Carlos Balladares Castillo
En el famoso universo
de Star wars, especialmente en la que
es su mejor película: El imperio
contraataca (Irvin Kershner, 1980), aparece una batalla en medio de un
planeta helado (Hoth) entre un pequeño grupo de la Alianza Rebelde y todo el
poder del Imperio Galáctico. Un gran mito popular tiene su inspiración
probablemente en un hecho real que este jueves 12 de marzo cumple 80 años de
haber finalizado, y no es otro que la Guerra de Invierno (30 de noviembre de
1939 al 13 de marzo de 1940 en medio del invierno más fuerte del siglo) entre
una pequeña pero valiente Finlandia (con una población de 3 millones de
habitantes) y la Unión Soviética (URSS): el país más extenso del planeta con
una población de 170 millones de personas.
La desproporción no
era solo poblacional sino también en lo referente a su potencial armado, por
solo citar un ejemplo: La Unión Soviética (URSS) tenía más de 2500 tanques
modernos frente a los 32 anticuados de Finlandia, y parecidas proporciones en
artillería y aviación, y en relación a los soldados estaban entre casi un
millón versus 300 mil. A pesar de todo ello, el pueblo finlandés con gran
coraje y unidad resistió, infringiendo muchas derrotas y graves pérdidas a la
URSS (más de 300 mil bajas, 1500 tanques, 750 aviones); aunque al final
tuvieron que aceptar un armisticio en los que cedían el 11% de su territorio
pero sin entregar su independencia. Los recursos de Finlandia habían llegado al
límite, mientras que los del enemigo eran inmensos. Abandonada por las
potencias occidentales al igual que Polonia (en septiembre de 1939), tuvo que
aceptar las condiciones del imperio comunista.
En nuestro último
artículo sobre la serie que estamos escribiendo en torno al 80 aniversario de
la Segunda Guerra Mundial: “La caída de Polonia” (25 de septiembre de 2019),
explicamos que el 27 de septiembre de 1939 Varsovia se rendiría y al día
siguiente las dos potencias que destruyeron el Estado Polaco firmarían el “Tratado
Germano-Soviético de Amistad, Cooperación y Demarcación” que reformularía el
suscrito a finales de agosto estableciendo las zonas de influencias
respectivas. En lo que respecta a la zona de la URSS, ésta se iría anexionando
los países fronterizos del Báltico en los siguientes meses. Solo Finlandia se
resistió y de esa forma comenzaría la guerra. En cierta forma Finlandia era un
punto de honor porque la capital de la Revolución: Leningrado, estaba a 40 kilómetros
de la frontera. De modo que los soviéticos anhelaban crear “un colchón”
protector en el llamado Istmo de Karelia por no hablar del dominio de los
puertos no congelados en el Ártico.
¿Cómo fue posible que
un pequeño país con un débil ejército en lo referente a poder de fuego pudo
resistir a tal avalancha de soldados y armas? Los finlandeses hablan de “sisu”,
la cual es una palabra intraducible al castellano porque describe la suma de un
conjunto de virtudes en un solo espíritu. Es el espíritu de perseverancia,
resiliencia, valor, aprendizaje en las penurias y muy especialmente el darlo
todo por una gran meta cuando parece que ya no te quedan fuerzas. Sin duda es
parte de una sociedad que ha crecido en un ambiente tan inhóspito, y cuando
logró su independencia ésta se le quiso arrebatar por medio del comunismo bolchevique
en una guerra civil en 1918 y posteriormente en la Guerra de Invierno. La
inmensa mayoría puso de su parte: las mujeres ocuparon los puestos de los
hombres en las fábricas y crearon todo un sistema de apoyo a las familias de
todos los afectados por la guerra en especial de los soldados, y los soldados
no se acobardaron ante el gran desafío y poseían un excelente guía militar: el
mariscal Carl Gustaf Emil Mannerheim (1867-1951).
Buenos ejemplos de
“sisu” fue todo el sistema de defensas (trampas antitanques, minas, etc.), pero
cuando estos caían y se daban los inevitables avances de los masivos ataques de
los soldados de la URSS, se asumía la guerra de guerrillas. Los tanques rusos
al inicio parecían imposibles de vencer, pero los finlandeses generaron varias
formas de contraataque al mejor estilo “sisu” (perseverantes adaptándose a las
nuevas condiciones para lograr la meta) y la más famosa de ellas fue bautizada
por este valiente pueblo cuando el cínico canciller soviético (Viacheslav Molotov)
les dijo que el bombardeo a sus ciudades era con pan, y de inmediato la gente
dijo: “si Molotov pone el pan nosotros pondremos los cocteles”. Y cada tanque
recibía esta famosa arma (botellas con gasolina y algún otro material de rápida
combustión) en sus ductos de aire, arma que los finlandeses acababan de
bautizar para el mundo: “el cóctel molotov”.
Las consecuencias de
esta guerra; además de las ya señaladas pérdidas humanas y de armas, y las
territoriales de Finlandia; fue el convencimiento para Hitler que el Ejército
Rojo estaba totalmente debilitado por las purgas de Stalin y que eso se había
demostrado ante su claro fracaso en Finlandia frente a soldados decididos
aunque en menor número tanto de hombres como de armas. La URSS era un “gigante
con pies de barro”, de modo que a los pocos meses comenzó a preparar su campaña
para invadirla. Y ante la intención de los aliados anglobritánicos de controlar
Noruega para ayudar a los finlandeses, el Tercer Reich tenía que invadir este
país y garantizar así el abastecimiento de hierro de las minas suecas cuyo
transporte se hacía por el puerto noruego de Narvik. Lo que ignoró Hitler fueron
otras dos consecuencias de esta guerra: la reforma militar soviética ante sus
errores y la demostración del coraje de los pueblos para mantener su
independencia cueste lo que cueste incluso frente a la terrible destrucción de
la guerra moderna. El pueblo finlandés con la Guerra de Invierno se había
ganado un sitial de honor en el mundo.
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