04-Dic 03:05 pmMireya Tabuas
La primera ciudad construida por los españoles en Venezuela, Nueva Cádiz de Cubagua, fue declarada Bien de la Nación en el año 2000. Pero de nada sirve su estatus. Sin vigilancia alguna, las ruinas de la urbe nacida hace 500 años han sido intervenidas y pierden valor Video: Cubagua en una maqueta
Cubagua es hábitat de cactus y viento, tierra seca rodeada de un mar que se regodea en lucir todas las tonalidades del azul. Es desierto. Sed. Soledad. Silencio. Pero Cubagua es también historia. Unas sobre otras, sus piedras son el único testimonio que queda de lo que fue el auge y caída de la primera ciudad española no sólo en Venezuela sino en Suramérica: Nueva Cádiz. Fue una urbe próspera que se alojó hace 500 años en la aridez de esta isla del estado Nueva Esparta y que vivió gracias a una sola riqueza: las perlas. Cubagua dio inicio a la nacionalidad venezolana y es una metáfora del país que sobreexplota un recurso.
Declarado Monumento Histórico Nacional en 1979 y Bien de Interés Cultural de la Nación en 2000, lo que podría ser un patrimonio mundial, es un ejemplo de desidia. A pesar de su valor histórico, es hoy en día tierra de nadie.
Aún pueden verse vestigios del trazado urbano de lo que fue una ciudad que llegó a tener mil habitantes, siete calles, tres iglesias, un ayuntamiento; una casa fuerte, un mercado, numerosas casas y comercios.
Nada queda en pie, pero es posible imaginar el tamaño de la urbe desde las pocas bases que aun existen de las edificaciones.
Estos escasos restos están bajo la administración del Instituto de Patrimonio Cultural, sin embargo, se hallan abandonados, sin vigilancia alguna, a merced de que cualquier visitante se lleve un pedazo de pared como souvenir para su sala. Las ruinas de Nueva Cádiz sólo tienen la compañía de las bolsas, botellas plásticas y basura que les ofrece a diario el mar.
"Ahora las ruinas están arruinadas", dice Mario González, habitante de Cubagua y testigo de lo que él piensa que no ha sido sino un mar de engaños.
"Murió el hermano mío esperando las promesas de los gobiernos para Cubagua, después me moriré yo y quedarán las promesas sembradas. No sé si están esperando que se muera todo el mundo aquí para coger a Cubagua y hacer con ella lo que les dé la gana", dice desde su casa en Charagato, el pueblo de 30 habitantes de la isla, que está a una hora aproximadamente del lugar donde hace 5 siglos se asentó Nueva Cádiz.
Mario González y su hermano Víctor fueron declarados por el IPC como patrimonio viviente de la isla. Aun cuando es el representante del pueblo, siente que su voz no es escuchada.
"Hemos visto mucho de la historia de Cubagua, de lo que se llevaron de aquí, lo que puede recuperarse y no se ha recuperado, de los engaños que nos han hecho", insiste mientras mira atentamente al mar, que tiene su casa a los pies como derecho de frente.
Parque temático.
En 2007 el IPC anunció el inicio de obras en la isla, según el concepto de que no sólo las ruinas tenían un valor patrimonial sino todo su entorno. La idea era crear allí el Parque Arqueológico, Paleontológico y Geológico de Venezuela. El proyecto, anunciado por el entonces ministro de la Cultura Francisco Sesto a los habitantes de la isla en agosto de ese año, tenía un presupuesto de 3 millones de bolívares fuertes e incluía no sólo la restauración de las ruinas, sino la creación de un museo, un laboratorio, una escuela de campo de arqueología, senderos de interpretación y obras para mejorar la calidad de vida de la comunidad. Un folleto que aún se sigue repartiendo a los turistas en el Museo Nueva Cádiz de La Asunción, en Margarita, da cuenta del alcance de esa propuesta que nunca se materializó. "El IPC no nos ha rendido cuentas de qué hizo con los 3 millones de bolívares destinados al proyecto Cubagua", señala González, aunque asegura que le ha exigido esta información al instituto porque el compromiso fue siempre incluir a la comunidad. El arqueólogo Jorge Armand, que trabajó en la recuperación de Nueva Cádiz, afirma que el IPC no llegó a gastar 10% de la inversión inicial. "¿Dónde está esa plata?", pregunta.
