domingo, mayo 29, 2011

Entrevista al amigo y politólogo Guillermo Tell Aveledo sobre los movimientos de los "indignado", los partidos, el chavismo y otros temas

EL NACIONAL - Domingo 29 de Mayo de 2011 Nación/4
El foro del domingo
GUILLERMO TELL AVELEDO Opina que el desencanto sin organización no trasciende
"Los indignados de España y Venezuela necesitan a los partidos"
Ficha personal
POLITÓLOGO Y DOCTOR EN
· CIENCIAS POLÍTICAS DE LA UCV DIRECTOR DE LA ESCUELA
· DE ESTUDIOS LIBERALES DE LA UNIMET
EDGAR LÓPEZ

Por tratarse de realidades muy distantes y distintas es difícil establecer paralelismos entre las revueltas en África del Norte, el Medio Oriente y Europa Occidental y lo que ocurre en América Latina y en Venezuela. Sin embargo, el director de la Escuela de Estudios Liberales de la Universidad Metropolitana, Guillermo Tell Aveledo, destaca que el denominador común es el desencanto de los ciudadanos frente a las élites gobernantes.

Aveledo se aproxima con cautela a la efervescencia en las plazas de África del Norte, Medio Oriente y Europa Occidental: "Han surgido elementos libertarios y románticos, pero también grupos fascistas. Ello pudiera indicar, al menos en el caso de España, que la democracia con moderación es muy frágil".

¿Hay algún catalizador de las protestas que no se ha hecho visible? ­

Puede haber factores radicales que tratan de capitalizar una revuelta, pero lo verdaderamente meritorio es la capacidad de organizarla. Si las masas no tienen organización, si las masas no tienen partidos políticos, si las masas no tienen algún elemento de vanguardia que logre ordenar la acción, no hay trascendencia sino frustración.

¿Cómo se explica esa especie de contagio internacional de la protesta? ­Estas protestas cuentan con la simpatía de las élites intelectuales de Occidente. Se presentan como mecanismos de incidencia factibles y moralmente lícitos. Además, están protagonizadas por una generación que ha crecido sin el miedo a la Unión Soviética, sin el miedo al holocausto nuclear, sin detenerse a examinar otros riesgos. En todas hay un factor denominador común: el desencanto con la élite política y la convicción de que existe una profunda desigualdad en la distribución del poder.

¿En qué se parecen los indignados de España a los nini de Venezuela? ¿Se trata del rechazo del ciudadano a todas las opciones políticas que se le presentan?

Creo que en Venezuela lo que hay son grupos de independientes que en momentos electorales oscilan entre un lado y otro. Hay quienes han sugerido que esos ni-ni tienen una serie de creencias muy articuladas, conductas políticas muy estables. Pero hasta ahora no parece ser esa la evidencia empírica de acuerdo con los resultados electorales, no de las encuestas de opinión. Insisto, la organización es la clave. Los indignados de España y Venezuela necesitan a los partidos políticos y no conformarse con que los encuentren muertos en Choroní, como dice la canción.

El nombre del movimiento viene del título del libro Indignaos, publicado en 2010 por Stephen Hessel, corredactor de la Declaración de los Derechos del Hombre, que pide reacción contra el desmantelamiento del Estado Social.

¿El desmantelamiento del Estado Social es motivo de reclamo en América Latina? No somos sociedades suficientemente productivas, igualitarias y comprometidas.

En América Latina tenemos partidos débiles. A cada rato surgen movimientos populistas y antisistema que tienen éxito político. Es precisamente lo que ocurre ahora en Perú, y en el pasado en Colombia, con el ascenso al poder de Álvaro Uribe y de Juan Manuel Santos al margen del vetusto sistema político colombiano, o en Argentina con el resurgir del peronismo. Pensábamos que los partidos sólo estaban para garantizarnos orden, estabilidad y competitividad democrática; en suma, derechos políticos. Pero también deben garantizarnos derechos sociales. Eso es un reto pendiente.

