Ese es el Cipriano Castro que el historiador norteamericano William M. Sullivan
(Keene, New Hampshire, 1941) describe en su libro "El despotismo de
Cipriano Castro", que esta mañana presentará en la Academia Nacional de la
Historia.
Antes de asomarse al contenido de la obra, cabe preguntar: ¿Qué llevó a este
académico estadounidense a interesarse en la vida del caudillo oriundo de
Capacho, estado Táchira?
"Fui voluntario del Cuerpo de Paz en Barquisimeto entre 1965 y 1967.
Después, ingresé a la Universidad de Nuevo México y mi profesor, Edwin Lieuwen,
era un especialista en la historia del petróleo de Venezuela. Yo estaba
buscando un tema y escogí al presidente Castro porque había muchos documentos
diplomáticos (...) Lo he estudiado durante 40 años", responde el autor,
que en 1974 obtuvo el doctorado gracias a la tesis titulada "Cipriano
Castro and the rise of despotism in Venezuela, 1899-1908".
Sullivan destaca que su investigación se basa en fuentes primarias y que tuvo
la oportunidad de entrevistar al expresidente Eleazar López Contreras. El libro
acumula unas 1.600 notas a pie de página, invitando al lector a profundizar en
el análisis del régimen de Castro desde una perspectiva imparcial, acota el escritor.
"Venezolanos y extranjeros han condenado a Castro como un gobernante
inmoral, implacable y a menudo incompetente, que inició una era de 36 años de
despotismo absoluto. ¿Eran verdaderos estos argumentos? Para contestar esta
pregunta, inicié mis investigaciones", apunta Sullivan.
--¿Qué puede significar para los venezolanos de este momento Cipriano Castro?
-Castro fue un hombre muy complicado. Un general fantástico, que llevó el orden
a Venezuela con la batalla de Ciudad Bolívar, y terminó la época de los
caudillos. Primero Cipriano Castro y después Juan Vicente Gómez, permitieron a
Venezuela tener democracia tras sus 35 años de gobierno.
-La propaganda oficial muestra a Castro como un gran patriota y líder
antiimperialista. ¿Qué más puede decirse del expresidente?
-Castro tenía muchos problemas, no tenía dinero, paz, nada. Pero su habilidad
para manejar los problemas fue increíble. Siento mucho respeto por él, fue el
venezolano más grande de su época. Castro tuvo mucha suerte y una gran
habilidad para manipular el poder. Durante la Revolución Libertadora, casi
vivía con un telegrafista. Siempre estaba en contacto con sus generales en el
campo. Un gran estratega. El problema de él fue su enfermedad.
-Usted ha señalado que, pese a todos los males que enfrentó, Castro fue un
hombre con suerte. ¿Por qué?
- La confrontación de los poderes mundiales lo benefició. Tengo información en
el libro sobre el papel del presidente de Estados Unidos, Teodoro Roosevelt,
quien en ese tiempo lanzó amenazas a Alemania e Inglaterra para que no
invadieran territorio venezolano.
-¿Cuál fue la principal debilidad de Castro?
- Su fuerza y su debilidad fue su personalidad. A diferencia de Juan Vicente
Gómez, Castro no tenía paciencia. Castro siempre estuvo muy involucrado en
eventos sociales, fiestas y saraos. Además, tenía que mantener unas 23 casas de
amantes desperdigadas por toda Venezuela. Entre Cipriano Castro y Juan Vicente
Gómez, tenían más de cien hijos.
Una descripción muy buena de Castro en un sarao la escribió el cónsul de EEUU
en Puerto Cabello. El funcionario relató que Castro llevó 12 camisas a una
fiesta -para cambiarse por el sudor- y que terminó bailando solo, levantando
las piernas como un ruso. Él pasaba de una mujer a otra.
-¿Y el principal legado de Cipriano Castro?
- Aunque fue cruel, Castro abrió la posibilidad de instaurar la paz en
Venezuela. Luego siguió Gómez, quien sí pudo atraer dinero del extranjero para
desarrollar la industria. Posteriormente, tras ese período, llegó la
democracia.
-Subraya las fortalezas de Castro, pero Gómez le ganó la partida. ¿Es así?
-Castro tenía la capacidad de ver a una persona y saber qué estaba pensando en
realidad. Movía los hilos del poder y sembraba la intriga entre sus
adversarios, para sacarle provecho a sus peleas. Gómez fue el hombre que
financió la revolución y fue la mano derecha del propio Castro, que tenía confianza
total en él. La enfermedad del general cambió las cosas. Castro fue la única
persona a la cual Gómez temió hasta su muerte.