Esto se escuchó en el Homenaje al P. José
Del Rey
Es muy importante tener la capacidad de
recordar, de hacer memoria. Cuando perdemos esa habilidad, terminamos por no
ser conscientes de quiénes somos y quién fuimos. Esa es la lucha de los
historiadores y estudiosos de la historia: nunca perder la memoria de los
hechos, de las situaciones, de las microhistorias que circundan nuestro
cotidiano vivir.
Por eso resulta muy importante y
necesario el acto progresivo donde nosotros no abandonemos el espacio
histórico. No podemos olvidar, porque cuando lo hacemos, nos exponemos a los
errores humanos. En este ejercicio de la memoria, existen personas que han sido
fundamentales y transversales en nuestra vida. Recordar, traer a la memoria
nuestros antepasados, sus luchas y sus debilidades, nos ponen en el camino de
la búsqueda hacia la verdad de quien somos. El pasado no fabrica libros solamente,
sino que construye la historia.
La misma idea se me antoja para la vida
académica. Hay personas que han marcado sensiblemente nuestro paso por la
universidad. Yo recuerdo, entre tantos profesores que tuve en la Pontificia
Universidad Gregoriana, la figura de un gran colombiano y devoto jesuita: el
Padre Alberto Gutiérrez, quien no sólo fue un buen profesor, sino un excelente
maestro. Y los maestros, que tanto escasean en estos días, resultan valiosos en
nuestra sociedad y en el mundo académico.
Yo me siento muy contento -hoy-, de
hablar de otro jesuita, del cual no he sido alumno directo suyo; pero del cual
he recibido inestimables enseñanzas. Y al no ser un alumno en regla, me
considero, entonces, un discípulo agradecido. Con el fin de
describir mi agradecimiento recordé unas palabras del padre Del Rey y para
ello me valgo de uno de sus tantos libros. Escribía el Padre Del Rey en
uno de sus últimas publicaciones La Biografía de un Exilio (1767-1916), en
el apartado titulado “Epílogo”, que la Compañía de Jesús no había hecho nunca
un reconocimiento público de gratitud al pontificado del arzobispo Felipe
Rincón González, pues gracias a su delicada gestión, había podido ser
posible el regreso a Venezuela de los hijos de San Ignacio de Loyola.
Y hablando un día con el profesor Mario
Di Giacomo y luego con el profesor Alberto Navas, recordé que un gesto de
agradecimiento hacia el padre Del Rey también es un elemento faltante en la
historia de nuestros respectivos centros de enseñanza: el ITER, la UCAB y la
UCV. Por tal motivo estamos reunidos en este momento: no queremos un epílogo
carente en la historia de estos entes de educación superior.
En esa misma línea de pensamiento, no
queremos ni podemos olvidar tantos años de dedicación a la investigación histórica
y lingüística hecha laboriosamente por el padre Del Rey. Él ha dejado una honda
huella en la historia eclesiástica colonial de Venezuela y ha sido –permítame
usar una frase suya endilgada a otros jesuitas presentes en la Orinoquia-, un
explorador de las culturas ajenas.
Estudiar el pasado de los jesuitas en
Venezuela, mirando las obras del Padre Del Rey, nos indica el nivel de
excelencia en la investigación y presentación de la obra realizada por la
Compañía de Jesús en dos ámbitos muy bien delimitados: la presencia en las
misiones de la Orinoquia y el macizo guayanés (llamada esta etapa por el padre
Del Rey como la República Cristiana); y la labor educativa realizada en
los colegios fundados donde se formaron las generaciones pasadas (bautizada
por el padre Del Rey como la República de las Letras). Y como legado
transversal de ambas: el espiritual. La mirada atenta del padre Del Rey nos
sumerge en este viaje científico, humanista y espiritual de los jesuitas.
Nos podemos preguntar –o imaginar si
acaso-, ¿qué habría sucedido si la labor humana y científica de los
jesuitas no se hubiese cercenado en 1767 siguiendo las despóticas disposiciones
en contra de la Compañía de Jesús? ¿Qué hubiese ocurrido con esa utopía que fue
sofocada en la Orinoquia?
Recuerdo las palabras del Padre Del Rey
en La Biografía de un Exilio: “También los ignacianos han estado sometidos
en Venezuela a esos ciclos de conflictos de sueños y frustraciones, de exilios
y retornos, pero alertados para no ingresar en ese tedioso cautiverio que
obliga a caminar en el círculo cerrado de la fatalidad histórica”[1]. Esta
pedagogía jesuita, hoy nos la trae al presente el Padre Del Rey. Sus obras nos
muestran el camino que nos comunica con el pasado de los jesuitas y de la
Iglesia. Nos comunica con esas comunidades protohistóricos y prehispánicas.
La obra del padre Del Rey se asemeja a
esa labor de conciencia histórica presente en los jesuitas de la etapa
colonial. Desconocidos, para muchos de nosotros, esa historia rica en cultura y
ciencia, de los antiguos ignacianos; los escritos del padre Del Rey son esa
memoria, que no se pierde en los depósitos de nuestros archivos, sino que trae
a la realidad, y como una novedad, la labor y el legado de la Compañía. Así
como los indígenas del siglo XVIII venezolano no conocían ni el papel, ni la
tinta, ni los libros, pero confiaban en la memoria de los ancianos y de los
piaches, así los jesuitas y su historia orinoquense, no resultan seres o
personajes extraños, cuando los trae al presente, la mano familiar de uno de
ellos: el padre José Del Rey Fajardo.
Hace algunos años leí la obra del padre
Manuel Aguirre Elorriaga titulada La Compañía de Jesús en Venezuela, publicada
en 1941. En el prólogo de dicho libro escribía el Reverendo Padre Martín
Urrutia sj que el texto del padre Aguirre constituía un “resumen
histórico, [donde] ha acertado a abrir todos los cauces de la verdadera
historia de la Compañía de Jesús en Venezuela”. Hoy creo que ese “resumen” ha
sido solventado con creces en la investigación infatigable del Padre José Del
Rey Fajardo.
Este pequeño y humilde acto, en resumen,
es una muestra de agradecimiento hacia un gran historiador; quien ha
contribuido con sus publicaciones y estudios, al conocimiento y la difusión de
la historia eclesiástica de nuestro país.
[1] J. Del Rey Fajardo, La
Biografía de un Exilio (1767-1916), UCAB, Caracas 2014, p. 8.
P. Oswaldo
Montilla (ITER)
oswaldo.montilla@gmail.com
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