con
Pierre Vilar que la historia debe ayudarnos a comprender el pasado para conocer el presente, debe servir para
propiciar la habilidad de pensarnos históricamente, someter a reflexión y
análisis crítico todo el cúmulo de información que nos llega vía medios de
comunicación e información; la historia, nos dice McMillan, debe ayudar a formarse una idea del mundo en
el que vivimos. Debe servir también para hacer visibles las múltiples
memorias colectivas que forman parte de una sociedad, el rescate de la amplia
gama de identidades que se han visto opacadas en la historiografía por la
hegemonía de agentes históricos tradicionales, creo que esa consideración
redundaría en beneficio de la convivencia, el respeto y la tolerancia, valores
que desterramos del siglo XXI. El futuro de la historia, como disciplina va a
depender en buena medida de ese giro epistémico que ya se ha venido dando en
otros contextos historiográficos, pero en Venezuela aún debemos dar pasos
agigantados en redimensionar el enfoque epistemológico y la proyección social desde
la cual escuelas de historia y postgrados forman las nuevas generaciones de
historiadores.
13. Si cree que
existe la venezolanidad o la identidad venezolana ¿cómo la definiría? ¿La
historia de Venezuela ha sido un fracaso? ¿Qué piensa de nuestro presente?
La venezolanidad es una de las más grandes imposturas sobre
las que se cimentó la edificación del Estado Nación. No en vano uno de los
debates más encarnizados del siglo XIX y parte del siglo XX fue precisamente el
centralismo y el federalismo; de un país archipiélago –como lo plantea el
historiador Elias Pino Iturrieta- se intentó fabricar una pieza monolítica muy
mal amarrada con símbolos de papel. De ahí arranca nuestro nacimiento como
nación, que no fue de parto natural sino cesárea, imponiendo la denominación de
una sola provincia al resto de lo que a partir de 1811 pretendía ser un solo país.
Los esfuerzos del Estado moderno en Venezuela por homogeneizar culturalmente al
país han sido descomunales, la escuela ha jugado un papel de suma importancia
en esa tarea, aunque con unos resultados deleznables, puesto que no pasa de un
vacuo patrioterismo folklórico.
Muchos podrían pensar que la expresión de la venezolanidad la
encontramos en la arepa, en la vinotinto,
en el tricolor, etc., pero eso lo que indica más bien es que nuestra identidad
nacional es bastante pobre y trivial; y por estos días de diásporas, la
expresión de la venezolanidad que hemos dejado ver en otras latitudes no es
precisamente como para sentirnos orgullosos. Pero si hay algún rasgo que nos
caracteriza y le da sentido a algo que pudiera llamarse venezolanidad, es que
somos producto del disimulo, tal como lo planteaba la lúcida genialidad de José
Ignacio Cabrujas en El Estado del
Disimulo. “No importa que no seamos, lo importante es aparentar que somos”
y esto ha sido el terreno ideal para el florecimiento de la viveza, la impostura,
la pereza, la vulgaridad y la falta de compromiso en todos los ordenes y
niveles de nuestra vida social, e individual puede que también. Creo que gran
parte de las crisis que experimenta nuestra sociedad hoy se deriva de una
profunda crisis espiritual –y no es un asunto exclusivo de religiones- así como
de identidad y de proyecciones: hablo de un fracaso compartido en el que
llevamos 207 años y al que no hemos querido mirar a la cara, el petróleo sirvió
por muchos años para ocultar ese fracaso y hoy, sin las bondades del maquillaje
y la parafernalia, cuesta mirarnos al espejo sin que ello nos acarree un
colapso psicológico. El presente es un buen momento para enmendar y corregir el
curso.
14. Recomiéndeme más
de 2 historiadores noveles y/o jóvenes que deberíamos entrevistar (no olvide
darme sus emails, estos no se harán públicos)
Elizabet
Manjarres
Norbert
Molina
Frank
Arellano
15. Ahora invente
una pregunta, la hace y se responde a sí mismo.
