Todos tiemblan: La
paranoia, motor de la historia (Parte 1)
Acuarela de Paul
Klee / Cortesía
“La franja que
limita la desconfianza natural de la suposición delirante (que no deja de tener
cimientos en la realidad) inunda los espacios vitales no solo del líder, sino
del colectivo que lo circunda”
CARLOS ALFREDO
MARÍN
@AEDOLETRAS3 DE JUNIO 2016 - 12:01 AM
Nunca hemos dejado
de ser instinto. La desconfianza, por ejemplo, nos hizo evolucionar como
especie animal. Sospechar que algo se esconde tras la maleza transformó la ida
a los pastizales a buscar alimentos. Armados con la sospecha, nuestros
ancestros se adentraban en la espesura con dos opciones: matar o caer ante los
depredadores. Pero también, y esto es un detalle crucial, ser víctimas de
sujetos de su misma especie. Sin embargo, todo empezó a descarrilarse cuando un
líder de la manada empezó a sospechar más de la cuenta. La franja que limita la
desconfianza natural de la suposición delirante (que no deja de tener cimientos
en la realidad) inunda los espacios vitales no solo del líder, sino del
colectivo que lo circunda.
Atacar primero
Así podría resumirse
la lógica del paranoico: atacar primero. El complejo psicológico se funda
en la proyección del mal en el otro. Por tanto, muchos pueden
convertirse en “chivos expiatorios”. Hay que aniquilar para expandir el dominio
y proyectar la superioridad de la manada, grupo o partido. La historia ha
dejado registro de sacrificios y rituales con que se han legitimado estos procederes
bajo señas políticas y religiosas. El ser humano es el único organismo vivo que
puede imaginar un daño, rumiarlo, anticiparlo y tomar medidas para evitarlo. El
motor, una vez que enciende, no se detiene.
Detrás del aparente
confort que brinda el capitalismo globalizado y su liquidez contemporánea –para
usar la tesitura de Zygmunt Bauman– palpitan los odios acendrados por siglos.
Solo falta que aparezca en el escenario una coyuntura que desate las emociones
para que la “tranquilidad” se quiebre. Si se erige el líder carismático explota
el entusiasmo primitivo. Los medios de comunicación difunden las razones
y ya casi nadie se salva del contagio. Todo lo demás está prácticamente al
bordo del abismo: la guerra. Nietzsche apuntó en 1886: “La locura en el
individuo es algo raro, pero en los grupos, en los partidos, en los pueblos, en
las épocas, constituye la regla”.
La ignorada
paranoia
El escritor
italiano Luigi Zoja, en su monumental trabajo Paranoia, la locura que hace
la historia (Fondo de Cultura Económica, 2013), asume este reto: llevar a
la psicología al terreno de las masas. Esto significa ir a contracorriente de
la tradición psicoanalítica del siglo XX, la cual ha entendido a la “paranoia”
como una afección típicamente individual. En el Diccionario de la Lengua
española se le define como “perturbación mental fijada en una idea o en
un orden de ideas”. Como vemos, el complejo es encapsulado como un fenómeno
individual.
En torno a esta
característica, Zoja escribe: “El pasaje del pensamiento normal al paranoico, y
del paranoico individual a paranoico de masas, muchas veces lo realizan
personas con un particular éxito social. Las actitudes paranoicas mejor
adaptadas, las ‘locuras [mejor] razonadas’ no solo son difíciles de clasificar
como trastornos mentales, sino que a menudo se las admira y se las imita. Son
objeto de contagio psíquico en apariencia positivo. La megalomanía, frecuente
en los paranoicos, se ve circularmente reforzada por la multitud a quien se
dirige el líder”.
No existe una
píldora para curar la paranoia colectiva. Tampoco cuenta con una bibliografía
que la sustente; es huérfana también de disciplina psicopatológica. Cae
“en la categoría de los acontecimientos sin nombre”. Anónima, ignorada,
misteriosa, ha vivido siempre al margen; sin embargo, ha estado moviendo los
hilos de la historia humana desde tiempos inmemoriales. “La paranoia ha hecho
correr demasiada sangre como para dejársela a los psiquiatras”, enfatiza. Zoja
abre la puerta del diván para salir a la calle de la historia.
El mal histórico
La historia y
psicología colectiva se retroalimentan sin contratiempos. Luigi Zoja, siguiendo
los pasos a Karls Jaspers y Carl Jung, erige lo que él denomina la perspectiva
psicoanalítica. En su libro se sitúa entre los comunismos, fascismos y
liberalismos para identificar y comprender “el contagio psíquico” que permea la
política y la historia en todo el siglo XX. Centrándose en la voluntad de
poder, camina por entre los senderos del mal.
Veamos este pasaje
esclarecedor: “Más que la individualidad, la paranoia de grupo está
profundamente vinculada a comportamientos psicopáticos. Destruye la convivencia
civil para golpear cruelmente al chivo expiatorio. El hecho, no obstante, por
ser un rito confirmado por todo el grupo, no se experimenta como perverso. Si
extendemos nuestras categorías clínicas a los acontecimientos históricos,
advertiremos con espanto que casi la totalidad de la Europa centro-oriental
padeció de pandemias paranoicas durante la primera mitad del siglo pasado, pero
también, de manera más subterránea, durante la Guerra Fría y sus interminables
postrimerías”.
El método de Zoja
va más allá de indagar los complejos delirantes de líderes como Hitler o
Stalin, Bush o Pinochet, Mussolini o Franco. Al contrario, vincula al líder
paranoico con las masas y los factores culturales que le dieron aforo. Análisis
que nos presenta los peligros de los nacionalismos y el poder de los mass
media en este milenio que apenas comienza.