Carlos Balladares Castillo
Publicado en El Nacional
El
desastre-tragedia nacional que han significado estos 20 años de
chavismo-madurismo, ha tenido un nuevo capítulo con el apagón
eléctrico-agua-internet-telefonía de este lunes 22 de julio en la tarde. Hecho
que es inevitable relacionar con la celebración de los 452 años de fundación de
Caracas el día de mañana jueves, y que nosotros hemos querido dedicar a su
utopía urbanística. Porque nos preguntamos: ¿Cuál es el ideal de ciudad que han
tenido las diversas generaciones de caraqueños e incluso venezolanos por ser
nuestra ciudad capital? La respuesta a esta pregunta es imposible darla en la
brevedad de un artículo de opinión, por ello nos dedicaremos a algunas ideas de
nuestra generación y el presente.
Los sueños
de tener una ciudad normal donde los servicios funcionen pero también un
espacio de ciudadanía en el cual se hagan realidad nuestros ideales de
convivencia colectiva, no es algo al que debemos renunciar. Nuestro caos actual
debido al secuestro que padecemos por la peor Venezuela no es motivo para ir
construyendo la mejor Caracas posible. De algún modo ya hemos conocido parte de
ella con el establecimiento de la capitalidad de la Provincia y después de la
Capitanía General en tiempos coloniales, la modernización urbanística iniciada
con los gobiernos de Antonio Guzmán Blanco (1829-1899) durante las décadas de
los setenta y ochenta en el siglo XIX; y muy especialmente con el gobierno de
Eleazar López Contreras (1883-1973) desde 1938 con la creación de la Dirección
Urbanística que generará el Plan Rotival; con la Década Militar (1948-58) y su
“batalla contra el rancho” y con el Plan Urbano de los setenta. Todos estos
planes y acciones apoyados por los crecientes ingresos rentísticos petroleros
transformaron a nuestra ciudad en una de las más atractivas de Iberoamérica. De
ella quedan sus grandes vías y edificios tanto monumentales como de viviendas con
las cuales varias generaciones han crecido y son prueba de la realización de
nuestro potencial.
La mejora
de la calidad de vida en Caracas entre los cincuenta y setenta trajo consigo
una migración interna desde el campo. Dicha migración masiva fue mucho más
rápida que la capacidad que tenían los planes urbanísticos y el crecimiento
físico de la ciudad para integrarla racionalmente. Si a ello sumamos la crisis
del rentismo a partir de los ochenta, el caos y la informalidad poco a poco se
fueron imponiendo. Los problemas del tráfico, la inseguridad, el deterioro de
los servicios en general, fueron creciendo hasta que llegó el chavismo en 1999.
El chavismo tuvo los recursos de un nuevo boom petrolero para detener las
tendencias negativas del pasado pero hizo todo lo contrario. Es decir, agregó
nuevos problemas a los ya existentes, no aplicó las leyes y ordenanzas
existentes, y se inventó un modelo urbano llamado “gran misión vivienda” que no
solo es horrendo sino que es inhumano. Modelo que presiona aún más la capacidad
de la ciudad para darle a cada uno de sus habitantes condiciones dignas de vida,
y que repetido a nivel nacional nos ha condenado a su colapso como podemos
padecer con los mega-apagones.
Tanto mal
no ha sido ignorado por una parte de los caraqueños que se han organizado en humildes
ONGs o pequeñas comunidades vías redes sociales (y más allá), realizando una
serie de actividades que valoran nuestra mejor tradición. Por dar solo algunos
ejemplos: realizan encuentros para discutir sobre los problemas de la ciudad y
sus posibles soluciones; realizan salidas para fotografiar los edificios y
lugares más hermosos, recordar sus historias y revivir viejas costumbres; y en
las redes sociales no paran de subir imágenes de nuestros edificios y vida
cotidiana, en especial nuestro Ávila y la fauna y flora en general. No recuerdo
que las guacamayas hayan tenido tantas personas que las cuiden en otras épocas
como en la última década. La coordinación entre todas ellas y la alianza con
los políticos que anhelan un mejor país es una labor que no puede esperar. De
manera que podamos lograr la utopía posible, un plan urbanístico de
reconstrucción de la ciudad para permitir resolver sus problemas más urgentes e
ir encaminándonos a un lugar más humano.
De mi
parte considero que deberíamos replantearnos nuestra capitalidad, pensar un
poco en el modelo estadounidense por una parte (en el que la ciudad capital es
donde están las sedes del poder público y existe otra urbe donde el potencial
económico es el protagonista) y el brasileño donde no temieron al traslado del
Estado a otro lugar más central (¿por qué no pensar en algún lugar cerca del
Orinoco?). Sueño con una Caracas sin la presión de los lugares como Miraflores
entre otros y que fuera la Nueva York del Caribe. Una ciudad cosmopolita como
una vez casi fuimos en nuestro mejor momento de los cincuenta a los setenta.
También pienso mucho en la reducción del uso del vehículo automotor donde el
caminar, la bicicleta y el transporte público sean las formas de trasladarnos. Si
el clima y la geografía es nuestro gran atractivo deberíamos explotarlo al
máximo y dejar esta locura de concreto y derribo de árboles, para que los
parques y las aves nos alegren los días. Pero también quiero una Caracas que
valore su patrimonio arquitectónico y dejemos de tumbar tanta quinta y
edificios, espacios y construcciones por los que no dejamos de suspirar cada
vez que vemos viejas fotos.
Para lograr
la utopía caraqueña debemos dejar la presión demográfica sobre Caracas y para
ello es fundamental que nuestras ciudades satélites y en general todas las
ciudades de Venezuela posean buenos servicios y sean atractivas económicamente.
Creo que no podemos dejar el inicio de estos planes para después que se vayan
los bárbaros ¡hay que comenzar de inmediato y plantearlo, discutirlo, soñarlos
es el primer paso!