Sí te
quedas quieto y no hablas puedes descubrir el silencio que lo rodea. Admirar
también, no sólo el Avila, sino también las quintas, los árboles y el templo
Don Bosco que parece invadido por una selva. Pero el silencio es interrumpido
por la risa y conversa de los niños, que especialmente los domingos pueblan sus
columpios, toboganes y los espacios de tierra donde intentan hacer castillos de
arena o un c'irculo de cemento donde se puede dibujar con tiza.
La escultura que le da su nombre, parece junto a sus árboles, lo único realmente antiguo. Te traslada a los orígenes de la urbanización cuando quizás las cosas eran más toscas en construcción pero no en trato, seguridad y silencio.
Profeballa
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