Los noventa de Don Germán, o
la larga pasión por la libertad
Prodavinci, 14/06/2020
Germán Carrera Damas fotografiado por Roberto Mata
Entre 1958 y 1969 Germán
Carrera Damas cambió para siempre la historiografía venezolana. Fueron
once años de producciones vertiginosas: cuatro grandes estudios que hoy se
consideran clásicos, al menos seis libros que compilan artículos académicos y
ensayos, muchos de ellos también clásicos en la actualidad; varias decenas de
otros textos para la prensa y revistas especializadas, sus famosísimos trabajos
escritos en coautoría con los alumnos sobre problemas historiográficos, y todo
eso liderando la renovación de los estudios históricos en la Universidad
Central de Venezuela.
Haber escrito uno solo de
aquellos libros, ya sería bastante para cualquier historiador. No puede decirse
que fue el único exponente de aquella “revolución historiográfica” que tuvo
como epicentro a la Escuela de Historia de la UCV, pero su capacidad de
trabajo, y sobre todo el talento para ver nuevos problemas, para demoler
verdades consagradas, para replantear todo lo que habíamos venido pensando
hasta el momento, hacen de él un fenómeno excepcional. Si hoy celebramos sus
noventa años y lo reconocemos como uno de los grandes historiadores de América
Latina, es debido a ese trabajo, vertiginoso en los años sesenta, pero
sostenido hasta la actualidad. A la pasión sistemática, radical, generosa, por
la libertad. Por pensar sin las ataduras de los ídolos de los viejos mitos. Por
liberarnos, como él lo hizo, de las ideas totalitarias. Por construir, como
sigue haciendo, una sociedad en la que todos tengamos los mismos derechos, vividos
en libertad.
Don Germán, como le decimos
con cariño y profundo respeto, alcanza las nueve décadas de vida con la misma
pasión del veinteañero que en 1958 regresó de su exilio y tocó las puertas de
la oficina de Juan David García Bacca, entonces decano de la Facultad de
Humanidades y Educación en la UCV. Aquel muchacho ya traía dos plantes en la
cabeza: escribir la historia de Venezuela con criterios científicos, y
contribuir a la modernización del país. Un compromiso doble, que se mantiene
sesenta años después. Estudiar la historia tiene sentido en la medida en la que
contribuye a vivirla, o mejor: a construirla. Pero precisamente por eso hay que
ser tan cuidadoso al escribirla, ser tan crítico, tener tanta precaución con
las manipulaciones y las falsificaciones.
Como todo proyecto político
y social se alimenta de una visión de la historia, que justifica su diagnóstico
de la sociedad y el destino por el que alega luchar. Las tentaciones que al
respecto tienen los historiadores militantes son muy grandes, a veces
tanto como puede serlo el Estado y sus recursos. Inventar mitos, callar
verdades incómodas, construir ídolos, torcer los hechos, son sólo algunos de
los recursos con los que la historia se vuelve ideología en muchos libros,
discursos políticos y sobre todo aulas de clase. Y si eso ha tendido a ser así
en todas partes, cuando se trata de movimientos basados en
ideas historicistas, es decir, en la convicción de que es posible
identificar un sentido en la historia, como es el caso del marxismo, las
tentaciones de manipular son todavía más altas. Para el historiador militante
comunista es un verdadero problema cuando las evidencias no indican que las
cosas van hacia el socialismo.
El joven Carrera Damas que
regresa a Venezuela tras la caída de Marcos Pérez Jiménez, es todavía un
historiador militante. Un comunista. Pero uno que empieza a tener dudas. Uno en
el que la libertad se está posicionando como valor fundamental. Los diez años
anteriores, que fueron los que separaron su graduación de bachiller de la de
historiador, lo habían dotado de una formación política e intelectual
privilegiada, en promedio superior a la de los comunistas locales. Y no
sólo por la preparación académica. Primero, estaba su familia. Los Carrera,
aunque no eran ricos, formaban parte del pináculo letrado del Oriente
venezolano. Uno de sus tíos abuelos había sido el padre Jesús María Guevara
Carrera, historiador y escritor eclesiástico de principios del siglo
XX.
