Autor: Carlos Balladares Castillo
Publicado en Código Venezuela y Noticiero Digital
Andrés Bello: el equilibro entre la libertad y el orden
A principios de
febrero de este año, la revista británica “The Economist” eligió el nombre de
Andrés Bello (1781-1865) para su columna sobre Latinoamérica. Un acontecimiento
que nos llena de orgullo a los venezolanos (y chilenos, claro está),
especialmente a los que creemos en la necesaria promoción de nuestros próceres
civiles por encima de los caudillos y hombres de armas en general. Seleccionaron
a Bello debido a que su vida, obra y pensamiento expresan su condición de ser
un “liberal realista”, una persona que amaba la libertad pero en medio de
instituciones fuertes. Creía en el imperio de la ley (la cual consideraba la
verdadera patria), la educación pública universal y una sociedad abierta al
comercio y las ideas. Estos tres principios son precisamente los que más
necesitamos en la Venezuela del presente (la revista dice que en toda América
Latina), de allí a que el texto se haya titulado: “relearning old lessons”.
Al enterarme de la
anterior noticia casualmente yo leía algunas de sus obras. Bello posee una gran
cantidad de escritos (sus “Obras Completas” comprenden 26 tomos en su edición
de 1981-84 de la Fundación La Casa de Bello) lo cual hace muy difícil la
selección de algunos textos para tener una idea general de su pensamiento. Existen
muchas biografías que podrían ayudar en este aspecto. Las últimas que leí
fueron la de Pedro Cunill Grau: “Andrés Bello” editada en el 2007 por El
Nacional y Bancaribe en la Biblioteca Biográfica Venezolana (Nº 40) y la de
Iván Jaksic: “Andrés Bello. La pasión por el orden” editada también en el 2007
por Bid & co y la UCAB aunque es del 2001. Al final decidí hacer mi propia
selección y leí su obra de teatro en tiempos de la Colonia: “Venezuela
consolada”, algunos poemas, y unos breves textos sobre la situación de
Hispanomérica después de la Independencia con sus propuestas para lograr el
proyecto republicano (“Las repúblicas hispanoamericanas: autonomía cultural”,
1836; y “Aniversario de la victoria de Chacabuco”, 1842), en especial el
“Discurso pronunciado en la instalación de la Universidad de Chile”
(17-IX-1843) que ningún universitario puede dejar de leer.
“Venezuela consolada”
nos muestra como Andrés Bello era un súbdito fiel al Rey (fue funcionario en la
administración colonial desde 1802 hasta 1810) aunque esperanzado en el
progreso que ofrecían los avances de la Ilustración. Es así como la obra
describe un país azotado por la peste de la viruela hasta que el rey como padre
protector envía la vacuna sanadora (Bello será miembro de “Junta Central de
Vacuna”). Acá un extracto de la obra: “¿qué funestos motivos/ a tan fatal
extremo/ de aflicción y dolor te han compelido?/ ¿No eres tú Venezuela?/ ¿Falta
acaso a tus hijos/ del español monarca/ la amorosa tutela y patrocinio?”
(versos 50 al 55). El drama se refiere a una región próspera especialmente por
la riqueza de su tierra pero que vive la tragedia hasta que Carlos IV lo salva.
Los escritos que
luego leímos nos muestran un Andrés Bello que anhela el orden después del caos
de las guerras, pero un orden no monárquico sino plenamente republicano. En
“Las repúblicas hispanoamericanas: autonomía cultural” expresa una gran
admiración por los Estados Unidos, a quien no lo ve como un enemigo sino más
bien como un ejemplo a seguir. El problema es que los americanos del norte
tenían las condiciones para la libertad (mayor igualdad, tradición en el
ejercicio de los derechos, clase alta que está de acuerdo con los principios
liberales) y nosotros los del sur éramos todo lo contrario. A pesar de ello podríamos
lograr superar “los vicios del coloniaje” una vez terminada la lucha de
emancipación con España, siempre y cuando acomodáramos los principios
republicanos “sin alterarse en la sustancia”; y busquemos e inculquemos
sinceramente “el amor al orden”. Eso se podría lograr – afirma - con educación
generalizada y la llegada de nuevas gentes y capitales.
El discurso en la
instalación de la Universidad de Chile trata también este tema del orden en
libertad pero desde la perspectiva de dicha institución educativa. Bello intenta responder en cierto modo a la pregunta:
¿Cuáles son los aportes de la universidad al anhelo de los países
iberoamericanos para hacer realidad el sueño republicano? Su respuesta es la de
un hombre ilustrado: las letras generan la libertad, porque en la historia “el
progreso de la civilización”, “el ansia de mejoras sociales” y la misma “sed de
libertad” están íntimamente ligadas al renacimiento del interés por “la herencia
intelectual de Grecia y Roma, reclamada, después de una larga época de
oscuridad”. Luego afirma que las universidades son “depósitos” de saberes desde
los cuales se extienden las luces (“un cuerpo eminentemente expansivo y
propagador”). “No bien brota en el pensamiento de un individuo una verdad
nueva, cuando se apodera de ella toda la república de las letras.”
La generalización de
la educación básica - la cual considera como “una necesidad primera y urgente;
como la base de todo sólido progreso; como el cimiento indispensable de las
instituciones republicanas” - necesita de las universidades como “condición
indispensable”. Los “maestros competentemente instruidos” se “nutren” de “los
buenos libros y métodos” que surgen de la instrucción superior. El discurso se
desarrolla luego en cada una de las disciplinas del conocimiento, entre los
cuales no podemos dejar de citar sus recomendaciones para el derecho, las
ciencias políticas y la historia. Lo jurídico político debe liberar al Estado
“de las manchas que contrajo bajo el influjo maléfico del despotismo” y
“restituirlo a las instituciones republicanas”. La historia es – siguiendo a
Herder, advierte Bello – un medio para explicar los hechos y especialmente es,
entre otras cosas, “la experiencia del género humano” que ofrece “el saludable
poderío de sus avisos”.
La instrucción –
concluye – nos lleva a desarrollar “largos pero agradables estudios”. En su
caso nunca los interrumpió a pesar de las terribles condiciones que en algunos
momentos padeció: pobreza en su exilio en Londres y muerte de su primera
esposa, también verá morir a 9 de sus hijos. Sin duda que hay razones para
admirarlo, pero lo más importante es preservar su gran sueño: la república
liberal.