2. Breve resumen
(datos precisos porque luego se ampliarán estos temas) de su vida como
historiador: (ciudad de nacimiento, año), ciudad donde vive actualmente, donde
hizo el pregrado y postgrado, ¿docencia?, investigación, ponencias,
publicaciones EN GENERAL.
Nací en
la ciudad de Mérida en 1987, mi actual lugar de residencia. Egresé en 2011 de
la Escuela de Historia de la Universidad de los Andes y en este momento me
encuentro adelantando estudios de posgrado en la Maestría en Historia de
Venezuela de esta misma casa de estudios. Al mismo tiempo soy tesista del
Programa de Profesionalización Docente (PPD-ULA) para optar al título de
Licenciado en Educación mención Ciencias Sociales, y participante del programa
de generación de relevo PLAN-II por el área de Geografía Histórica en la
Facultad de Humanidades y Educación (ULA). Investigador Nivel A (2015)
del Programa de Promoción al Investigador (CDCHTA-ULA) y autor de publicaciones enmarcadas en
líneas de investigación sobre problemas socio-históricos del siglo XVII y siglo
XX. Actualmente me desempeño como docente de Educación Media General en el área
de Geografía, Historia y Ciudadanía.
3. ¿Cuándo y cómo nació su vocación como historiador?
Ciertamente,
en mi caso constituye una vocación. Me nació en algún momento de mi temprana
adolescencia en el permanente contacto familiar, sobretodo a través de mi
padre, con los temas de índole política que fermentaban la vida del país a
finales del siglo pasado. Este vínculo, y mi consecuente interés en darle
sentido a toda aquella información a través de la lectura, fueron generando en
mí un creciente acercamiento a la noción de tiempo histórico, a la formulación
de una conciencia histórica individual y colectiva, y a la proyección de esta
sobre la base de una percepción política de destino colectivo; percibía
vagamente que algo andaba muy mal con nuestra sociedad y que posiblemente
muchas de las respuestas las podía encontrar en la historia: aprendía pues, a pensar históricamente. Aunque en aquel
momento no lo concebía con precisión vocacional, intuía que mi destino
profesional podía estar ligado a alguna carrera de corte humanístico, pero
contradictoriamente, al mismo tiempo tenía serias intenciones de dedicarme a la
vida militar, ambición que afortunadamente se vio truncada a tiempo.
4. ¿Qué lectura, persona, película-serie o viaje fortaleció
dicha vocación? ¿Fue “discípulo” de algún historiador? ¿Cuál es su historiador
preferido y por qué? ¿Qué libro de Historia recomienda y por qué?
Las lecturas sobre las cuales se cimentó tempranamente mi
acercamiento a la historia fueron los documentos de Simón Bolívar, me resultaba
atractiva la elegante retórica de su discurso aunado a lo admirable de su
biografía; posteriormente, pasar por la Escuela de Historia implicó un proceso
de maduración de esas lecturas, fundamentalmente hacia la desmitificación de
eso que suelen llamar el “pensamiento bolivariano”; sigo leyendo a Bolívar,
siempre vale la pena hacerlo, además forma parte de mi trabajo en el ámbito de
la docencia a través de la cual intento enseñar desde la duda y el pensamiento
crítico; es preciso leer y releernos críticamente como sociedad en el mito
fundacional bolivariano, que ya no es ni siquiera aquella incólume esfinge de
bronce de nuestra religión civil, sino una triste figurilla de cartón, el
adjetivo de nuestro actual fracaso colectivo.
Por otro lado, nunca he tenido vocación de discípulo, sobre
todo porque, afortunadamente, los profesores con los que ha estado vinculado mi
trabajo académico han tenido el pudor de no caer en la falsa pretensión de ser
maestros, y eso, en un ambiente como el de la academia donde muchos pugnan por
ser “maestros”, es admirable. Sin embargo, reconozco en el historiador
falconiano Isaac López, profesor de la Escuela de Historia de la ULA, prolífico
escritor y extraordinario amigo, haber sido la persona que afianzó mi vocación
por esta profesión: a la altura del cuarto semestre, sus clases fueron
verdaderas terapias de choque a través de las cuales nos veíamos obligados a
cuestionar ideas y planteamientos que dábamos por sentados y a mirarnos en el
espejo de un oficio de apostolado que requiere cada vez más seriedad,
rigurosidad, compromiso y honestidad.
No podría decir que tengo un historiador preferido, sino
muchos, pero si me dan a elegir posiblemente me quedo con Laureano Vallenilla
Lanz: la teoría de la historia que postula el trabajo de este historiador
venezolano –opacada muchas veces de forma anacrónica por nuestra percepción
contemporánea de su opción política- representa una de las apuestas más
interesantes de su época a la lectura sociológica de nuestra historia y pese a
todas las críticas que podamos hacerle en el plano epistemológico al positivismo, su obra sigue impregnada de una
enorme actualidad; Cesarismo Democrático es
una lectura que bien vale recomendar por estos días.
5. ¿Cuáles son sus
líneas de investigación y por qué? ¿Cuál escuela historiográfica sigue y por
qué? ¿En qué proyectos sobre historia está ahora?
Desde hace al menos
ocho años he venido consolidando mi trabajo en el campo de la historia dentro
de la línea de investigación de la Historia Colonial, específicamente en lo
tocante a la institución de la Encomienda y las Visitas que la Audiencia de
Santa Fe envió a Mérida durante los siglos XVI y XVII. Desde mi óptica de
andino y de historiador, creo que esta etapa de conformación y consolidación de la sociedad colonial
merideña puede encerrar muchas de las claves que definen nuestra fisonomía
cultural en el amplio sentido del término; además, el Auto de Visita, que
representa la fuente documental por excelencia de mi línea de investigación, es
una veta prácticamente inexplorada de información histórica y etnográfica que
va más allá del simple encargo institucional y se adentra en los aspectos más
recónditos de la sociedad y la cultura colonial.
Hoy es difícil adscribirse tajantemente a una escuela
historiográfica, puesto que las fronteras que hasta hace veinte o treinta años
resguardaban celosamente parcelas de investigación, se desdibujan ante la
tendencia cada vez mayor hacia la interdisciplinariedad; en ese sentido, sin
caer en un radical eclecticismo, trato de apoyar teórica y metodológicamente mi
trabajo en el marco de bandas flexibles que me permitan echar mano de
herramientas conceptuales con las cuales pueda dar cuenta, lo más ampliamente
posible, de la línea temática que me propongo estudiar; en ese sentido, una de
las tendencias que hasta el momento me ha brindado esa posibilidad es la
Historia Cultural, por la mirada de amplio espectro que me permite darle a
distintas realidades dentro de un mismo contexto.
En torno a esa línea de investigación, adelanto ahora mismo
un proyecto de investigación sobre las prácticas y representaciones sociales
del espacio geográfico en la Mérida de los siglos XVI y XVII a partir del
estudio de la Visita, trabajo que llevo a cabo bajo la tutoría de dos
excelentes historiadores como lo son el Prof. Claudio Briceño y la Prof.
Yuleida Artigas dentro del marco de lo
que proyecto como mi tesis de maestría y el Plan de Formación de Generación de
Relevo al cual estoy adscrito. Por otra parte, como historiador-docente,
también incursiono, desde hace escasamente tres años, en el campo investigativo
de la Didáctica de la Historia, bajo la asesoría tutorial de, otro excelente
historiador, el Prof. Rafael Cuevas, puntualmente en los aspectos cognitivos
involucrados en el aprendizaje de la historia y las habilidades intelectuales
requeridas para ello.
(Continúa mañana).
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