COMENTARIO BLOGUERIL:
Hoy publicamos otro artículo, de pronta aparición en el diario El Impulso, del reconocido científico barquisimetano de la UCLA: Alberto Castillo Vicci. Su perspectiva nos da luces sobre lo que estamos viviendo. El subrayado es nuestro
Elogio a la ignorancia
Alberto Castillo Vicci
Cuando Sócrates afirmó “Sólo sé que no sé nada”— en defensa de sí mismo, declarándose un ignorante, durante el juicio que se le siguió y condenó a muerte por impiedad en la Atenas de sus días—, separó dos actitudes y comportamientos en los hombres que han sido, a lo largo de la historia del fenómeno humano, determinantes en el progreso y felicidad o retraso y desgracia en la evolución de las sociedades humanas. Aquellos, como Sócrates, que admiten su ignorancia y desde allí parten a superarla; y los otros que la ignoran (ignoran que son ignorantes porque simplemente se sienten dueños absolutos de la verdad, en su arrogancia); es decir, entre hombres tolerantes y hombres fanáticos.
Alberto Castillo Vicci
Cuando Sócrates afirmó “Sólo sé que no sé nada”— en defensa de sí mismo, declarándose un ignorante, durante el juicio que se le siguió y condenó a muerte por impiedad en la Atenas de sus días—, separó dos actitudes y comportamientos en los hombres que han sido, a lo largo de la historia del fenómeno humano, determinantes en el progreso y felicidad o retraso y desgracia en la evolución de las sociedades humanas. Aquellos, como Sócrates, que admiten su ignorancia y desde allí parten a superarla; y los otros que la ignoran (ignoran que son ignorantes porque simplemente se sienten dueños absolutos de la verdad, en su arrogancia); es decir, entre hombres tolerantes y hombres fanáticos.
Aquel hombre que reconoce su ignorancia es necesariamente humilde, y con la humildad, la sencillez y la tolerancia conforman su carácter, su personalidad. Una personalidad que no lanza programas de redención y que no pretende arrastrar tras de sí turbas de seguidores. Uno puede pensar que fueron humildes Jesús, Gandhi, Buda, Lao Tsé, San Francisco y, en tiempos más recientes, muchos científicos benefactores de la humanidad, Albert Einstein por caso, o entre luchadores por los derechos humanos como Martin Luther King; quienes permanecieron a lo largo de sus vidas reacios a cualquier culto a su personalidad, a pesar de la admiración mundial que se les rendía. En la acera opuesta, los fanáticos deificados por sus círculos de adulantes que son los responsables en última instancia de los males que los sátrapas, dictadores, tiranos y déspotas causan a los demás hombres; en tiempos modernos, desde Hitler, seguido por Mussolini, Lenin, Stalin, Mao Zedong, Franco, Sun, Pol Pot … en escala mayor— por los genocidios perpetrados a su pueblos y a la propia humanidad, en guerras que arrojaron millones de víctimas, y por la ruina, miseria y esclavitud que les acompañaron; y sus imitadores en menor escala, como Fidel Castro, Kim il sun, Duvalier, Trujillo, Somoza, Batista, Noriega, Pinochet… ya sean calificados como de derecha o de la izquierda llamada borbónica (que ni aprende ni olvida) de los socialistas del siglo XXI.