El propio ministro Sesto entregó dinero a los vecinos de Cubagua. "Como adelanto nos dio un cheque de 50.000 bolívares fuertes para repartir entre todos los habitantes de la isla", recuerda González y cuenta que ese monto sólo alcanzó para reparar los motores de las lanchas de algunos pescadores y arreglar los techos de varias casas. No pudieron hacer nada más, pero los cubagüenses no tenían mayor preocupación porque Sesto les aseguró que sólo era el abreboca de la millonaria suma que se invertiría en recuperar las ruinas y repotenciar la isla con fines turísticos y como parque temático.
Pero no recibieron más nada. "El presidente del IPC, José Manuel Rodríguez, nos dijo que recuperaría Cubagua y que sus palabras no se las llevaría el viento, pero debe ser que el viento de acá es muy fuerte", expresa, ya desconfiado, González.
Isla embarcada. El presidente Hugo Chávez anunció que realizaría su programa dominical Aló, Presidente en Cubagua en octubre de 2009. Era el momento de inaugurar el parque arqueológico. Para ello enviaron a la isla tarimas, toldos y sillas. Pero a última hora, el jefe del Estado suspendió la visita al enterarse de que no había nada que inaugurar. Fue éste el cierre de un proyecto y de una idea que sólo adorna un folleto.
Hoy, como hace 500 años, los habitantes de Cubagua no tienen agua dulce. Continúan trayéndola de otras partes. La planta desalinizadora que se inauguró con bombos y platillos en 2009, se dañó al mes de instalada y no ha sido reparada.
Varias casas recibieron paneles solares para tener por fin luz.
Sin embargo, cuenta González que se trataba de una solución provisional pues les dijeron que instalarían energía eólica, aprovechando el fuerte viento del lugar. Nunca llegó.
También se anunció como un hecho la construcción de 17 viviendas y de una escuela bolivariana, y sin embargo los pocos niños (menos de 10) que reciben clases en la isla continúan reuniéndose en un salón prestado, en una casa de la Universidad de Oriente, con un profesor que viaja desde Margarita. Los cubagüenses, como Jesús Ramos, prefieren que sus hijos estudien fuera de la isla para garantizarles una continuidad educativa que allí luce imposible.
Dentro de las propias ruinas de Nueva Cádiz vivía un grupo de personas, el IPC las desalojó de allí y les prometió viviendas.
Ramos, uno de ellos, tuvo que ingeniárselas para levantar de nuevo su rancho a varios metros de distancia, sin recibir la ayuda gubernamental.
De aquella supuesta visita presidencial y del proyecto del parque sólo queda un recuerdo: la enorme placa que el Ministerio de la Cultura colocó a un lado de las ruinas y que reza: "Aquí están los restos de una ciudad imposible. La primera ciudad española en América.
No fue un hecho cultural, sólo explotación que liquidó vilmente a los hombres y mujeres de estos lugares y también a la naturaleza que ellos protegían.
Muertos los indígenas por el trabajo inhumano, y agotados los recursos naturales que la isla ofrecía, en sólo 15 años fue abandonada. Estas ruinas son un contundente recuerdo de la barbarie del capitalismo, aún en sus inicios. Ministerio del Poder Popular para la Cultura, 2009". Para el arqueólogo Jorge Armand, quizás esas palabras son la justificación del Gobierno para haber sentenciado a muerte un proyecto.
Trabajo a medias. Armand fue durante 8 meses entre 2007 y 2008 el arqueólogo a cargo de la recuperación de las ruinas de Nueva Cádiz. El IPC lo llamó y él presentó un plan para el rescate e investigación arqueológica, el cual, según documenta, cumplió: se encargó de la limpieza, remoción de basura, reforestación de plantas y restauración preliminar de las ruinas.
