Autor: Carlos Balladares Castillo. Publicado en Analitica.
Al leer El mundo según Cabrujas, pienso en esa máquina demoledora que era su verbo. Nadie se salvaba de su crítica feroz combinada con humor. Tenía algo de socrático, pero, me pregunto: ¿Dónde estaba su mayeútica? ¿Qué ofrecía como alternativa a su repudio sobre la democracia puntofijista?. El caso Cabrujas puede ser un buen tema de estudio para comprender las razones de nuestra quiebra democrático. Quiebra en que los medios tuvieron una parte de la responsabilidad.
No condeno a Cabrujas, admiro su pluma inmensamente. Admiro su pasión por la palabra escrita, y también hablada (el teatro, las telenovelas). ¿Cómo negar que en mis tiempos universitarios la lectura de su columna influyó sobre mi forma de escribir? ¿Cómo no admirar “La dueña” que disfruté en mi niñez? Anhelé emularlo siempre, pero otras influencias me alejaron de una crítica desmedida… Cabrujas fue un buen ejemplo del espíritu “hipercrítico” que minó la moral democrática del venezolano. Pasamos de la fortaleza liberal al “no creer en nadie”, por un bombardeo permanente de las malas noticias; y por la creación de un “chivo expiatorio”: los partidos políticos, en especial los firmantes del Pacto de Puntofijo. No se puede negar que en ese tiempo no se tenía lo que poseemos ahora: la experiencia de la desaparición gradual de la democracia. Se confiaba plenamente que a mayor dureza en las palabras, a mayor ejercicio de la libertad de expresión; esta terminaría fortaleciéndose. Obviamente no fue esto lo que ocurrió, y se terminó siendo cómplice, sin quererlo, de los que tenían como meta la destrucción de las instituciones que sostenían las libertades.
El caso Cabrujas, fue además, el de la fascinación por el líder personalista militar; aunque a este le duró 9 meses. En cambio, hubo otros casos que supieron el peligro desde un principio. Me refiero especialmente al historiador Manuel Caballero. ¿A cuántos le duró diez años hasta que el desastre ya estaba consumado? ¿A cuántos la fascinación se le convirtió en espíritu mercenario por no llamarlo clientelar?. Pero a Cabrujas dicha conversión no le llevó a otro tipo de crítica. Identificó el peligro (“un nuevo mesías populista”), pero quizás su idea de país fracasado no le hizo considerar la posibilidad de un desastre mayor.
Uno de sus grandes aportes, es la creación de símbolos para comprender nuestra realidad. Entre ellos resalto: el Estado del disimulo y País campamento. Nos dice: “El país tuvo siempre una visión precaria de sus instituciones porque, en el fondo, Venezuela es un país provisional.” Es así como se fortalece el Estado del “me da la gana”; que se puede decir con una frase popularizada por un Presidente del siglo XIX: “La Constitución sirve para todos”. Es el personalismo siempre campante, disimulado con leyes, formas, y grandes palabras. “Nunca levantamos muchas salas de teatro en este país. ¿Para qué? La estructura principista del poder fue siempre nuestro mejor escenario.”
¿Hasta dónde hemos sido el fracaso que describe Cabrujas? Sin duda, él buscó despertar nuestras conciencias. A pesar de ello, pienso: una cosa es descubrir, evidenciar e identificar nuestros defectos; y otra hundirnos en el “acá no hay nada que hacer”, y esta última idea es la que me han transmitido sus escritos. Necesitamos una crítica realista (tal como no las dio Cabrujas), pero también: respuestas y optimismo. ¿O será que nuestro optimismo es otra forma del “disimulo” y Cabrujas tenía razón? Algo no se le puede negar: su genialidad y sinceridad.
Les dejo un video suyo, gracias a:
mrradugo
El dramaturgo José Ignacio Cabrujas, analiza la importancia histórica de Simón Bolívar y Juan Vicente Gómez. Programa: Historia Viva con Jorge Olavarría. Venevisión. Año 1995.
