No podemos abandonar a nuestra universidad
Carlos Balladares Castillo
El buen amigo y
diputado de la Asamblea Nacional por el partido VENTE: Luis Barragán, tiene
mucho tiempo defendiendo las universidades autónomas y en estos días hablamos
de esa común preocupación. Conversa que me ha animado a expresar algunas de mis
ideas por escrito. Lo primero es que en nuestra condición de ucevistas tanto
como egresados en pre y postgrado y actualmente como profesor “de planta”, este
tema nos resulta muy triste y nos genera un sentimiento
de culpa. Culpa por lo poco que hago y hacemos las mayorías por una institución
fundamental de nuestra sociedad democrática. No podemos callar y mucho menos
abandonarla a pesar de la cuarentena y del proceso de deterioro sistemático que
ha padecido y padece. Mínimo tenemos que alzar nuestra voz, hablarlo con los
colegas y la comunidad universitaria y especialmente con nuestros alumnos.
El miércoles 15 de
junio pasado se derrumbó el techo de uno de los pasillos cubiertos de nuestra
primera universidad: la Central (UCV), y en las redes sociales miles de
venezolanos expresaron su profundo dolor ante el principal símbolo de lo bueno
que todavía le queda país. No en vano siempre se recuerda la estrofa de su
himno que la define como “la casa que vence la sombra”. La estructura caída es obra
del arquitecto Carlos Raúl Villanueva que fue emblema de nuestro anhelo de
modernización en el siglo XX y el cual fue declarado por la UNESCO hace 20 años
como Patrimonio de la Humanidad. Al contemplar los destrozos es imposible no
pensar en que el mismo es expresión de la desidia y maldad del gobierno por
asfixiarlas presupuestariamente pero también de las autoridades que no
liderizan una solución, y nosotros por no presionar a los anteriores y ser solidarios
con nuestra “casa”.
En lo que respecta a
la cuarentena por la pandemia del COVID19 no comprendí porque en la UCV se
decidió no dictar clases online. Es verdad que una parte de su estudiantado no
tiene la capacidad técnica y de conexión (y del profesorado), pero debimos
buscar los medios para que se pudieran incorporar de alguna forma ¡y así no
paralizar sus estudios! En mi caso pude dar clases online en las universidades
privadas para las que trabajo, aunque la conexión era un desastre y mis equipos
son viejos (tanto que no puedo usar zoom ni google meet), pero busqué la forma
y lo logré. Los alumnos a veces tenían que armarse de paciencia pero nunca dejé
de dar una clase. Y varios alumnos (aunque minoría) que no tenían manera de
conectarse por diversas razones e incluso se dieron casos de sospecha de
infección y por ello tuvieron que aislarse, pero siempre se buscó la forma que
no perdieran su semestre ¡y no lo perdieron!
Los sueldos de los
profesores en las universidades públicas siguen siendo un escándalo. Ante esta
realidad que no tiene otra clasificación distinta a la de ser una profunda
injusticia, debemos encontrarle una solución de inmediato. Si el Estado no
responde, como mínimo tenemos que apelar a la solidaridad en los casos donde no
se paga matrícula. Muchos me acusarán de querer privatizar la educación, pero
creo que los estudiantes tienen que aportar según sus capacidades ¡Y sería un
aporte totalmente voluntario! En los colegios privados se le dio la vuelta a
este problema ¡y son privados! ¿No se podría hacer algo parecido aunque modesto
en los montos SOLO EN LOS CASOS de universidades públicas?
No podemos seguir esperando a que nuestras
universidades se queden sin profesores como ha estado pasando en los últimos
años. Y como esa iniciativa, muchas más que podríamos desarrollar. No es
correcto seguir escudando nuestra indiferencia en la falta de presupuesto o la
situación de crisis generalizada o porque nos pagan una miseria (yo soy parte
de esos que les pagan esos montos con los que es imposible vivir). Sí nos
emocionamos con tantas cosas hermosas de la ciudad universitaria y la identidad
ucevista (al igual que otras universidades autónomas), muy especialmente cuando
vivimos los actos en el Aula Magna bajo las Nubes de Calder, ¡¿por qué entonces
somos incapaces de salvar a la Academia de modo que “la sombre no venza”?! ¡Qué
esa emoción sea verdadera y auténtica y nos mueva a verdaderas actos heroicos! ¡Este
es el momento!