El también profesor de la Universidad de los Andes hizo excavaciones que le permitieron descubrir la ubicación exacta de la Ermita de Nuestra Señora de la Concepción, que se considera el primer edificio público que se construyó en Cubagua y la primera iglesia católica de Suramérica. Halló algunos cuerpos cerca de la Iglesia Mayor, lo que le hace suponer que allí podía estar el cementerio.
Sus hallazgos le valieron el premio de investigación de la Fundación Herrera Luque en 2009.
"Aún queda por investigar en Nueva Cádiz y no sólo en ella, en toda la isla, porque también hay importante evidencia arqueológica prehispánica", dice Armand.
El proyecto del arqueólogo incluía la identificación de cada ruina para que los turistas pudieran hacer un recorrido guiado; los cubagüenses, en cooperativas, trabajarían en labores de atención y servicios al visitante. Además se proyectaba construir un museo para alojar las piezas que rescató el arqueólogo José María Cruxent en sus exploraciones de 1954 (unas están en el Museo Nueva Cádiz de La Asunción y otras en el IVIC).
También se pediría la repatriación de algunas extraídas en Cubagua que están en la Universidad de Florida desde hace más de cincuenta años, cuando se llevó un material con fines de estudio. El propio Armand encontró algunos objetos en las nuevas excavaciones. "El IPC me los quitó, bajo amenaza legal, y no me permitió ni siquiera investigarlos", denuncia.
El arqueólogo dice que nunca tuvo una explicación de su despido, ni menos de las razones por las que se abortó el plan.
"No querían gastar en él. A los seis trabajadores a mi cargo y a mí ni siquiera nos dieron una lancha para movilizarnos, ni una carpa para pernoctar".
Después de la destitución de Armand (en el folleto que se reparte en el Museo Nueva Cádiz tacharon con marcador su nombre como director del proyecto), las ruinas se quedaron solas. No sólo se borró de un plumazo todo proyecto de investigación en la zona, sino que ni siquiera hay un vigilante.
En la página web del Ministerio de la Cultura se publica una información según la cual se reformulará el plan de ordenamiento de la isla como Área Bajo Régimen de Administración Especial. Lo demás es silencio.
Reza la Ley de Protección y Defensa del Patrimonio Cultural: "La defensa del Patrimonio Cultural de la República es obligación prioritaria del Estado y de la ciudadanía" y de esa forma es su tarea salvaguardar las obras que "por su contenido cultural constituyan elementos fundamentales de nuestra identidad nacional".
Sin embargo, violando esta ley, los restos de la histórica Nueva Cádiz siguen minándose día a día. La primera ciudad venezolana es un patrimonio que se lo traga el viento, el salitre, el tiempo y la soledad. Pero, sobre todo, la desidia oficial.
Declarado Monumento Histórico Nacional en 1979 y Bien de Interés Cultural de la Nación en 2000, lo que podría ser un patrimonio mundial, es un ejemplo de desidia. A pesar de su valor histórico, es hoy en día tierra de nadie.
Aún pueden verse vestigios del trazado urbano de lo que fue una ciudad que llegó a tener mil habitantes, siete calles, tres iglesias, un ayuntamiento; una casa fuerte, un mercado, numerosas casas y comercios.
Nada queda en pie, pero es posible imaginar el tamaño de la urbe desde las pocas bases que aun existen de las edificaciones.
Estos escasos restos están bajo la administración del Instituto de Patrimonio Cultural, sin embargo, se hallan abandonados, sin vigilancia alguna, a merced de que cualquier visitante se lleve un pedazo de pared como souvenir para su sala. Las ruinas de Nueva Cádiz sólo tienen la compañía de las bolsas, botellas plásticas y basura que les ofrece a diario el mar.
"Ahora las ruinas están arruinadas", dice Mario González, habitante de Cubagua y testigo de lo que él piensa que no ha sido sino un mar de engaños.
"Murió el hermano mío esperando las promesas de los gobiernos para Cubagua, después me moriré yo y quedarán las promesas sembradas. No sé si están esperando que se muera todo el mundo aquí para coger a Cubagua y hacer con ella lo que les dé la gana", dice desde su casa en Charagato, el pueblo de 30 habitantes de la isla, que está a una hora aproximadamente del lugar donde hace 5 siglos se asentó Nueva Cádiz.