En 1948 la familia se
establece en París. Germán, que acababa de graduarse de bachiller en el liceo
Fermín Toro, hará de aquella ciudad uno de sus sitios entrañables y del
francés, que lo habla casi como un nativo, una segunda lengua materna. En París
explora su vocación en La Sorbona y en la L’École libre des sciences
politiques. Ni el Derecho ni la Geografía, las dos carreras escogidas, lo
convencen. No obstante, entra también entonces en su otra gran escuela de
formación: el Partido Comunista Francés. Asignado a la célula de los
ferroviarios, le tocó compartir labores nada menos que con Tristan Tzara.
Estar en La Sorbona y en una de las Grandes écoles, compartir con Tzara,
presenciar las turbulencias de las la IV República Francesa, y además hacerlo
desde uno de los partidos más grandes y lleno de figuras de Europa, son
experiencias que ampliaron enormemente la formación recibida en la ya de por sí
muy culta casa.
Pero estalló la Guerra de
Corea, había un temor genuino de que desembocara en una tercera guerra mundial
y, como muchas, la familia Carrera decide poner mar de por medio con
Europa. La experiencia europea del último medio siglo aconsejaba hacerlo.
Venezuela no era una opción porque ya Germán está fichado de comunista, por lo
que la opción es México. Aquello fue el encuentro definitivo con su destino y
con su nación. Casi pudiéramos decir que sin la guerra de Corea tal vez
hubiéramos perdido al gran historiador latinoamericano que es Carrera Damas, y
en su lugar hoy celebraríamos los noventa años de un gran historiador francés
nacido en Cumaná.
El joven Germán, que ya
había comprendido que lo que quería estudiar era Historia, se inscribió en la
Universidad Nacional Autónoma de México, y al mismo tiempo consiguió un trabajo
como asistente de investigación en el Colegio de México. Es aquella una época
dorada de la maquinaria cultural de la Post-revolución. El COLMEX, el Fondo de
Cultura Económica, los grandes intelectuales están haciendo vida allá. Daniel
Cosío Villegas, Alfonso Reyes, Wenceslao Roces, del que llega a ser buen amigo,
José Gaos, José Miranda: ese es el nuevo universo en el que el joven Germán se
forma como historiador. Pero en México hay también otro hito en su
formación: un importante exilio venezolano. Entrar en contacto con los
desterrados del Partido Comunista de Venezuela, en especial con los hermanos
Gustavo y Eduardo Machado, colaborar con su periódico, Noticias de
Venezuela, fue el ingreso de Germán a la política venezolana. Tanto, que cuando
se enteró de la caída de Marcos Pérez Jiménez, hizo lo que probablemente no ha
vuelto a hacer en su vida: entregó su tesis en la UNAM tan rápido como le fue
posible, sin someterla a las revisiones a las que suele depurar sus trabajos;
recogió sus cosas y compró un boleto para regresar a su país.
Pero una cosa es el
entusiasmo por investigar la historia venezolana y luchar por
la revolución proletaria mundial, y otra tener claro de qué se puede vivir
mientras tanto. Germán sabe que la Universidad Central de Venezuela ha venido
ampliándose en carreras e infraestructura. Ve en ella una oportunidad,
pero no tiene contactos en la institución. Así, le pide ayuda a Alfonso Reyes,
patriarca de las letras hispanoamericanas y gran artífice del Colegio de
México. Reyes está muy comprometido con las luchas y el exilio venezolanos
(tanto, que en el Colegio se las ingeniaron para poder darle trabajo a pesar de
sólo contar con una visa de estudiante), y le da una carta de recomendación:
que se la entregue a García Bacca, Decano de la Facultad de Humanidades y
Educación, figura prominente de los transterrados de la República
Española en México, al que había contratado la UCV. García Bacca queda
sorprendido. Si Don Alfonso se atreve a recomendar a este muchacho es por algo.
Y decide darle una oportunidad.
Por aquella época el
departamento de Historia de la carrera de Filosofía y Letras se convertía en
Escuela de Historia, bajo la dirección de J.M. Siso Martínez. Había una
democracia que consagraba la libertad de pensamiento, la autonomía
universitaria y además garantizaba buenos sueldos y recursos para la
investigación. Era el momento y era el lugar para que el joven Germán
desplegara toda su energía. Aunque aún es un historiador del Partido Comunista,
en su consciencia la libertad (de la que Siso Martínez fue tan celoso), terminó
de abrirse camino. Con Tzara ya había discutido sobre el Decreto Zhdánov y la
imposición del realismo socialista. Tzara se preguntaba si uno de los
fundadores del dadaísmo estaba en el lugar correcto siguiendo directrices de
Moscú. En México, a contracorriente de los otros comunistas, sintió rechazo por
la invasión soviética a Hungría. Ya en Venezuela descubre que Siso Martínez,
uno de esos detestados adecos, a los que los comunistas ven como la encarnación
de la traición reformista y pequeñoburguesa, es un intelectual capaz, sensible
y con gran apertura al pensamiento de los demás. De hecho, es su inesperado
aliado en el proyecto de crear otra historiografía. ¿Será que
el democratismo peqeñoburgués no es tan malo? Pero la gota que
derramó el vaso fue la orden del Partido de no publicar nada sin antes pasar
por su revisión.