A la luz de la actual situación en Venezuela ¿cuál cree que
debería ser el papel del Historiador?
Hoy más que nunca muchos sectores sociales del país intentan
desesperadamente buscar respuestas a la lamentable situación que nos aqueja, y
como quien se vuelve a la papelera en busca de un papel que no debió tirar, ha
puesto su atención, no tanto en la historia, pero sí en el historiador. En lo
particular me ha correspondido experimentarlo, en las colas, en reuniones
familiares, en el trabajo, etc., lugares en los que mucha gente espera que los
historiadores, cual oráculos de esta infortunada hora, aportemos predicciones esperanzadoras sobre el
futuro próximo del país. ¡Vaya responsabilidad!
Son, podríamos decirlo, los “diez minutos de gloria” de esta profesión. Mucho
historiador lo sabe, y hay quienes perfectamente han asumido la farándula política
e intelectual como vía para capitalizar prestigios en medio de este río
revuelto. Digamos que eso no deja de ser comprensible, pero la tarea urgente
que se exige del historiador –además de la foto en el instagram, twiter y facebook- es la sensibilidad pedagógica
y la ocupación de espacios desde los cuáles acercar el conocimiento histórico a
grupos socialmente marginados y cuya expresión más palpable de su pobreza es la
ignorancia, generar espacios desde los cuáles enseñar a pensar históricamente,
a propiciar una conciencia histórica y una generación de lectores autónomos a
los que no vuelva a hipnotizar ningún estrafalario embaucador.
16. Puede hacerle
una pregunta al entrevistador si lo desea.
¿Cuál es el estado de la crítica en la producción
historiográfica venezolana? ¿Cree que actualmente se está haciendo crítica?
Respuesta de Profeballa: no es un tema al cual me haya dedicado a investigar profusamente, de manera que considero que podría errar en mi respuesta. Considero que nos leemos pocos entre los colegas historiadores, de manera que la crítica es escasa. En todo caso, nuestras revistas siguen publicando reseñas sobre nuestra producción historiográfica y en los seminarios nos escuchamos. En todo caso, repito, es poco.
Respuesta de Profeballa: no es un tema al cual me haya dedicado a investigar profusamente, de manera que considero que podría errar en mi respuesta. Considero que nos leemos pocos entre los colegas historiadores, de manera que la crítica es escasa. En todo caso, nuestras revistas siguen publicando reseñas sobre nuestra producción historiográfica y en los seminarios nos escuchamos. En todo caso, repito, es poco.
¡Muchas gracias por su tiempo!
Mi
agradecimiento a usted, por permitirme la oportunidad de participar en esta
interesante iniciativa que adelanta. Fue un verdadero placer.
“Tan
ricos como tan pobres. La élite encomendera merideña frente a la Visita de
Alonso Vázquez de Cisneros a Mérida 1619-1620”, en Presente y Pasado. Revista
de Historia, 33 (Enero-junio, 2012), pp. 45-66.
“Con mano poderosa y a título de cabildo. La élite encomendera
merideña frente a la Visita de Alonso Vázquez de Cisneros (1619-1620)”, en
Nuestro Sur, 6 (año 4, enero-junio, 2013), pp. 9-19.
“Buen
cristiano, temeroso de Dios y de su conciencia. La religiosidad en el sistema
de valores de la élite encomendera merideña 1619-1620”, en Anuario GRHIAL, 7
(Mérida, enero-diciembre, 2013), pp. 69-98.
“El
derecho de lanzas de la élite encomendera merideña (1619-1620)”, en Tiempo y Espacio, 62 (julio-diciembre,
2014), pp. 173-185.
José Manuel “Chema” Saher: un
acercamiento al imaginario político de la Lucha Armada en Venezuela”, En Nuestro
Sur, 10 (mayo-agosto 2016), 87-114.
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