El Editorial de El Nacional el sábado 20 de noviembre de 2010.
Central Pío Tamayo:Ventana al fracaso
Pío Tamayo, poeta y teórico, hombre de la Generación del 28, perseguido por la dictadura de Juan Vicente Gómez, fue uno de los precursores venezolanos del socialismo. Es una gran ironía del régimen militar que su nombre esté ahora vinculado a un gran fracaso de las ideas que postuló. La incapacidad, el oportunismo y la mala fe de quienes controlan la revolución bolivariana, convirtieron el central azucarero Pío Tamayo en una burla y en un despojo a los trabajadores, a los obreros del central y a los productores de caña del estado Lara.
Esta es una historia que debe ser conocida porque se trata de una bochornosa experiencia que se repite a lo largo y ancho del país. Lo que en el central ha venido sucediendo desde 1999 no puede ser calificado sino de desastre: una década de confusión que está desembocando en la ruina de los trabajadores y, como decimos, también de los productores. En definitiva, del fracaso de un país que se autoabastecía y que ahora está condenado a la importación de más de 750.000 toneladas de azúcar, quemando nuestras divisas, creando empleos en otros países y estimulando la producción ajena.
El central Pío Tamayo es el testimonio de un engaño. El Gobierno les propuso a los trabajadores y los productores que asumieran el control de la empresa. Que capitalizaran sus prestaciones y los pagos pendientes, con lo cual tendrían 51% de las acciones. Esto suponía que tomarían las decisiones, pero nunca fue así. Los comisarios del régimen los desplazaron desde el primer momento.
Como en cualquier empresa del capitalismo salvaje, el Estado, vale decir el Gobierno, les rebajó la participación accionaria. Si con la mayoría no contaron para nada, ya esta maniobra dejó a trabajadores y productores en la calle. Este fue el desenlace de la promesa de que en siete años serían los propietarios del central. El Estado capitalista, además, los dejó sin una autoridad ante quien apelar, porque esta es otra de las características del régimen autoritario.
Estas prácticas de improvisación oficialista se reflejaron sobre la marcha en la caída de la producción azucarera en Lara, un estado azucarero por excelencia. Como en el fantasmagórico central Ezequiel Zamora de Barinas, otro fiasco de la revolución, la mano de los cubanos ha estado presente.
Presumen de ser los grandes expertos, y lo fueron, en efecto, en otras épocas, pero el comunismo acabó también con la producción de azúcar en el país que estuvo entre los más grandes exportadores del mundo. Al central Pío Tamayo lo dotaron, por si fuera poco, con maquinaria traída de Cuba, que resultó obsoleta.
El caso del central larense ilustra la tragedia de innumerables trabajadores, como la malversación de recursos en manos de comisarios políticos inexpertos, pero inapelables, que elevaron el número de obreros a 600. Por consiguiente, allí no hay sino pérdidas. Un espejo, en fin.
Por: RedacciónPolítica OpiniónEL NACIONAL
Pío Tamayo, poeta y teórico, hombre de la Generación del 28, perseguido por la dictadura de Juan Vicente Gómez, fue uno de los precursores venezolanos del socialismo. Es una gran ironía del régimen militar que su nombre esté ahora vinculado a un gran fracaso de las ideas que postuló. La incapacidad, el oportunismo y la mala fe de quienes controlan la revolución bolivariana, convirtieron el central azucarero Pío Tamayo en una burla y en un despojo a los trabajadores, a los obreros del central y a los productores de caña del estado Lara.
Esta es una historia que debe ser conocida porque se trata de una bochornosa experiencia que se repite a lo largo y ancho del país. Lo que en el central ha venido sucediendo desde 1999 no puede ser calificado sino de desastre: una década de confusión que está desembocando en la ruina de los trabajadores y, como decimos, también de los productores. En definitiva, del fracaso de un país que se autoabastecía y que ahora está condenado a la importación de más de 750.000 toneladas de azúcar, quemando nuestras divisas, creando empleos en otros países y estimulando la producción ajena.
El central Pío Tamayo es el testimonio de un engaño. El Gobierno les propuso a los trabajadores y los productores que asumieran el control de la empresa. Que capitalizaran sus prestaciones y los pagos pendientes, con lo cual tendrían 51% de las acciones. Esto suponía que tomarían las decisiones, pero nunca fue así. Los comisarios del régimen los desplazaron desde el primer momento.
Como en cualquier empresa del capitalismo salvaje, el Estado, vale decir el Gobierno, les rebajó la participación accionaria. Si con la mayoría no contaron para nada, ya esta maniobra dejó a trabajadores y productores en la calle. Este fue el desenlace de la promesa de que en siete años serían los propietarios del central. El Estado capitalista, además, los dejó sin una autoridad ante quien apelar, porque esta es otra de las características del régimen autoritario.
Estas prácticas de improvisación oficialista se reflejaron sobre la marcha en la caída de la producción azucarera en Lara, un estado azucarero por excelencia. Como en el fantasmagórico central Ezequiel Zamora de Barinas, otro fiasco de la revolución, la mano de los cubanos ha estado presente.
Presumen de ser los grandes expertos, y lo fueron, en efecto, en otras épocas, pero el comunismo acabó también con la producción de azúcar en el país que estuvo entre los más grandes exportadores del mundo. Al central Pío Tamayo lo dotaron, por si fuera poco, con maquinaria traída de Cuba, que resultó obsoleta.
El caso del central larense ilustra la tragedia de innumerables trabajadores, como la malversación de recursos en manos de comisarios políticos inexpertos, pero inapelables, que elevaron el número de obreros a 600. Por consiguiente, allí no hay sino pérdidas. Un espejo, en fin.
Por: RedacciónPolítica OpiniónEL NACIONAL
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