El pensamiento de derecha fascista o el de izquierda comunista es fanático; no pueden aceptar que sus ideas pudieran ser erróneas ni admitir su ignorancia en materias abiertas a la discusión. Los fascistas son antidemocráticos y no aceptan la felicidad de los demás como principio justo sino que eligen ciertos individuos, clases o razas como los mejores y únicos dignos de consideración y el resto es obligado por la fuerza a servir a los intereses de los elegidos; afirman que sus creencias se basan en fundamentos científicos y quienes se oponen son ignorantes. La raza superior, según Mussolini o Hitler, está demostrada en una mezcla de ideas de Nietzsche y Darwin; por tal razón, los nazis jamás aceptaron la Teoría de la Relatividad de Einstein, por ser producto del pensamiento de un judio o miembro de una raza inferior, como calificaban ellos a los hebreos, y crearon una supuesta ciencia alemana infalible, todo lo contrario al espíritu de humildad del verdadero científico, que hace ciencia partiendo de su ignorancia de la respuesta a los problemas que investiga. Por otras razones, Lenin y Stalin fundaron un estado totalitario supuestamente basado en la verdad científica del materialismo dialéctico y una especie de dogma marxista. Las creencias fanáticas de los fascistas dejaron 50 millones de muertos después en la segunda guerra mundial y seis millones de judíos asesinados en los campos de concentración. Stalin acabó con 5 millones de campesinos en su proceso de terminar con la propiedad privada en Rusia y otros tantos en las cárceles soviéticas por disidentes. Mao asesinó a millones de chinos, en la llamada revolución cultural, para acabar con el revisionismo creciente a los dogmas de su revolución comunista. Después de su muerte, sus sucesores olvidaron el libro rojo con sus máximas y dogmas.
El fin supuesto del partido comunista en Rusia era conseguir poder para los soviets que representaban la dictadura del proletariado, como etapa intermedia hacia una sociedad de justicia social y democrática de carácter internacional, que se realizaría irremediablemente por las leyes del materialismo dialéctico, encarnadas en el proletariado. Pero, la evolución de la Unión Soviética y donde se reinstaló el proyecto marxista, como en la China, Corea o Cuba, el partido comunista sustituyó a la clase proletaria; que a su vez fue sustituido por el Comité Central y éste por su representación en el Politburó, el cual, finalmente queda representado por el Secretario General: un dictador, llámese Lenin, Stalin, Mao o Fidel Castro.
Desde entonces, el resto de la humanidad ha progresado hacia éticas y política no basadas en ideologías ni dogmas ni supersticiones, por un camino de reformismo avanzado, que compatibiliza la sensibilidad social con la comprensión que las transformaciones de la sociedad pasan por el desarrollo económico con equidad y por el fortalecimiento y profundización de la democracia.
En Latinoamérica las dictaduras de derecha fascista, como la de Batista, Trujillo, Somoza, Noriega, Videla o Pinochet parecen haber dado paso a dos tipos de izquierda en la segunda mitad del siglo XX y la primera década del XXI: la llamada izquierda borbónica, para la que la Unión Soviética todavía existe y el Muro de Berlín no ha caído; es decir, la izquierda fanática del siglo XX, pero que ahora la bautizan como Socialismo del Siglo XXI y tiene a la Cuba Castrista como modelo; y la izquierda democrática de reformas con libertad. De nuevo, el fanatismo o la tolerancia en pugna, igual que en lo tiempos de Sócrates.
Para quienes creemos en que el mejor sistema social es el que se vive en libertad dentro de una sociedad justa, progresista, plural y democrática, encontramos esperanzas en que no falta mucho para que los modelos fanáticos que han demostrado que el único modo de sostener su fracaso social y económico es con la dictadura, colapsen porque se sostienen con la mentira y la propaganda engañosa. Así pasó con los supuestos éxitos de los planes quinquenales de la Unión Soviética presentados con estadísticas falsas, desde Lenin hasta que ya no pudo sostenerse setenta años después y los alemanes occidentales tuvieron que pagarle a los soviéticos, desde la gasolina para que los tanques regresaran a Rusia, hasta la nómina por dos años de los ejércitos de ocupación soviética que quedaban sin oficio; a fin de que se fueran de Alemania Oriental, mientras derrumbaban el Muro de Berlín, hace este mes veinte años.
Así que, cuando leemos las declaraciones de los Jefes de Estado del ALBA — conformada por países que, en promedio, importan de otros países desarrollados el 70 % del alimento que consumen sus poblaciones—, anunciando un nuevo polo de poder mundial que acelerará el fin del capitalismo internacional del Imperio y sus socios… nos preguntamos, si no les hace falta un poco de ignorancia.
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