"El oficialismo pretende disolver el Estado representativo sin disolver el poder concentrado de la vanguardia gobernante"

Hay otros retos: superar la burocracia y el sectarismo.

¿Cómo estos dos componentes inciden en la protesta callejera en Venezuela?

En Venezuela, el oficialismo pretende disolver el Estado representativo tradicional, sin que ello esté acompañado de un deseo genuino de disolver el poder concentrado de la vanguardia gobernante.

Ante la aspiración frustrada de un poder difuso, se ha impuesto la voluntad de quien asume unilateralmente la interpretación de los deseos de la sociedad. Cuando se sugiere que el líder es el pueblo, se entiende que si la democracia es el gobierno del pueblo, la democracia es el gobierno del líder...

¿Cómo cree usted que el oficialismo entiende la democracia? ­

Considera que la democracia es igualdad social. El asunto es que no logra superar la exclusión y opta por la imposición del poder para tratar de moldear la sociedad y crear un hombre nuevo. Eso choca con la realidad porque la cultura política cambia muy lentamente y el cambio no se decreta desde arriba. Además, choca con la pluralidad política como un valor arraigado entre los venezolanos, aunque a veces compita con añoranzas de autoritarismo.

¿Cómo evalúa la evolución de la protesta callejera en el país? ­

Se ha demostrado que la protesta produce beneficios, al menos para los sectores que salen a la calle a hacer reclamos puntuales: mejoras laborales, mejores servicios públicos, una vivienda... Pero no hay una vinculación de los reclamos con el problema estructural del sistema político actual, el cual está burocratizado y centralizado. Un sistema político que rechaza cualquier iniciativa social independiente, sea el sector privado o la sociedad civil organizada. En definitiva, ningún Estado puede obtener logros sin el respaldo de la sociedad

¿Qué opina de la promoción del apartidismo desde Puerta del Sol o desde algunos sectores radicales en Venezuela?

En Venezuela no reconocemos una democracia sin partidos. En los últimos años, varios movimientos han prendido en la población: desde el MVR, pasando por Un Nuevo Tiempo y Primero Justicia, hasta Voluntad Popular. Sin partidos surgen liderazgos personalistas antidemocráticos.

¿Cuál es el riesgo?

Que ese liderazgo personalista se apropie del poder y plantee un nuevo juego con nuevas reglas; es decir, que establezca un sistema autoritario.

¿Eso fue lo que ocurrió con Chávez? ­Entre otros casos en América Latina. En 1998 escogimos al que tenía más claridad sobre como apoderarse del control político. En 2007, cuando Chávez proclamó el proceso que lidera como una revolución socialista, impuso un nuevo juego con otras reglas. De allí en adelante se niega el más mínimo espacio para la disidencia y los principios fundamentales de la democracia, como elecciones periódicas, imperio de la ley y separación de poderes, se limitan a simples formalidades.

¿Qué puede aprender el liderazgo político y la sociedad civil venezolana de las revueltas al otro lado del Atlántico? ­

Para los que abrigan esperanzas en el disenso social como modo de cambio del estado actual de cosas, la lección es que sin organización no se llega a ninguna parte; que sin organización no toma el poder la plaza sino el Ejército.

¿Cuál es el desafío de los partidos venezolanos de oposición en la actual coyuntura?

Los partidos venezolanos sobreviven en un ambiente extremadamente hostil. Mucha gente todavía siente una fuerte aversión hacia un modo de hacer política grotesca que quedó en el imaginario colectivo. Además la vida institucional de los partidos está mermada por un Estado que no es precisamente pluralista. El primer gran reto es sobrevivir para seguir siendo oposición. En segundo lugar, mantener la unidad, para evitar que algún discurso personalista, en un tono parecido al de Chávez, secuestre los esfuerzos por transitar el camino electoral para un relevo en Miraflores y trate de imponer salidas milagrosas, ensoñaciones o asaltos. Es imposible un cambio político en Venezuela por la vía del milagro.

Fotografía: Sandra Bracho

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