Carrera Damas decidió no
convertirse en una figura patética como Tzara o Picasso, que pusieron su
talento a la disposición de hombres como Stalin y Zhdánov. Tal vez no lo pensó
con esas palabras, pero fue lo que hizo. Dejó la militancia y utilizó su
libertad, la libertad que se les ofrecía a todos los venezolanos con la
democracia, para hacer una gran revisión de su historia. Pero
para eso, antes que nada, había que saber qué se había escrito, hacer un
balance, buscar las raíces de lo que dábamos por verdades históricas. Tal fue
la base de los cuatro grandes libros que producirá en los siguientes diez años:
el primer tomo de la Historia de la historiografía venezolana (1961,
los otros dos aparecerían en los siguientes treinta años); «Estudio
preliminar: Sobre el significado socioeconómico de la acción histórica de
Boves», que está en el primero tomo de los Materiales para el estudio
de la cuestión agraria en Venezuela (1800-1830) (1964, en 1972 aparecerá
como un libro aparte); “La crisis de la sociedad colonial”, aparecida
como introducción a la compilación de documentos de los realistas publicada en
los tomos IV, V y VI del Anuario del Instituto de Antropología e
Historia de la UCV (1967, después saldría como un libro aparte en 1983); y
finalmente El culto a Bolívar: esbozo para un estudio de la Historia de
las ideas en Venezuela (1969).
Aquello simplemente terminó
de demoler las visiones tradicionales de nuestra historia. No es que no hubiera
habido antecedentes. José Gil Fortoul, cuya lectura como adolescente fue clave
para formar su vocación de historiador, Laureano Vallenilla-Lanz y Caracciolo
Parra-Pérez, con quien llegó a entablar amistad, habían abierto un camino. Pero
fuera de ellos no había demasiado más. En el prólogo a la Historia de la
historiografía venezolana propuso el esquema general de nuestra
historiografía. Aún hoy es una de las primeras lecturas que debe hacer
cualquiera que quiera formarse como historiador o tener al menos una idea del
quién es quién de nuestros historiadores. Lo de Boves fue una respuesta a
ciertos marxistas que querían verlo como un antecedente glorioso del agrarismo
y una tentativa revolución socialista venezolana. No, aunque lo de Boves en
efecto expresó las tensiones de la sociedad y sus luchas, no fue un programa
revolucionario, nos dice Carrera Damas después de revisar toda la documentación
disponible.
La Crisis de la
sociedad colonial cambió de arriba a abajo nuestra idea de la
independencia. Hubo, como no, grandes hombres. Y también grandes ideas.
Pero aquel proceso fue básicamente la expresión de una profunda crisis en el
orden social. La guerra fue solo una de sus manifestaciones, por lo que no
puede agotarse en ella su estudio. Y las tensiones sociales no se pueden
despachar con la simplificación de clases dominantes y dominadas. Cada clase
tenía sus intereses y tenía una agenda propia para luchar por sus ideas de
libertad e igualdad. Eso incluía también a los grandes olvidados: los
realistas.
Pero la gran obra fue, de
lejos, El Culto a Bolívar. Aunque no fue la primera vez que se señalaba la
relación enfermiza de la sociedad venezolana con la figura del Libertador,
Carrera Damas trató de identificar sus mecanismos internos, cómo se construyó una
ideología para legitimar el Estado o los diferentes movimientos políticos, que
poco o nada tienen que ver con lo que Bolívar pensó. Pero no se trata de
reivindicar al pensamiento bolivariano como una verdad definitiva e impoluta,
pervertida por malos exégetas. Bolívar debe ser tratado con el mismo
sentido crítico que cualquier otro hombre. No es un dios al que hay que
defender. Es la manipulación la que se señala. Aquello fue como un bombazo en
medio de la sociedad venezolana. Una de las rebeliones más grandes a una fe
establecida de las que se tenga noticia. Llovieron las críticas. Cundió
la indignación. Hubo cartas solicitándole al rector de la UCV que se le
removiera de su cargo. Pero estábamos en democracia, en la UCV se respetaba la
libertad de pensamiento y del rector Jesús María Bianco en adelante, salieron
en defensa de Carrera Damas. Nadie en aquel momento podía imaginarse hasta qué
punto aquel fenómeno que dibujaba el libro daría de qué hablar.
