Publicado en Código Venezuela
“Los Miserables”: Una historia para todos los tiempos
Lo que sigue es un
relato personalísimo de cómo conocí al personaje de ficción que más admiro:
Jean Valjean, y mi interpretación del libro en el cual cuenta su historia; a
propósito del estreno de la película sobre la ópera rock del mismo nombre.
Por allá en mis
tiempos de la universidad, mi buen amigo y colega Emilio Useche, llegó un día
con la noticia de haber escuchado la opera rock
sobre el famoso libro de Víctor Hugo. Yo conocía otras obras parecidas como
“Cats” y “El fantasma de la ópera”, pero el hecho que fuera sobre una novela
histórica incrementó el interés por escucharla. En el momento que lo hice quedé
fascinado, proponiéndome verla y leer la novela. Años después lograría vivir la
experiencia inolvidable de su puesta en escena, enamorándome de la historia de
conversión de Jean Valjean, y su santidad de vida; todo ello ante la emoción de
una hermosa música. Al leerla se convirtió en mi novela favorita, por la
capacidad que esta tiene para describir el dolor de las miserias humanas y la
esperanza de superarlas.
Víctor Hugo (1802-1885) escritor romántico y realista al
mismo tiempo inició esta novela a los veintidós años para terminarla 38 años
después; podría decirse que fue la novela de su vida, y por tanto ella condensa
todas sus creencias, temores y esperanzas. El autor nos narra como los seres humanos
se enfrentan (nos enfrentamos) a una realidad que nos obliga a decidir, y que
nunca nos permite una actitud imparcial, de posible lavatorio de manos, o de
refugios conocidos como terceras vías o “ni-nis”. De esa manera, en medio de la
realidad que nos oprime, surgen los personajes más famosos de la literatura y
que expresan las diversas formas de ser miserable: Jean Valjean: el pobre
redimido que se hace santo amando y superando su pobreza económica y social;
Fantine: la madre engañada y explotada pero que nunca abandona a su hija
(Cosette) a pesar de ser marginada; Gavroche: el pilluelo (niño de la calle)
que llevado al robo para sobrevivir y que nunca pierde su inocencia y se redime
cuidando a otros huérfanos de la calle; Marius: un revolucionario (que no
milita en ninguna “revolución bonita” que lo hace enriquecerse a costa de los
pobres) que se sacrifica por sus ideales; Eponime: hija de la chusma, no es
correspondida por Marius, se redime sacrificando su vida por él; y del otro
lado, tenemos ya no tanto a los miserables de una realidad social paupérrima,
sino a los de alma miserable: los Thenardier y el inspector Javert. Los
Thenardier viven de aprovecharse de los más pobres, los pobres son escalones
para ascender socialmente; todas sus acciones se ven inspiradas de las
intensiones más oscuras, y si en algún momento parecen hacer un bien, siempre
poseen un interés particular como causa de dicha acción: son verdaderos
miserables. El policía Javert es un miserable porque está preso de sus
obsesiones, de un concepto de ley y de justicia deformado, es aquel que hace el
mal creyendo que está haciendo un bien.
Ahora esta
maravillosa historia (en musical) la tenemos en cine, y a pesar del pésimo
cantante que es Russell Crowe (único defecto que le consigo a la película), el
hecho de ser filmada permite recrear aspectos de su historia y de la opera rock
que son imposibles de mostrar en un teatro. El resultado es un deleite para la
vista y los oídos (salvo cuando canta Russell Crowe). Las excelentes
actuaciones y canto, tanto de Jackman (Valjean) como Hathaway (Fantine) salvan
el daño hecho al film por un Crowe, que además; no sabe representar a un
personaje tan fascinante como el inspector Javert. Un libro que no puede
dejarse de leer, una película que no se puede dejar de ver.
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