Carlos
Balladares Castillo
Publicado en El Nacional
El
14 de agosto pero de 1919 nacía la República de Weimar, aunque la
historiografía considera a la misma como el período que va desde el fin de la
Primera Guerra Mundial (11 de noviembre de 1918) hasta el ascenso de Adolf
Hitler (1889-1945) al poder el 30 de enero de 1933. Nosotros elegimos este día
porque en él es puesta en vigencia la primera Constitución realmente
democrática y republicana de Alemania. Es el inicio de este experimento que
surge del sufragio universal en enero de 1919 que permitió el voto por primera
vez de los jóvenes y las mujeres en dicho país, con un parlamento capaz de
gobernar sin un rey y un ejército que mediara ante sus competencias. La gente
(los pocos que lo recuerdan), la historiografía y los medios tienden a
menospreciar este tiempo y reducirlo a una causa o antecedente de
la formación y llegada al poder del partido Nazi. El esfuerzo de estudio y
conmemoración debería colocarse en los aciertos y errores de toda democracia
cuando da sus primeros pasos. Rogamos disculpas a nuestros lectores que no les
simpatizan las efemérides porque ya tenemos tres semanas recordándolas, y es
que nos parece que cada una de ellas poseía una inmensa importancia. Y para
mayor disgusto, dentro de dos semanas y poca más comentaremos el 80 aniversario
del comienzo de la Segunda Guerra Mundial.
Los
cinéfilos, al pensar en la República de Weimar, centran su atención en esa
maravilla que fue el expresionismo alemán. Directores como Fritz Lang (Metrópolis) y F. W. Murnau (Nosferatu, Amanecer) y G. W. Pabst (La
caja de Pandora) que después irían a Hollywood fundamentalmente y expandirían
su influencia en todo el mundo. Pero no solo hubo grandes aportes en el cine
sino también en el resto de las artes y la cultura. En la literatura: Thomas
Mann (La montaña mágica), Bertold
Brecht (La ópera de los tres centavos)
y E. M. Remarque (Sin novedad en el
frente); en la filosofía a Martin Heiddeger (Ser y tiempo) y los primeros pasos de una muy joven Hannah Arendt (El concepto de amor en San Agustín);
pero también hubo mejoras sociales, desarrollos arquitectónicos y un ambiente
de plena expresión de la creatividad y el respeto al diferente ¿Por qué ocurrió
esto? Por algo que muchos han tendido a olvidar debido al papel de Alemania en
las dos Guerras Mundiales y el terrible horror del Holocausto perpetrado por
los nazis. Estos hechos dirigieron la mirada de la mayoría a la cultura llamada
“prusiana” o militarista por encima de otra más importante. Nos referimos a la tradición
democrática y liberal, que una vez lograda el marco institucional y social que
fue Weimar pudo desarrollarse al máximo pero lamentablemente sin la experiencia
para protegerla de sus enemigos.
En
el libro de Steven Levintsky y Daniel Ziblatt, 2018, How democracies die; afirma de alguna manera que Weimar y la
Venezuela chavista son buenos ejemplos de cómo una democracia es destruida
gradualmente desde dentro. Dicha destrucción ocurre por realizar “alianzas
fatídicas” con un líder demagogo para terminar cediéndole grandes cuotas de
poder y no por una violencia “externa” como los tradicionales golpes de Estado
o insurrecciones. El régimen de libertades es mucho más delicado (inestable)
que cualquier otra forma de gobierno. De allí la necesidad de una constante
vigilancia ante cualquiera amenaza y el cultivo de una robusta conciencia
ciudadana que no se deje engañar por los populismos. No se puede negar que
Weimar tenía mucho en su contra: la tragedia de haber padecido las
consecuencias económicas, sociales y morales de la guerra más destructiva y
violenta que haya conocido la humanidad hasta la fecha; el Tratado de Versalles
que buscó más el castigo (la venganza) que la reconstrucción de un sistema
internacional que previniera la posibilidad de una nueva guerra; factores que
fueron el caldo de cultivo perfecto para el fortalecimiento de los extremismos
antidemocráticos: siendo los comunistas y nazis los mejores ejemplos.
La
República de Weimar fue, cambiando lo cambiable, lo que habría ocurrido en
Rusia si la Revolución de Febrero se impone a la de Octubre. Weimar es una
advertencia pero especialmente fue una muestra del potencial democrático de
Alemania, la cual se hizo realidad después de la Segunda Guerra Mundial en el
caso de la República Federal. Alemania no era una cultura y una sociedad que no
podía vivir en democracia, pero para lograrlo necesitaba que los partidos
llegaran a consensos y los mismos tuvieran el apoyo de Occidente. Cuando estas
condiciones distintas se dieron, la patria del primer Presidente de la
República de Weimar: Friedrich Ebert, ha dado lo mejor de sí y ocupa un sitial
de honor entre las democracias y sociedades abiertas del mundo.
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