Mario González y su hermano Víctor fueron declarados por el IPC como patrimonio viviente de la isla. Aun cuando es el representante del pueblo, siente que su voz no es escuchada.
"Hemos visto mucho de la historia de Cubagua, de lo que se llevaron de aquí, lo que puede recuperarse y no se ha recuperado, de los engaños que nos han hecho", insiste mientras mira atentamente al mar, que tiene su casa a los pies como derecho de frente.
Parque temático.
En 2007 el IPC anunció el inicio de obras en la isla, según el concepto de que no sólo las ruinas tenían un valor patrimonial sino todo su entorno. La idea era crear allí el Parque Arqueológico, Paleontológico y Geológico de Venezuela. El proyecto, anunciado por el entonces ministro de la Cultura Francisco Sesto a los habitantes de la isla en agosto de ese año, tenía un presupuesto de 3 millones de bolívares fuertes e incluía no sólo la restauración de las ruinas, sino la creación de un museo, un laboratorio, una escuela de campo de arqueología, senderos de interpretación y obras para mejorar la calidad de vida de la comunidad. Un folleto que aún se sigue repartiendo a los turistas en el Museo Nueva Cádiz de La Asunción, en Margarita, da cuenta del alcance de esa propuesta que nunca se materializó. "El IPC no nos ha rendido cuentas de qué hizo con los 3 millones de bolívares destinados al proyecto Cubagua", señala González, aunque asegura que le ha exigido esta información al instituto porque el compromiso fue siempre incluir a la comunidad. El arqueólogo Jorge Armand, que trabajó en la recuperación de Nueva Cádiz, afirma que el IPC no llegó a gastar 10% de la inversión inicial. "¿Dónde está esa plata?", pregunta.
El propio ministro Sesto entregó dinero a los vecinos de Cubagua. "Como adelanto nos dio un cheque de 50.000 bolívares fuertes para repartir entre todos los habitantes de la isla", recuerda González y cuenta que ese monto sólo alcanzó para reparar los motores de las lanchas de algunos pescadores y arreglar los techos de varias casas. No pudieron hacer nada más, pero los cubagüenses no tenían mayor preocupación porque Sesto les aseguró que sólo era el abreboca de la millonaria suma que se invertiría en recuperar las ruinas y repotenciar la isla con fines turísticos y como parque temático.
Pero no recibieron más nada. "El presidente del IPC, José Manuel Rodríguez, nos dijo que recuperaría Cubagua y que sus palabras no se las llevaría el viento, pero debe ser que el viento de acá es muy fuerte", expresa, ya desconfiado, González.
Isla embarcada. El presidente Hugo Chávez anunció que realizaría su programa dominical Aló, Presidente en Cubagua en octubre de 2009. Era el momento de inaugurar el parque arqueológico. Para ello enviaron a la isla tarimas, toldos y sillas. Pero a última hora, el jefe del Estado suspendió la visita al enterarse de que no había nada que inaugurar. Fue éste el cierre de un proyecto y de una idea que sólo adorna un folleto.
Hoy, como hace 500 años, los habitantes de Cubagua no tienen agua dulce. Continúan trayéndola de otras partes. La planta desalinizadora que se inauguró con bombos y platillos en 2009, se dañó al mes de instalada y no ha sido reparada.
Varias casas recibieron paneles solares para tener por fin luz.
Sin embargo, cuenta González que se trataba de una solución provisional pues les dijeron que instalarían energía eólica, aprovechando el fuerte viento del lugar. Nunca llegó.
También se anunció como un hecho la construcción de 17 viviendas y de una escuela bolivariana, y sin embargo los pocos niños (menos de 10) que reciben clases en la isla continúan reuniéndose en un salón prestado, en una casa de la Universidad de Oriente, con un profesor que viaja desde Margarita. Los cubagüenses, como Jesús Ramos, prefieren que sus hijos estudien fuera de la isla para garantizarles una continuidad educativa que allí luce imposible.
Dentro de las propias ruinas de Nueva Cádiz vivía un grupo de personas, el IPC las desalojó de allí y les prometió viviendas.