Para la década de 1970 ya es
Carrera Damas una figura central en el mundo cultural venezolano. Se ocupa de
muchos temas y aún produce un par de clásicos más, como Una nación llamada
Venezuela (1980), uno de sus libros más editados y leídos; los estudios
que reunió en Venezuela: proyecto nacional y poder
social (1986), El dominador cautivo: ensayos sobre la configuración
cultural del criollo venezolano (1988) o Aviso a los historiadores
críticos (1995), un tratado sobre teoría y metodología de la historia
extraordinario. Pero es sobre todo un momento en el que sus servicios son
requeridos por el Estado en otro nivel. Convocado para formar parte de la COPRE
y, tras su jubilación en la UCV, para ingresar al servicio diplomático, cada
vez más sus reflexiones se fueron decantando por la crisis de la democracia y
por la necesidad de reformar el Estado. Al mismo tiempo, la UNESCO lo nombró
presidente del comité académico de la Historia General de América
Latina (1999, nueve tomos), así como miembro del comité para la segunda
edición de la Historia del desarrollo científico y humanístico de la
humanidad.
El proceso político que
arrancó en Venezuela en 1999 avivó sus temores por el destino de la democracia,
así como su pasión por la libertad. A los setenta años el profesor y embajador
jubilado, multiplicó su trabajo. En Venezuela, teme Carrera Damas, no sólo
se está demoliendo la democracia, sino ya en sí la república, y algo hay que
hacer al respecto. Así, como si todo lo hecho hasta el momento no hubiera sido
suficiente, ha producido desde entonces una serie de trabajos muy importantes:
“La larga marcha de la sociedad venezolana hacia la democracia”
(1998), Fundamentos históricos de la sociedad democrática
venezolana (2002), El Bolivarianismo-Militarismo, Una ideología de
reemplazo (2005), Colombia 1821-1827: aprender a edificar una
república (2010) y Rómulo histórico (2013). Muy activo en la
política, escribió un conjunto de “Mensajes Históricos”, difundidos por la red,
en los que analizaba y difundía problemas del momento. Muchos de ellos fueron
recogidos en Recordar la democracia (mensajes históricos y otros textos),
aparecido en 2006. Junto a eso, el gastrónomo que también es, le permitió
publicar una crónica sobr
Es una etapa en la que
ingresa como Individuo de Número a la Academia Nacional de la Historia, y como
correspondiente a la colombiana y la mexicana. Su preocupación por la
democracia lo ha llevado ha profundizar en el estudio de la figura de Rómulo
Betancourt, cuyas reflexiones sobre la democracia, encuentra cada día más
vigentes y útiles para atender la realidad venezolana. Es presidente de la
Fundación Rómulo Betancourt, desde donde impulsa una intensa actividad
pedagógica e investigativa. Acaso para asombro de aquel muchacho que trabajaba
con Gustavo Machado en México, es hoy uno de los mayores especialistas en el
pensamiento de Betancourt.
Buscado por los jóvenes,
sobre todo los políticos, que requieren de su consejo, Don Germán llega a los
noventa años con la pasión y el compromiso intactos. Su agenda de charlas,
clases y reuniones apenas ha disminuido. Tiene proyectados varios libros. No es
casual que el último que ha aparecido para este momento, Historia
prospectiva (2018), no esté dedicado al pasado, sino francamente al futuro.
Desde su primer escrito, la historia ha sido para él una herramienta de
porvenir. Y pocas veces el porvenir le ha ocupado más que ahora. Sabe que
el camino de la libertad es largo y escarpado, por lo que con todo su enorme
talento contribuye a que su sociedad lo corone con satisfacción.
¡Gracias Don Germán por todo
lo que ha hecho por la historia, por Venezuela, pero sobre todo por la
libertad!