No condeno a Cabrujas, admiro su pluma inmensamente. Admiro su pasión por la palabra escrita, y también hablada (el teatro, las telenovelas). ¿Cómo negar que en mis tiempos universitarios la lectura de su columna influyó sobre mi forma de escribir? ¿Cómo no admirar “La dueña” que disfruté en mi niñez? Anhelé emularlo siempre, pero otras influencias me alejaron de una crítica desmedida… Cabrujas fue un buen ejemplo del espíritu “hipercrítico” que minó la moral democrática del venezolano. Pasamos de la fortaleza liberal al “no creer en nadie”, por un bombardeo permanente de las malas noticias; y por la creación de un “chivo expiatorio”: los partidos políticos, en especial los firmantes del Pacto de Puntofijo. No se puede negar que en ese tiempo no se tenía lo que poseemos ahora: la experiencia de la desaparición gradual de la democracia. Se confiaba plenamente que a mayor dureza en las palabras, a mayor ejercicio de la libertad de expresión; esta terminaría fortaleciéndose. Obviamente no fue esto lo que ocurrió, y se terminó siendo cómplice, sin quererlo, de los que tenían como meta la destrucción de las instituciones que sostenían las libertades.
El caso Cabrujas, fue además, el de la fascinación por el líder personalista militar; aunque a este le duró 9 meses. En cambio, hubo otros casos que supieron el peligro desde un principio. Me refiero especialmente al historiador Manuel Caballero. ¿A cuántos le duró diez años hasta que el desastre ya estaba consumado? ¿A cuántos la fascinación se le convirtió en espíritu mercenario por no llamarlo clientelar?. Pero a Cabrujas dicha conversión no le llevó a otro tipo de crítica. Identificó el peligro (“un nuevo mesías populista”), pero quizás su idea de país fracasado no le hizo considerar la posibilidad de un desastre mayor.
Uno de sus grandes aportes, es la creación de símbolos para comprender nuestra realidad. Entre ellos resalto: el Estado del disimulo y País campamento. Nos dice: “El país tuvo siempre una visión precaria de sus instituciones porque, en el fondo, Venezuela es un país provisional.” Es así como se fortalece el Estado del “me da la gana”; que se puede decir con una frase popularizada por un Presidente del siglo XIX: “La Constitución sirve para todos”. Es el personalismo siempre campante, disimulado con leyes, formas, y grandes palabras. “Nunca levantamos muchas salas de teatro en este país. ¿Para qué? La estructura principista del poder fue siempre nuestro mejor escenario.”
¿Hasta dónde hemos sido el fracaso que describe Cabrujas? Sin duda, él buscó despertar nuestras conciencias. A pesar de ello, pienso: una cosa es descubrir, evidenciar e identificar nuestros defectos; y otra hundirnos en el “acá no hay nada que hacer”, y esta última idea es la que me han transmitido sus escritos. Necesitamos una crítica realista (tal como no las dio Cabrujas), pero también: respuestas y optimismo. ¿O será que nuestro optimismo es otra forma del “disimulo” y Cabrujas tenía razón? Algo no se le puede negar: su genialidad y sinceridad.
Les dejo un video suyo, gracias a:
mrradugo
El dramaturgo José Ignacio Cabrujas, analiza la importancia histórica de Simón Bolívar y Juan Vicente Gómez. Programa: Historia Viva con Jorge Olavarría. Venevisión. Año 1995.
2 comentarios:
Podría ser esa mezcla de Bolívar y Gomez, aderezada con Pérez Jimenez y Hugo Chavez, lo que dio esa visión al difunto dramaturgo.
Con respecto al libro comentado, no lo he leído. Apenas lei hace algunos días "El páis segun Cabrujas" no se si "el mundo segun Cabrujas" contenga algunos de los mismos ensayos-artículos del primero. Pero ciertamente JIC trató, a través de sus escritos políticos, de mostrarnos lo "torcido" de nuestro sistema socio-político y más aun con ironia llegó a mofarse de las costumbres venezolanas. Creo su muerte lo ha ayudado a construit ese aspecto de hombre de pensamiento irrefutable pues no conocio lo que se nos ha venido encima. Con respecto a su afirmación del "daño" que los medios han proporcionado de nuestro sistema político-democratico en tiempos pasados, lo comparto. Al leer "La rebelión de los naufragos" de Mirtha Rivero se obtienen muchos testimonios de la guerra sin cuartel declarada por el grupo de Marcel Granier al gobierno de Carlos Andrés Perez (II), casi un triller de terror.
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