Ramos, uno de ellos, tuvo que ingeniárselas para levantar de nuevo su rancho a varios metros de distancia, sin recibir la ayuda gubernamental.
De aquella supuesta visita presidencial y del proyecto del parque sólo queda un recuerdo: la enorme placa que el Ministerio de la Cultura colocó a un lado de las ruinas y que reza: "Aquí están los restos de una ciudad imposible. La primera ciudad española en América.
No fue un hecho cultural, sólo explotación que liquidó vilmente a los hombres y mujeres de estos lugares y también a la naturaleza que ellos protegían.
Muertos los indígenas por el trabajo inhumano, y agotados los recursos naturales que la isla ofrecía, en sólo 15 años fue abandonada. Estas ruinas son un contundente recuerdo de la barbarie del capitalismo, aún en sus inicios. Ministerio del Poder Popular para la Cultura, 2009". Para el arqueólogo Jorge Armand, quizás esas palabras son la justificación del Gobierno para haber sentenciado a muerte un proyecto.
Trabajo a medias. Armand fue durante 8 meses entre 2007 y 2008 el arqueólogo a cargo de la recuperación de las ruinas de Nueva Cádiz. El IPC lo llamó y él presentó un plan para el rescate e investigación arqueológica, el cual, según documenta, cumplió: se encargó de la limpieza, remoción de basura, reforestación de plantas y restauración preliminar de las ruinas.
El también profesor de la Universidad de los Andes hizo excavaciones que le permitieron descubrir la ubicación exacta de la Ermita de Nuestra Señora de la Concepción, que se considera el primer edificio público que se construyó en Cubagua y la primera iglesia católica de Suramérica. Halló algunos cuerpos cerca de la Iglesia Mayor, lo que le hace suponer que allí podía estar el cementerio.
Sus hallazgos le valieron el premio de investigación de la Fundación Herrera Luque en 2009.
"Aún queda por investigar en Nueva Cádiz y no sólo en ella, en toda la isla, porque también hay importante evidencia arqueológica prehispánica", dice Armand.
El proyecto del arqueólogo incluía la identificación de cada ruina para que los turistas pudieran hacer un recorrido guiado; los cubagüenses, en cooperativas, trabajarían en labores de atención y servicios al visitante. Además se proyectaba construir un museo para alojar las piezas que rescató el arqueólogo José María Cruxent en sus exploraciones de 1954 (unas están en el Museo Nueva Cádiz de La Asunción y otras en el IVIC).
También se pediría la repatriación de algunas extraídas en Cubagua que están en la Universidad de Florida desde hace más de cincuenta años, cuando se llevó un material con fines de estudio. El propio Armand encontró algunos objetos en las nuevas excavaciones. "El IPC me los quitó, bajo amenaza legal, y no me permitió ni siquiera investigarlos", denuncia.
El arqueólogo dice que nunca tuvo una explicación de su despido, ni menos de las razones por las que se abortó el plan.
"No querían gastar en él. A los seis trabajadores a mi cargo y a mí ni siquiera nos dieron una lancha para movilizarnos, ni una carpa para pernoctar".
Después de la destitución de Armand (en el folleto que se reparte en el Museo Nueva Cádiz tacharon con marcador su nombre como director del proyecto), las ruinas se quedaron solas. No sólo se borró de un plumazo todo proyecto de investigación en la zona, sino que ni siquiera hay un vigilante.
En la página web del Ministerio de la Cultura se publica una información según la cual se reformulará el plan de ordenamiento de la isla como Área Bajo Régimen de Administración Especial. Lo demás es silencio.
Reza la Ley de Protección y Defensa del Patrimonio Cultural: "La defensa del Patrimonio Cultural de la República es obligación prioritaria del Estado y de la ciudadanía" y de esa forma es su tarea salvaguardar las obras que "por su contenido cultural constituyan elementos fundamentales de nuestra identidad nacional".
Sin embargo, violando esta ley, los restos de la histórica Nueva Cádiz siguen minándose día a día. La primera ciudad venezolana es un patrimonio que se lo traga el viento, el salitre, el tiempo y la soledad. Pero, sobre todo, la desidia oficial.
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