11. ¿Cómo sobrevive (en lo económico, en lo profesional y en lo espiritual) siendo historiador? ¿Se puede ser historiador en Venezuela?
En términos generales, no es posible sobrevivir en Venezuela
ejerciendo ningún oficio –al menos, ninguno honesto. Ahora, hay que reconocer
que es difícil sobrevivir en el continente americano (con excepción de Chile,
Canadá, Estados Unidos y México) como profesor universitario. El profesor es
para el Estado meramente un docente que recibe una miseria por horas de clase
impartidas –como si no fuese necesario un trabajo previo para impartir una
clase. La investigación, aunque ciertamente existen muchos organismos estatales
que intentan promocionarla, se produce más por vocación y esfuerzo propio que
por la existencia de adecuados estímulos institucionales y profesionales. No es
un tema que afecte al historiador exclusivamente. Con respecto a la última
pregunta, la verdadera interrogante es ¿se puede ser en Venezuela?
12. ¿Para qué sirve la historia? ¿Tiene futuro el estudio de la
historia en general y en Venezuela?
La historia, como otras ciencias sociales, no se puede considerar
desde un punto de vista utilitario. No cabe decir si sirve de algo, si es útil
o no. Como studia humanitati la
historia forma parte de la formación del hombre culto y debe formar parte de la
formación de todo aquel que pretenda llamarse ciudadano. Allí donde exista sed
de conocimiento allí estarán las ciencias (y entre ellas la historia) para
saciarla. El conocimiento no tiene por qué ser útil para llenar el alma, para
cultivar las ideas y para hacernos ver y comprender el mundo con otros ojos. Y
dondequiera que haya historiadores, habrán historias que contar; y dondequiera
que haya quien quiera leerles o escucharles, se cultivará lo que se llama la
“conciencia histórica”. Y siempre que queramos comprender el por qué de las
cosas, presentes y pasadas, tendrán futuro las ciencias históricas.
13. Si cree que existe la venezolanidad o la identidad venezolana
¿cómo la definiría? ¿La historia de Venezuela ha sido un fracaso? ¿Qué piensa
de nuestro presente?
Los nacionalismos, como nos enseña Hobsbawn, son construcciones
políticas en las cuales los historiadores han jugado un rol protagónico –aunque
existe un texto de E. Palti que cuestiona esta interpretación historiográfica.
La creación de archivos nacionales, Academias de la Historia, Cátedras de
Historia en la Universidades y la difusión de la educación pública, han sido
condición de la posibilidad de la creación de las historias patrias.
La venezolanidad, como toda identidad, es lo que ella misma diga
de sí, es lo que se haga de ella, la forma en que se construya. Como hemos
visto hoy día, poco importa la veracidad histórica, la historia misma se puede
moldear en función de las necesidades políticas. La identidad nacional es un
recurso político de movilización y legitimización (esto no quiere decir que la
identidad como tal no exista, pues los nacionalismos abrevan de genuinos
sentimientos identitarios); su historia es la historia de tantos proyectos
políticos que se han impuesto en el país.
La historia de Venezuela es lo que ha sido, no puede juzgarse en
términos de éxito o fracaso. Lo que puede juzgarse bajo esa perspectiva son los
proyectos que se han emprendido y es difícil valorarlos sin entrar en una
diatriba política.
Nuestro presente se tiñe de colores oscuros, porque presenciamos
la consolidación de una forma de dominación totalitaria. Dondequiera que estos
regímenes han aparecido han dejado una profunda y traumática huella en la
memoria de los pueblos. En todo caso, seguir hablando sobre este tema me haría
extenderme en demasía.
14. Recomiéndeme más de 2 historiadores noveles y/o jóvenes que
deberíamos entrevistar (no olvide darme sus emails, estos no se harán públicos)
Joanna Vergara
Luis Perrone
David Petit
15. Ahora invente una
pregunta, la hace y se responde a sí mismo.
¿Cuál cree usted que es el lugar de la historia en las ciencias
sociales?
La historia se ha caracterizado por una peculiar lucha por su
identidad y cientificidad en el campo de las ciencias humanas, y es que a
diferencia de otras ciencias no ha resultado fácil determinar su objeto. La
pregunta por lo que constituye propiamente lo histórico ha tenido las más
variadas respuestas y en la medida en que se considere que esta pregunta no tiene
un respuesta clara, tanto más se pone en duda el estatus científico de la
historia. Aunque hoy en día el problema de la cientificidad no haga perder el
sueño a muchos, pues al contrario ven la cercanía de la historia con la
literatura como una fuente de riqueza y, en fin, como una ventaja más que un
hándicap, este problema sigue estando presente siempre que se formula la
pregunta sobre si determinado texto pertenece al género histórico o no. Puede
que después de todo, al final del día toda esta diatriba con sus prolongados
antecedentes se deba a una errada concepción de las ciencias –he allí la
importancia del conocimiento epistemológico para el historiador. Y es que la
división de las ciencias responde a un lenguaje científico ontológico, el cual
presupone que cada ciencia debe tener un objeto y que habrá tantas ciencias
como objetos de conocimiento. Pero si dejamos de pensar en términos ontológicos
(es decir, dando a entender que existen cosas que poseen una esencia que las
hace únicas y discernibles de todo lo demás y que esa esencia es aprehensible a
través de intelecto) y pensamos más bien que una ciencia se caracteriza por el
desarrollo de determinado punto de vista (una distinción directriz) sobre una
misma masa de observables, a saber, la sociedad, el problema desaparecería. La
historia no tendría que tener un objeto como una parcela de la realidad. La
historia se distinguiría de otras ciencias por comprender la sociedad y los
asuntos humanos desde una perspectiva temporal. Pero esta visión de las cosas
también haría absurda la pretensión de demarcar territorios y de parcelar el
conocimiento en compartimientos estancos como las disciplinas, pues acentúa el
aspecto colaborativo e interdisciplinar que ha de tenerse en cuenta cuando se
quiere comprender la realidad social. Así pues, la formación histórica debe
estar presente en los currículos de todas las carreras, mientras que del mismo
modo el estudio de la historia exige un conocimiento enorme. Nadie podría
llamarse sencillamente “historiador”, sino “historiador de”. En este orden de
ideas coincido con Koselleck en que la historia como unidad, la historia total,
la historia como singular colectivo, sólo pueden lograrse a costa de ficciones
ideológicas que muchas veces terminan sirviendo a siniestros objetivos
políticos. ¿Esto significa que ha de renunciarse a una visión de conjunto de
los problemas históricos de la sociedad?
No. Pero esta reconstrucción ha de ser necesariamente plural,
interdisciplinaria y fragmentaria. En resumidas cuentas, el científico social
de hoy en día ha de tener una formación integral.
16. Puede hacerle una pregunta al entrevistador si lo desea.
Pues nada, te agradezco mucho la oportunidad y
me parece excelente esta iniciativa que tienes. Es importantísimo que la
comunidad de historiadores nos conozcamos más y sepamos qué hacemos y en qué
estamos…y que nos leamos. Esto último lo estimo fundamental y hago también un
mea culpa: debemos leernos más entre nosotros; el académico escribe para el
académico fundamentalmente, de modo que si entre nosotros no nos leemos la gran
perjudicada es la academia venezolana.
Profeballa finaliza: Te agradezco mucho por tu tiempo y amistad.
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