Autor: Clemente Balladares
Dieter Pfeifer (28feb1923-1julio2010)
Nació en Ciudad Bolívar, comandante de tanques alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, murió en Valencia a los 87 años.
Dieter Pfeifer (28feb1923-1julio2010)
Nació en Ciudad Bolívar, comandante de tanques alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, murió en Valencia a los 87 años.
Dieter había nacido en Ciudad Bolívar un 28 de febrero, de padre y madre alemanes. Su abuelo materno fue un general en la Gran Guerra que había emigrado a Venezuela antes que su hija naciera. Junto a sus otros dos hermanos menores, a Dieter solo le interesaba corretear por las riberas del Orinoco y tenían fama de ser más tremendos que los criollos. Por su aspecto europeo y el lugar que frecuentaban, les decían “los cosacos del peladero”.
Para educar y tratar de domeñar a sus tres hijos, el viejo Pfeifer contrata a una institutriz alemana. Sin embargo los “cosacos” no asistían a sus clases y se escapaban de la señora. Ni siquiera aprendieron su lengua paterna, todo el tiempo hablaban castellano con los modismos guayaneses de su época.
De niño, la mayor curiosidad de Dieter era un enorme caimán que merodeaba las riberas cercanas al cual llamaban “el comisario”. El reptil se hallaba cebado por los restos que descartaban los pescadores. En una ocasión su presa fue una mujer lavandera. En la orilla quedó la mitad del cadáver sin consumir para los ojos de los niños que avisaron del horrible evento. Los baños en el río se acabarían, no así las correrías.
Cansado de las indisciplinas de sus hijos, el padre los envía a un internado en Alemania en 1933. El cambio fue radical, del campo tropical sin mucha ley a ciudades ordenadas bajo una rígida disciplina en un naciente régimen fascista.
A principios de 1939, el gobierno del tercer Reich le reclama al internado acerca del status de doble ciudadanía de los hermanos Pfeifer. Particularmente al estado alemán le interesa saber con cuantos soldados dispone ya que se prepara para una guerra. La solución ofrecida a pesar de no ser mayor de edad es prestar el servicio militar. A él le parece estupendo... La decisión le costaría seis largos años de combate.
Dieter escogió para servir las divisiones de tanques del ejército alemán. Luego de menos de un año de entrenamiento como tanquista aprendió a conducir los Panzers. Los primeros modelos de blindados usados por el eran básicamente un carro poco protegido que servia para explorar la zona de combate, el mismo no soportaba grandes batallas; claro se percató de esto esa madrugada en Varsovia. En menos de un mes la mitad de Polonia era de Hitler, la otra de Stalin.
De regreso en Alemania paso el otoño e invierno siguiente en paz donde mostraba con orgullo adolescente su primera herida de guerra. La marca producto de la primera acción le granjeó el ascenso a comandante de un mejor blindado, el Panzer III. Ya no conducía, ni tampoco operaba el cañón de 37mm, dirigía un tanque y sus cinco tripulantes. El elegante uniforme era todo de negro. En cada solapa de su chaqueta destacaba una plateada calavera con los huesos cruzados y en el kepí una diminuta cucarda con el tricolor alemán coronado por una esvástica sostenida por un águila (primera imagen colocada acá es Pfeiffer con dicho uniforme).
Para educar y tratar de domeñar a sus tres hijos, el viejo Pfeifer contrata a una institutriz alemana. Sin embargo los “cosacos” no asistían a sus clases y se escapaban de la señora. Ni siquiera aprendieron su lengua paterna, todo el tiempo hablaban castellano con los modismos guayaneses de su época.
De niño, la mayor curiosidad de Dieter era un enorme caimán que merodeaba las riberas cercanas al cual llamaban “el comisario”. El reptil se hallaba cebado por los restos que descartaban los pescadores. En una ocasión su presa fue una mujer lavandera. En la orilla quedó la mitad del cadáver sin consumir para los ojos de los niños que avisaron del horrible evento. Los baños en el río se acabarían, no así las correrías.
Cansado de las indisciplinas de sus hijos, el padre los envía a un internado en Alemania en 1933. El cambio fue radical, del campo tropical sin mucha ley a ciudades ordenadas bajo una rígida disciplina en un naciente régimen fascista.
A principios de 1939, el gobierno del tercer Reich le reclama al internado acerca del status de doble ciudadanía de los hermanos Pfeifer. Particularmente al estado alemán le interesa saber con cuantos soldados dispone ya que se prepara para una guerra. La solución ofrecida a pesar de no ser mayor de edad es prestar el servicio militar. A él le parece estupendo... La decisión le costaría seis largos años de combate.
Dieter escogió para servir las divisiones de tanques del ejército alemán. Luego de menos de un año de entrenamiento como tanquista aprendió a conducir los Panzers. Los primeros modelos de blindados usados por el eran básicamente un carro poco protegido que servia para explorar la zona de combate, el mismo no soportaba grandes batallas; claro se percató de esto esa madrugada en Varsovia. En menos de un mes la mitad de Polonia era de Hitler, la otra de Stalin.
De regreso en Alemania paso el otoño e invierno siguiente en paz donde mostraba con orgullo adolescente su primera herida de guerra. La marca producto de la primera acción le granjeó el ascenso a comandante de un mejor blindado, el Panzer III. Ya no conducía, ni tampoco operaba el cañón de 37mm, dirigía un tanque y sus cinco tripulantes. El elegante uniforme era todo de negro. En cada solapa de su chaqueta destacaba una plateada calavera con los huesos cruzados y en el kepí una diminuta cucarda con el tricolor alemán coronado por una esvástica sostenida por un águila (primera imagen colocada acá es Pfeiffer con dicho uniforme).
Imágenes: Las dos últimas fotos fueron sacadas de internet.
1 comentario:
Lo conoci personalmente, fue un gran amigo de la casa nos veiamos casi a diario una exelente persona
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